Una extraña derrota, Francia 1940, por Ángel R. Lombardi Boscán
Churchill, luego del hundimiento de Francia en sólo un mes en el fatídico 1940, entendió que la única manera de parar a Hitler era con la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Estados Unidos desequilibró el estancamiento de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y aquí la historia se repite.
La guerra submarina que impuso Alemania contra Inglaterra en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) le hizo hundir barcos neutrales. Muchos de ellos de los Estados Unidos. Y esto fue determinante para la entrada en la guerra de los estadounidenses.
Un caso emblemático fue el hundimiento del trasatlántico «Lusitania» de bandera inglesa que fue torpedeado el 7 de mayo de 1915 en que se perdieron 1198 vidas de 1959. Entre ellos 126 pasajeros norteamericanos.
El poderío industrial de los Estados Unidos inclinó la balanza en favor de ingleses y franceses. Alemania, adicionalmente al comprometerse en luchar en dos frentes abiertos a la vez, se condenaba a sí misma. Las lecciones de la Historia rara vez son atendidas.
El invierno ruso y sus estepas inmensas y la multitud de hombres y recursos naturales fueron también la tumba de los alemanes. Lo que Hitler pensó que era «como robarle un caramelo a un niño» resultó luego de Stalingrado (1942/1943) su más completa perdición. Los eslavos, una «raza inferior», volvían a salvar a la civilización europea.
Sigue siendo «una extraña derrota» de Marc Bloch (1886-1944) un documento esencial para comprender cómo la psicología colectiva incide en los acontecimientos históricos. Algo que apenas se menciona ya que son causas invisibles o del espíritu.
«Muchos errores de diversa índole, cuyos efectos se acumularon, condujeron a nuestros ejércitos al desastre. Por encima de todos ellos se yergue una gran carencia. Nuestros jefes o quienes actuaron en su nombre no supieron pensar ésta guerra. Dicho de otro modo, el triunfo de los alemanes fue esencialmente una victoria intelectual, y eso fue quizá lo más grave».
Lo cierto del caso es que los vencedores de la Primera Guerra Mundial, Inglaterra y Francia, quedaron anestesiados por el horror. Toda su doctrina militar devino en una parálisis. Y la estrategia defensiva se impuso por encima de cualquier otra. En realidad, el más grande miedo.
Un reciente estudio del historiador inglés Alexander Watson con el título: «El anillo de acero» (2024), explica la Primera Guerra Mundial desde la óptica de los perdedores: Austria-Hungría y Alemania. Y llega a una conclusión desconcertante: fue el miedo la causa de esa terrible guerra que involucró a todas las potencias europeas. Miedo al vecino; miedo a perder relieve geopolítico; miedo a ser invadido; miedo al judío; miedo al tártaro; miedo al miedo. Pocas veces se estudia al miedo como causa esencial de las grandes conflagraciones en la Historia. Algunos, lo llaman: chivos expiatorios.
En cambio, una Alemania derrotada y humillada sólo respiraba venganza. Y luego del ascenso al poder de Hitler en 1933 se convirtió en la primera prioridad nacional. Lo que llevó a sus altos mandos militares a desarrollar una estrategia ofensiva sin resquemores de ningún tipo. Las guerras se ganan por una superior tecnología en los armamentos junto a una confianza total en la victoria.
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Los apaciguadores vs los guerreristas. Ya se sabe que en la Historia la audacia de una minoría radical produce la tragedia. Algunos, lo llaman Revolución. Francia, sus generales y ciudadanos nunca quisieron la guerra en 1940 y por ello mordieron el polvo sin apenas resistencia. Los moderados y pacifistas están muy bien, pero viven dentro de un platonismo suicida. En cambio, los halcones son realistas y prefieren la brutalidad del asesinato a la condición del cordero sacrificado. El reino de las paradojas.
Los ingleses iban por un mismo camino. Sólo que la emergencia de un combativo y valiente Churchill, con una confianza de hierro, hizo levantar la moral de los ingleses quienes miraron el miedo y lo derrotaron. Churchill, resistió sólo. Y esperó que Hitler empezara a pifiar.
La codicia rompe el saco. Cómo Francia fue muy fácil Hitler pensó que con sus aviones podía liquidar a Inglaterra. Sólo que los ingleses se defendieron con todo. Y el impaciente nazi se volcó contra la URSS creyendo que sería otra Francia parte 2.
Churchill, un anticomunista recalcitrante, se hizo súper pana del carnicero Stalin. Y más luego estrechó sus buenas relaciones con Roosevelt. El tiempo le dio la razón. Luego del Pearl Harbor en diciembre de 1941 la guerra se decidió a favor de los aliados.
Hoy, lo que nos luce evidente y genial fue todo lo contrario. Hitler en 1940 era el amo de Europa Occidental y su Blitz un huracán indetenible. El derrotismo era la senda de la mayoría y sólo muy pocos se atrevieron a seguir peleando teniendo todos los elementos en contra. Algo de esto sucede hoy en la trágica Venezuela.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia. Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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