Un país para mi hermano, por Ariadna García
Al caminar las calles de Caracas y ver la desidia y la miseria a la que ha sido condenada la sociedad venezolana, pienso en mi hermano, un niño de apenas 11 años que tiene que lidiar con esa misma desgracia, pero desde su comprensión, a veces quisiera poder ver a Venezuela con los ojos de esos niños y saber qué piensan, qué sienten ellos cuando inevitablemente se encuentra de frente con ese país por más dibujos que les hagan sus padres.
Mi hermano ya va a la escuela solo, una vez hicimos el trayecto juntos y estas fueron algunas de las cosas que nos cruzamos: alcantarillas inestables, varios sintecho, aceras rotas, semáforos dañados, allí me detengo, al cruzar la calle junto a él y uno de sus amigos, pensé: qué peligro, estos chicos no solo deben protegerse de la inseguridad, sino también de los autos, de las motos, cómo pueden estar protegidos si el semáforo no funciona, qué pasa si cruzan antes, si el motorizado no los divisa ¿Quién es el responsable?
Ese niño de 11 años también se detiene algo perplejo cuando ve en las calles a hombres, mujeres, familias o niños comiendo de la basura, mi tía lo regaña y le dice que siga caminando, que no vea, pero ¿cómo no ver? Si pasa en cada acera.
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Hace una semana hubo una tragedia en el Club Social Ecuatoriano Venezolano de El Paraíso, mejor conocido como Los Cotorros, donde murieron 18 jóvenes, según declaraciones oficiales. Entre las víctimas se cuentan nueve menores de edad. Al local ingresaron bombas lacrimógenas y unas 400 personas para un espacio de 150, la lista de los protocolos que se incumplieron es extensa, solo puedo pensar en mi hermano, si las cosas siguen como van cuando él tenga 17 años irremediablemente querrá ir a fiestas y se encontrará con ese país, donde no hay seguridad, ni derechos de ningún tipo, donde tampoco tendría independencia porque actualmente es casi imposible que alguien pueda cubrir una salida al cine, al parque, incluso una barquilla.
Aunque uno trabaje por ese país y haga cosas no solo por ese niño de 11 años, sino por el resto, por los más grandes, los más pequeños, uno jamás podrá igualar al Estado, uno jamás podrá protegerlo de la inseguridad, ni de la alcantarilla, ni del semáforo, porque aunque uno pague impuestos, esto no está reflejado en ningún contexto de la vida diaria del venezolano porque así lo decidió la “venganza” de la revolución bolivariana.
Busco un país para mi hermano y para ello los necesito a ustedes. Trabajemos por la defensa de sus derechos, sus libertades, sus sueños, ellos crecerán, irán a fiestas, ellos caminarán una ciudad, su ciudad. Trabajemos juntos por un país en el que no se pierdan más vidas por la negligencia de un Estado
Busco un país para mi hermano.