Un punto medio entre la utopía y la realidad, por Richard Casanova
Todos sabemos que el gobierno –violando el Acuerdo de Barbados y la CRBV– mantuvo la ilegal inhabilitación de María Corina Machado e impidió la inscripción de Corina Yoris, una insólita arbitrariedad. También sabemos que faltando pocos minutos para vencer el lapso de postulaciones se inscribieron las candidaturas de Enrique Márquez y del Gobernador del Zulia, Manuel Rosales. Luego en una prórroga negociada con el régimen, afortunadamente se logró inscribir una tercera candidatura y preservar «la tarjeta de la manito» (MUD). A partir de ahí, en las redes sociales se ha evidenciado una absurda controversia en el mundo opositor que solo beneficia al gobierno.
Unos argumentan que se aceptó sumisamente la decisión del CNE de vetar las candidaturas de MC Machado y de Corina Yoris. Eso no es cierto, se peleó hasta el último minuto del último día del lapso de postulaciones. Y más aún, se sigue peleando, según han dicho reiteradamente la propia María Corina y la Plataforma Unitaria, solo que se hace con tres candidaturas inscritas, lo cual es una ventaja porque nos da certidumbre en caso del peor escenario. Es decir, si no se logra inscribir la candidatura que todos deseamos, tendremos la oportunidad de ofrecer una alternativa a los venezolanos.
Ahora bien, pongámoslo al revés ¿Cuál es la ventaja de dar la pelea, denunciar las arbitrariedades y defender nuestros derechos, sin haber inscrito esas candidaturas y tener garantizadas las tarjetas de oposición? Supongamos que alguien tuviera una respuesta a esa pregunta ¿Cuál sería el plan entonces? Algunos responden que –aprovechando el 82% de respaldo que tiene la opción del cambio– había que «reclamar en clara y alta voz el atropello, dirigirse al país y al mundo, actuar de manera firme y decidida en defensa de la voluntad de la gente». ¿Acaso eso no se ha hecho? Por supuesto que sí.
Tanto María Corina Machado como la Plataforma Unitaria han actuado en esa línea e incluso se logró que aliados de Maduro como Gustavo Petro y Lula Da Silva se pronunciarán a favor de la oposición democrática, pero hasta ahora esto no ha sido suficiente para abrir la posibilidad de inscribir las candidaturas que el gobierno mantiene bloqueadas. Entonces ¿Qué es lo que plantean? ¿Una Salida III, acaso? Eso nos sacaría de la «ruta electoral», el único consenso que claramente se sostiene con fuerza.
Lo cierto es que –hasta ahora– ninguno de los críticos de este trayecto que forzosamente transita la oposición tienen un planteamiento claro sobre el asunto. Tan solo se limitan a lugares comunes cargados de buenos deseos pero desconectados de la realidad actual, signada por el autoritarismo. Algunos dicen que estamos en una dictadura pero hacen exigencias como si viviéramos en democracia. Muchos planteamientos son basados en el «deber ser» y por tanto algo fantasiosos, visto el contexto.
No son nuestros deseos o el «deber ser» lo que debe sustanciar nuestra acción política, el éxito está en un balance entre lo ideal y lo posible, encontrar el punto medio entre la utopía y la realidad. Jamás podemos abandonar la lucha por lo que deseamos y por lo justo, pero siempre conscientes de nuestra realidad, calculando la viabilidad política de nuestras acciones y considerando todas las alternativas posibles, previendo todos los escenarios. Trabajar por lo que deseamos colocando las expectativas en «lo posible» nos evitará caer en frustraciones, destino seguro para quienes se aferran a «lo ideal».
Por otra parte, un gobierno con más del 80% de rechazo, sabe que con cualquier candidato perderá las elecciones si hay unidad y el país sale a votar. Si eso es así, nuestro foco debe estar en preservar esa unidad y mantenernos a toda costa en la ruta electoral. En consecuencia, estará desenfocado y haciendo el juego al gobierno –quizás sin percatarse– cualquier opositor que insista en planteamientos que nos dividan o estimulen la abstención. ¿Es difícil de entender?
A propósito, algunos opositores que no han logrado entenderlo se han dedicado a lanzar un ataque feroz contra la propia oposición, a disparar hacia la misma acera. Esta dislocada conducta no es nueva, pero en los últimos días la hemos visto desbordada contra Manuel Rosales, como si éste fuera el enemigo a vencer. No pretendo promover su candidatura, ni salgo en su defensa, pero en Miraflores deben estar frotándose las manos con este espectáculo. Nada más desenfocado en esta coyuntura y es insólito, pero he observado está actitud en gente que considero inteligente y respeto. Con inquietud me pregunto ¿cómo es posible que no entiendan algo tan elemental? En fin, asumo que es consecuencia de la angustia, la incertidumbre y de alguna manera, consecuencia del virus de la intolerancia que desde el poder han logrado inocular en la sociedad venezolana.
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Lógicamente, el gobierno juega impecablemente su estrategia para dividirnos. A la par de impedir la inscripción de María Corina y de la Prof. Yoris, admite la inscripción de Rosales para estimular esta controversia, alimentarla y propiciar la división entre las fuerzas democráticas. Muchos de los mensajes descalificando al Gobernador del Zulia, provienen de los laboratorios de guerra sucia del régimen. ¿Cuál debería ser la respuesta nuestra? No darle riendas a esa absurda confrontación interna, enfocarnos en el objetivo real que es derrotar -con el candidato que sea- al gobierno, estimular la participación electoral, prepararnos para ganar los comicios y para defender esa victoria. En dos palabras, la clave es Unidad y Voto, lo demás es apuntar fuera del perol.
Finalmente ¿Que espera el país? Está muy claro que hay una arrolladora voluntad de cambio en Venezuela y las elecciones son la oportunidad de cambio anhelada, la gente quiere votar. Entonces un liderazgo responsable tiene que garantizarle una opción electoral, así que la exigencia a María Corina Machado, como principal líder de la oposición; al liderazgo político expresado en Plataforma Unitaria y a Manuel Rosales es que construyan por consenso una candidatura unitaria antes del 20 de marzo.
Está exigencia es ya un clamor popular, el país sabe que tenemos una oportunidad única para salir de esta pesadilla roja y la dirigencia tiene que ponerse a la altura de las circunstancias, demostrar sensatez, madurez política, inteligencia y sobre todo, que es capaz de colocar a un lado sus diferencias, intereses y sus legítimas aspiraciones personales. No hacerlo sería más que una irresponsabilidad, una estupidez, cuyo costo político sería muy alto para ese liderazgo y muchísimo más para el país.
¿Quiénes serán los responsables si por la incapacidad para ponerse de acuerdo, Maduro continúa –y quizás se perpetúa– en el poder? Después de semejante sandez ¿Quién en la comunidad internacional apoyaría a esa oposición? Así que hasta por su propia sobrevivencia política, el liderazgo nacional –todo, sin excepción– está en la obligación de ofrecer una alternativa unitaria y satisfacer las expectativas de un país que ha demostrado su compromiso con el cambio. En efecto, nada ni nadie ha logrado doblegar nuestro espíritu de lucha. ¡Dios bendiga a Venezuela!
Richard Casanova es Arquitecto / Vicepresidente de ANR del Colegio de Ingenieros de Venezuela
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