Un necesario golpe de timón (II), por Rafael Henrique Iribarren Baralt
Las pruebas de antígeno
Antígeno son aquellas sustancias que hacen que el cuerpo lleve a cabo una respuesta inmunitaria. Las pruebas de antígeno para detectar el virus SARS – Cov- 2 se fundamentan en la detección de proteínas específicas que están en su superficie. De modo que esta prueba sí es, al igual que la prueba molecular, una prueba de diagnóstico. La prueba se le realiza a una muestra de secreción corporal.
Sus resultados positivos son bastante confiables. Sin embargo, sus resultados negativos no lo han sido tanto. Hasta hace unos meses la sensibilidad de la prueba de antígeno estaba entre un 30 % y un 80 % (Una prueba poco sensible arroja muchos falsos negativos, es decir, le hace creer a una persona que no tiene el virus cuando en realidad sí lo tiene). Esta falta de sensibilidad se debe a que a diferencia de la amplificación de la presencia del material genético del virus en la prueba molecular, en esta prueba la presencia de las particulares proteínas de la superficie del virus, cuya detección la prueba procura, no es amplificada, y, en consecuencia, muchas veces pasan desapercibidas. Esta falta de precisión de estas pruebas a la hora de detectar infecciones hizo que en los comienzos de la pandemia los expertos en la materia desestimaran su uso. Pero esta situación está cambiando debido a que estas pruebas tienen bondades, entre las que está el aumento de sensibilidad, que inclinan la balanza hacia su uso.
Para dar una idea de cuán económicas pueden ser las pruebas de antígeno es oportuno indicar que en revistas especializadas, tales como la revista “ Science», hay entendidos en la materia que indican que ciertos kits de pruebas de antígeno tan pronto reciban la aprobación de la FDA, en EEUU, la cual exige que las pruebas tengan un mínimo de 80 % de sensibilidad, podrían llegar a costar un dólar o menos.
A la hora de evaluar el uso de las pruebas de antígeno es muy importante tomar en cuenta, tal y como lo señalan los más reconocidos expertos en la materia, que las probabilidades de detectar el virus aumentan considerablemente al repetir la prueba. Repetición esta que es bastante viable habida cuenta de lo económicas y prácticas que estas pruebas pueden ser.
Para ilustrar cómo aumentan las posibilidades de detectar el virus considero útil la siguiente analogía: Vamos un día a pescar a un lago y no pescamos nada. A los días vamos a pescar al mismo lago; pero que ahora tiene más peces, ya que estos se reprodujeron rápidamente como un virus, y sí pescamos. (Las probabilidades de pescar en toda nuestra temporada de pesca son mayores a las que teníamos de pescar en la primera visita. Esto es así no sólo porque pasaríamos más tiempo pescando, sino porque en la segunda ida al lago habría más peces).
En el mundo las están usando cada vez más. En EEUU, para el momento en que escribo estas líneas, la FDA ya ha autorizado un puñado de pruebas de antígeno. La última, la cual autorizaron hace apenas unos días, es realmente impresionante. Se trata de una prueba portátil de “Laboratorios Abbott”, la cual se realiza de la siguiente manera: Un profesional de la salud toma una muestra de la nariz. Inserta la muestra en un dispositivo que se parece a una tarjeta de crédito. Le agrega unas gotas de solución y a los 15 minutos obtiene el resultado. Esta prueba identifica a personas con virus el 97,5 % de las veces (la referida sensibilidad), e identifica a personas sin el virus el 98,5 % de las veces. Esta prueba será vendida en el mercado por 5 dólares.
La prueba de antígeno hace posible la masificación:
La recomendación dada por las autoridades de la OMS: “Pruebas, pruebas, pruebas y más pruebas” es clave en el combate contra el virus. La prueba de antígeno por sus características permite esa masificación. Conseguir pruebas en la actualidad debe ser bastante cuesta arriba; pero me niego a aceptar que un gobierno que ha entregado vastas zonas del territorio para que nos expolien nuestros recursos naturales, tal y como lo demuestra la destrucción de parques nacionales, no tenga la capacidad de negociación necesaria para adquirir unas pruebas de antígeno.
Una manera, por ejemplo, de mitigar las consecuencias del eventual error que una prueba de antígeno pueda dar es implementando el comentado patrón de repetición, o, ordenando la realización de la prueba molecular a todos los pacientes que teniendo síntomas que sugieran la infección hubieren, a pesar de estas sospechas, obtenido un resultado negativo en la prueba de antígeno.
Considero que muchas de las autoridades sanitarias que miran con recelo las pruebas de antígeno, por la baja sensibilidad de algunas, lo hacen, acaso por costumbre, demasiado apegadas al rigor del procedimiento médico, dejando así de ver que en un mundo muy sediento de pruebas el efectuar un tipo de prueba, con las fallas que ésta pueda tener, es mejor que no efectuarla. ¿Acaso no es más provechoso pescar, aunque sea con una atarraya rota, que no pescar?
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