Un liderazgo que genere resultados, Griselda Reyes
La semana pasada hicimos un planteamiento que, indiscutiblemente, generó polémica en las redes sociales, pero también en grupos donde confluyen diversas corrientes de opinión: ¿Qué tal si renovamos los liderazgos políticos?
Para una sociedad como la venezolana, acostumbrada a la presencia de figuras políticas emblemáticas y tradicionales que deciden por el todo, y a un régimen presidencialista caracterizado por imponer desde el centro de poder su punto de vista, la sola posibilidad de desplazar a unos para darle paso a otros tal vez menos conocidos, pero con más capacidades para gerenciar y generar los cambios, produjo ruido. Y bastante.
Renovar los liderazgos políticos opositores es necesario en la Venezuela de hoy, no solamente porque quienes están – con todos los méritos que pueda tener su trabajo –, no han logrado construir reglas de convivencia mínima que garanticen el progreso de la sociedad, sino que tampoco han entendido que frente al actual desgobierno la estrategia puesta en marcha desde hace algunos años hasta ahora, no ha dado ni dará resultados. La opción no debe ser retar y pelear.
Venezuela tiene hombres y mujeres capaces de diseñar políticas y articular una estrategia que permita confrontar la gestión de Nicolás Maduro, pero también preparados para tejer una red capaz de soportar los cambios que, indefectiblemente, tendrán que ejecutarse una vez se logre la transición.
Necesitamos un nuevo liderazgo político que construya a través del tejido social la capacidad de discernimiento colectivo para analizar las circunstancias por las cuales atraviesa el país y que además tenga las herramientas para poner en marcha las soluciones más convenientes a esos problemas.
Y ese liderazgo político nace en el momento en que hombres y mujeres conscientes de su rol ciudadano, deciden participar en los asuntos públicos del país. En Venezuela, sabemos, la ciudadanía fue conculcada desde el momento en que figuras como Hugo Chávez y Nicolás Maduro, arrebataron el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos y colectivos.
Por ello, organizaciones políticas como Acción Ciudadana En Positivo (ACEP), vienen trabajando en concienciar al individuo para lograr su transformación en ciudadanos capaces de generar cambios profundos.
Quienes tienen a su cargo el rol de dirigir partidos políticos, por ejemplo, necesitan entender que ante la situación que se vive en Venezuela, deben actuar de manera distinta a como lo han venido haciendo. Los liderazgos se construyen y esa tarea, lamentablemente, fue cayendo en el olvido. La formación de cuadros o generaciones de relevo pasó a un segundo plano.
La participación política comienza cuando el individuo se organiza en sus comunidades, cuando empieza a tomar conciencia de la importancia que tiene como factor de cambio, cuando se forma en ciudadanía. Solamente los ciudadanos entienden el valor de la democracia y luchan para rescatarla y ejercerla.
La renovación del liderazgo político pasa también por su formación académica, porque esos nuevos líderes deben ser capaces de llegar a la sociedad con mensajes claros, sin dobles discursos, y con una propuesta que permita la construcción de una red de apoyo para generar progreso.
El nuevo liderazgo político que está emergiendo, está claro que la reconstrucción del tejido social implica el engranaje de todas las piezas que forman parte del Estado. No solo se trata de identificar los problemas sino de contar con los actores claves que van a actuar sobre ellos. El nuevo liderazgo tiene la habilidad de incluir a todos los venezolanos en el proceso de toma de decisiones, tiene la pericia para delegar, tiene la intención de formar a las generaciones de relevo, porque un verdadero líder no se enquista ni arrebata.
El nuevo liderazgo político debe ser capaz de dar resultados, de cumplir los objetivos específicos y generales de la población – no de un partido político –, y ese trabajo debe hacerse desde ya. El liderazgo político nuevo no está esperando a que salga Nicolás Maduro de la presidencia, está tejiendo redes para sacar al país de la anomia en que está sumida y para abordar con mucha sensatez, las políticas que correspondan aplicar a fin de garantizar la gobernabilidad en el país y evitar que el caos nos lleve a escenarios mucho peores al que estamos enfrentando.
El nuevo liderazgo opositor debe procurar rescatar la tan anhelada democracia, pero también fomentar el debate político que en este país se perdió hace mucho tiempo. Solo a través de él los ciudadanos pueden formarse una opinión real de lo que sucede. A fin de cuentas, un verdadero ciudadano es capaz de modificar su visión sobre la manera de elegir a sus gobernantes.
Finalmente, el nuevo liderazgo político debe ser capaz de recuperar la confianza del venezolano en el voto – como herramienta política para dirimir diferencias y generar cambios –, y la confianza de los venezolanos en sí mismos – no seguir esperando líderes mesiánicos –.
Y eso se logra formándose, llegando a los individuos de manera clara, sincera, y presentándoles una propuesta creíble para resolver los problemas de manera eficiente y, especialmente, garantizando que el dinero del Estado no sea repartido entre la clase política gobernante.