Un sudario para la república, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Twitter: @gvillasmil99
“Cayó sobre la república un sudario”
José Rafael Pocaterra, Memorias de un venezolano de la decadencia.
De la ruta electoral no he dudado nunca. El voto es “el sacramento de la república”, escribió hace poco Fernando Mires y yo creo firmemente que es así. Nacido bajo la constitución de 1961 e inserto en la cultura política democrática que con ella Venezuela conoció, tengo en el voto un valor superior sin el cual un régimen político podrá ser todo lo que quiera, pero nunca genuinamente republicano. “Un ciudadano, un voto”; he allí el principio de toda democracia.
Pero como también ha dicho Mires, en Venezuela el voto perdió atractivo. Veinte años de “tramparencias” y desmanes “irreversibles” lograron por fin horadar la fe del venezolano en el voto universal, directo y secreto.
De allí entonces el renovado atractivo que cobró con el tiempo la vieja idea venezolana de la “parada”, de la aventura que en cabeza de algún jefecito afortunado terminara dando un “jonrón con bases llenas” forzando cambios a falta de consensos y sacándonos del tremedal en el que – bueno sea recordarlo– nos metimos nosotros mismos en 1998.
De tales cocidos surgieron Castro, Gómez y los más de los que les precedieron, lo mismo que Pérez Jiménez y que Hugo Chávez: ni más ni menos que de la atávica e infantil convicción venezolana de que “fulano es el hombre que este país necesita”. Le cuesta a uno entender el enfermizo entusiasmo que en su día generaron las llamadas a “la salida” o la espera del socorrido “quiebre” que desde la más absoluta puerilidad e ignorancia histórica algunos personajes de la política nacional han venido proponiendo ante la demostrada incapacidad opositora para generar conexiones sólidas con el país real.
Apelar a la violencia – Federico Engels dixit– como “partera de la historia” quizás resulte fácil para quien tenga a sus muchachos en algún college de Boston o un middle school de Miami-Dade, pero no para los que tenemos a los nuestros aquí. Quizás también lo sea para quien, asiduo a las series bélicas de Netflix, jamás haya vivido como quien esto escribe la experiencia brutal de amanecer en la sala de emergencias de un hospital de Caracas frente al cuerpo lívido de un adolescente con el cráneo destrozado o el torso “cosido” a tiros.
Porque con la idea de la violencia no se juega y porque creo en el poder del voto es que auspicio la vía electoral para mi país, única capaz de conducirnos a un equilibrio estable que jamás surgiría de un insostenible balance entre vencedores y vencidos.
Claro está que me refiero al voto eficaz, al voto que elija. En Rusia y Turquía, aliadas del régimen venezolano, también se vota, solo que antes de que se abra la primera urna ya uno sabe quién ganó. El progresivo desafecto del venezolano con el voto reside precisamente allí, en la percepción de que su voto no elige.
Contribuyen a ello un árbitro electoral menos confiable que un rematador de caballos, un sistema de postulaciones que ya tiene preestablecido quien es elegible y quien no y un mecanismo de emisión y de escrutinio del voto que oculta su vulnerabilidad tras una pretendida sofisticación técnica. A todo lo cual había que añadir la catástrofe que supondría movilizar electoralmente a Venezuela en plena epidemia: 20 millones de votantes en los poco más de 13 mil centros que había en 2017, al tiempo que la velocidad de transmisión de la epidemia en los próximos meses se estima de cuenta de 14 mil nuevos casos de ECOVI-19* por día ¿Qué campaña electoral, qué fase prelectoral seria podrían conducirse así? ¿Qué observación internacional? ¿A quién favorecerá una elección en la que el voto movilizado vía el del estado superará con creces al del venezolano que se espera vote libre y espontáneamente, siendo que a esas horas quizás ande buscando la manera de procurar alguna ayuda médica para el enfermo que tiene en casa?
No nos venga a estas alturas el abstencionismo militante, ése que siempre se creyó la tomadura de pelo esa según la cual “todas las opciones estaban sobre la mesa”, esgrimiendo cómodamente el argumento de la pandemia, pues algunos como el que esto escribe le están plantando cara desde su inicio el 13 de marzo. Pero que tampoco salgan los defensores a ultranza del 6D a restarle importancia a tamaña realidad basándose en las percepciones que les transmiten sus “operadores políticos”, muchos de los cuales con dificultad logran interpretar una gráfica “de torta” de esas que les suelen presentar los encuestólogos. Suficientes explicaciones les dimos al respecto, mostrando cifras y señalando tendencias desde el principio.
*Lea también: Las patas cortas de la Misión Vivienda, por Rafael Uzcátegui
Mientras tanto, impasible, el régimen se frota las manos. Ya lo han dicho: la elección del 6D va “llueva, truene o relampaguee”, no importa si el país profundo ese día esté llorando a sus muertos.
No debe extrañarnos tal actitud: en el 99 tampoco le importó al chavismo seguir adelante con su referéndum constitucional mientras el centro del país se ahogaba en barro. Para el chavismo esos siempre fueron temas menores.
Absortos ante el reporte diario de enfermos y de muertos y aun a sabiendas de que se trata de números irreales, los venezolanos hemos dejado de atender lo que está ocurriendo a la sombra de la pandemia. La represión política está desatada. Nuestra devastada economía petrolera nos redujo a una pobreza similar a la de la sufrida Haití. Somos los tísicos de América.
Y en medio de todo, la pandemia. Evoca uno a aquella Venezuela de 1918 en plena epidemia de influenza, la mal llamada “gripe española” que mató a 20 millones de personas en el mundo. El “Bagre” Gómez y su parentela dejaron atrás Caracas para correr a aislarse en Maracay, abandonando a su suerte a una ciudad a la que no le quedó más opción que sacar en procesión a la venerada imagen del Nazareno de San Pablo. Mientras, los “chácharos” a cargo de hacer el trabajo sucio de la represión proseguían en lo suyo resguardados por las sombras de aquella tragedia. “Cayó sobre la república un sudario”, escribió el siempre bizarro Pocaterra.
A cien años de aquellos hechos henos aquí, en medio de otra epidemia y con el país emboscado entre el abstencionismo sin mañana y la convocatoria irresponsable a unas elecciones en una fecha que solo conviene a los intereses del chavismo.
Una convocatoria por cuyo aplazamiento claman importantes voces dentro y fuera del país. Cito a dos: el doctor Ramón G. Aveledo y el señor Josep Borrell, Alto Comisionado de la UE para la Política Exterior y la Seguridad. Pero nada parece mover de sus respectivas posiciones a abstencionistas, por un lado, y a promotores de “unidades superiores” que, por el otro, hacen lo que Esaú y venden sus candidaturas por un plato de lentejas; trama y urdimbre del sudario que habrá de servir de mortaja a lo que queda de la república en Venezuela. Absolutamente nada.
*Nos acogemos al llamado de atención que nos hiciera el distinguido colega y numerario de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, profesor Miguel Ángel De Lima, en el sentido de preferir la voz castellana ECOVI-19 (acronímico de enfermedad por coronavirus 19) al anglicismo covid-19 (acronímico de coronavirus disease 19).
Referencias:
Mires, F (2020) Capriles, o el regreso de la política. (4 de septiembre, 2020. En: https://talcualdigital.com/capriles-o-el-regreso-de-la-politica-por-fernando-mires/
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela. 2do.Informe Covid-19 en Venezuela, 9.9.2020. En. https://acfiman.org/2do-informe-covid-19-en-venezuela-09-09-2020/
Fleritt, E. Ramón Guillermo Aveledo pide posponer la convocatoria electoral (4 de septiembre de 2020). En: https://enterate24.com/ramon-guillermo-aveledo-pide-posponer-la-convocatoria-electoral/
La UE, a favor de aplazar elecciones legislativas de Venezuela del 6 de diciembre (11 de agosto de 20020). En: https://www.france24.com/es/20200811-la-ue-a-favor-de-aplazar-elecciones-legislativas-de-venezuela-del-6-de-diciembre
Pocaterra, JR (ed. 1979). Memorias de un venezolano de la decadencia, tomo I, Caracas, Monteávila Editores, p.340.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo