Un mundo dislocado, por Fernando Rodríguez
El orden político mundial parece haber enloquecido. Es cierto que todavía no hay guerras mundiales, ni siquiera muy extendidas a varios escenarios nacionales, por ahora, pero hay cada cosa que supera la más osada imaginación, el grotesco más subido, lo que hace reír y llorar a un mismo tiempo, lo que nos degrada como especie.
La naturaleza pone un gran telón de fondo, el cambio climático. Que ha invadido ya —y es su mejor credencial de veracidad— los grandes países y hace arder a California como nunca, o inunda y destruye pueblos enteros en la próspera Alemania o llueve como jamás llovió en regiones de la indetenible China. En el tercer mundo multiplica lo que siempre sucede en el tercer mundo, en su endeblez y tristumbre. Y, en definitiva, amenaza con acabar con la casa humana, el planeta tierra. Asunto que ya todos sabemos no es para hacer películas de ciencia ficción en Hollywood.
Pero, por supuesto, no lo que llena sino que desborda los medios, es la pandemia viral que ya ha asesinado a millones y contagiado a centenares de millones y ha derruido no solo descomunales emporios económicos y ha sembrado el miedo y el dolor por doquier y ha cambiado ideas y hábitos de los más enraizados en nuestro ser y en nuestros vínculos con el otro. Mucho debe tener que ver este escenario con la locura humana y la degeneración de la sociabilidad y las estructuras cívicas en que vivimos, mucho.
Claro hacer, aunque sea un mínimo recuento de lo extravagante del mundo actual es una tarea ímproba. Hagámoslo un poco a capricho, lo que más nos evoca el paragua y la máquina de coser, que varía de una sensibilidad a otra. Pero sin duda lo que ha sucedido en Afganistán es posiblemente, después del genocidio nazi, la más terrible demolición civilizatoria de que se tiene registro. Allí fue derrotado, escarnecido, humillado el espíritu mismo de la contemporaneidad.
El arte de la guerra, la inefable tecnología, los servicios secretos, la diplomacia, las posibilidades democráticas, la cultura ahora imposible, el mejor feminismo…derrotados por la barbarie, la putrefacción religiosa, la edad media, los guerreros sin zapatos…Allí pasó algo que será decisivo para la racionalidad de este y el tiempo por venir.
No deje de agregar, se trata de lo anómalo, que los países que huyeron aterrorizados y escarnecidos en el aeropuerto de Kabul por decenas de miles, están debatiendo ahora cómo hacer para ayudar para que no se mueran de hambre una buena parte de los vencedores.
Lo demás puede ser terrible, pero de trascendencia. Por ejemplo, Ortega y su mujer, par de brujos siniestros, practicando un curioso método electoral que consiste en meter preso a todo aquel que pretende ser candidato, lo cual es la manera más segura de ganar una elección, ya van 15. Realismo trágico, admirado Sergio Ramírez. O a lo mejor le parecen más interesantes los envenenamientos de Putin, más detectivescos. O la muerte del periodista Khashoggi en el consulado saudita en Turquía, por orden del príncipe heredero, casi televisado y no obstante impune para el petrolero autor intelectual.
¿Qué le parece el rey emérito de España, viejo vagabundo? Y para ser consecuentes con lo nuestro, no deje de agregar alguno de los inacabables discursos de Chávez, que son montones, uno con mucho Bolívar y mucha anécdota barinesa. Y para estar al día, la insólita solicitud de que hay que sacar de la cárcel a Saab, en la alta noche, para vestirlo de charro. La lista es inacabable. Sígala y pase su tiempo, vale hasta el peinado de Boris Johnson o las intrigas sexuales de la corte inglesa, The Crown.
Claro, capítulo aparte y fundamental, merece la epopeya de Donald Trump que amenazó lo poco sano que va quedando en el planeta, desde el Tratado de París hasta la sobrevivencia de algunas instituciones internacionales que en algo frenan el derrumbe. Y que demostró que en Estados Unidos hay una estructura democrática funcional en no pocos aspectos y varias decenas de millones de enfermos ideológicos que apoyaron y apoyan los desastres del pichón de Hitler. Lo último es todavía de cuidado.
Lamentable y temible. Pero al fin «el destino de los hombres esta hecho de momentos felices, toda vida los tiene, pero no de épocas felices» decía sabiamente Nietzsche.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo