Una esperanza objetiva, por Simón García
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No hay duda: el activo personal más importante hoy de las fuerzas de cambio es María Corina. Al menos tres factores la elevan a esta condición: 1. Una trayectoria de oposición frontal, 2. El enorme respaldo que obtuvo en la primaria, 3. La inexistencia de una figura que pueda mostrar un nivel parecido de liderazgo desde una actitud de cooperación.
María Corina aparece, incluso en las encuestas contratadas o hechas por el chavismo, como la contendora que en este momento le gana cómodamente a Maduro. Esta es también una percepción extendida en la opinión pública. Por lo tanto el apoyo es obvio y sano el mantenimiento de un respaldo con autonomía y voluntad de materializar sus fortalezas en condiciones de triunfo. Los aplaudidores deben comprender que entre posibilidad y realización hay una distancia que hay que recorrer acumulando aciertos políticos
El modo ventajista que caracteriza a este proceso puede atenuarse como resultado de la presión exterior, pero no va a conducir a unas elecciones competitivas.
El régimen va a echar mano de todos sus recursos de persuasión, manipulación, coacción y represión para que la abstención y la división de los descontentos le permitan mantenerse en el poder.
Ni los partidos que la apoyan a María Corina ni los que no la respaldan pueden darse el lujo de limitarse a manejar esta elección como una disputa ideológica. Las diferencias programáticas o la ausencia de afinidades de pensamiento deben tratarse en el contexto de una lucha democrática en condiciones no democráticas.
Por coherencia democrática y no sólo por cautela cuantitativa, ninguna agrupación o sector debe ser excluido a priori por una estrategia de cambio obligada a convertir un triunfo electoral en una victoria compartida. La democracia no es una consigna ni una promesa para después del triunfo. Es una relación y una cultura que hay que promover todos los días. Sin hegemonismos ni lideres omnipotentes.
Es evidente que el llamado a tejer una gran alianza nacional debe tocar a todas las expresiones opositoras, agrupaciones y personalidades cuya principal motivación no es la oposición al gobierno e incluso llegar hasta quienes dentro del campo autoritario dominante necesitan un canal de expresión que no sea el conspirativo. El deseo de transformar la actual situación para vivir mejor no se puede monopolizar a nombre de nada.
Esa alianza, necesariamente plural, tiene como prioridad convocar, reunir y movilizar las fuerzas suficientes para alcanzar una sustitución pacífica y electoral del actual gobierno, pero ese objetivo está vinculado a esclarecer cómo y para qué.
Lo que se haga para materializar el fin inmediato es la prioridad y la consistencia de los medios debe medirse con el interés de crear una nueva mayoría diferente en constitución y funcionamiento a las que hemos tenido hasta ahora. Una diferencia: reconocer y respetar las posiciones contrarias. Dejar de prohibir las disidencias, que siendo tan minoritarias menos deben ser excluidas por calco autoritario.
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En este momento hay que actuar para construir propósitos comunes. Ir uno a uno en fechas simbólicas, el 12 de febrero y el 8 de marzo, para celebrarlas pacíficamente en los espacios públicos que el gobierno quiere cerrar. Lograr un acuerdo, uno solo, para que el dividido mundo sindical cumpla un cronograma de iniciativas conjuntas de todas las Federaciones para rescatar salarios y jubilaciones dignas que permitan hacer una sola manifestación en todas las capitales de los Estados el próximo i 1 de Mayo. ¿Se puede o nos quedamos en la desconfianza y los ataques mutuos?
Hay que pasar del triunfalismo que nos desarma al optimismo de una esperanza objetiva.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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