Una generación de lectores disfuncionales, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Solo una generación de lectores
generará una generación de escritores.
Steven Spielberg
Es preocupante la situación que se vive en el plano educativo venezolano por tomar una muestra, en cuanto a la lectura y su compresión. Es motivo de investigación analizar las legiones de bachilleres que cada año egresan y leen (descifran códigos), pero no comprenden lo leído.
Conocedores de las virtudes, ventajas y bonanzas de la tecnología, no la critico de manera destructiva sino que ha sido mal empleada en el contexto educativo, ya que nuestros jóvenes han abandonado la lectura compresiva por vilmente cortar y pegar y, en muchos casos, ni saben qué es lo que dice el texto.
Tal vez suene chocante decir que estamos inmerso en una generación de analfabetos funcionales que te descifran con rapidez un texto, pero no entienden la esencia del mismo. En cada curso universitario me consigo con este tipo de personajes que leen, pero no tienen nada que decir.
En mi caso particular, cuando le coloco un enunciado sobre una actividad cualquiera, terminan preguntando dos o tres veces: ¿Qué quiere decir con la pregunta, profesor? O más lamentable, que frente a un plan instruccional quedan bloqueados, no saben qué hacer, por eso cuando se le da una planilla a un joven para completar una serie de datos muchas veces se pone torpe, producto de la deficiencia de compresión lectora.
El internet y celular desde hace un buen rato han desplazado al libro. Es más fácil presionar una tecla y encontrar la información que pasar página a página un libro para develar el conocimiento. Sin duda alguna la avasallante tecnología cada día ocupa más espacio en nuestra sociedad, pero es necesario preguntarse: ¿dentro de unos años tendremos humanos o robots?, porque por el camino que vamos nuestra venidera generación ya ni hablará, solo actuarán mecánicamente en función a los nuevos aparatos de alta gama. Esto traerá como consecuencia individuos con instrumentos de última generación, pero sin nada qué contar, pues serán los esclavos fidedignos de la tecnología. La cuestión no es decir que el internet y la tecnología son herramientas malas que, por supuesto no lo son, la cuestión radica en fomentar la lectura, pero también su comprensión que en definitiva marcará la pauta para decirnos si sabemos leer o no.
Para la gente resulta atractivo decir mi hijo es inteligente porque maneja a la perfección la tecnología, cualidad muy positiva para quien suscribe este artículo. Pero resulta triste cuando va a un centro comercial y no sabe seguir instrucciones, va a una entidad bancaria y no sabe llenar el formulario de alguna planilla, es conductor y no comprende las señales de tránsito, tan sencillo que aun teniendo el título de bachiller no sabe usar el diccionario.
Lo más connotativo es observar a nuestros estudiantes bloquearse frente a un folleto. Al apreciar todas estas deficiencias solo nos queda decir que el esfuerzo invertido de recursos por aprender a leer ha sido un desperdicio.
La tarea es para la familia y la escuela, ambas promotoras de la lectura, para que tomadas de las manos rompan con ese estereotipo que cada día está formando mal a nuestra generación de relevo. Es urgente que con la lectura comprensiva nazcan jóvenes que cultiven las letras, la imaginación y el pensamiento. Para tener en un futuro inmediato una cantera de ciudadanos proactivos capaces de dar respuestas coherentes y congruentes a la sociedad. De lo contrario, el sujeto contemporáneo estará en la era de la información, pero será un sujeto que ha decidido vivir en la ignorancia, la mentira, el prejuicio o la ilusión de la verdad: nubes del pensamiento que la lectura ayuda a disipar.
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Es hora de frenar al analfabetismo funcional, que hasta en instituciones educativas se promueve por el simple hecho que la tecnología permite la facilidad de resolver de inmediato. Pero esa inmediatez está haciendo que la capacidad de pensamiento, creación e imaginación del individuo cada día entre en letargo, convirtiendo al hombre en un ser más deshumanizado. Las consecuencias se evidencian en estudiantes sin capacidad de asertividad, raciocino, sin poder de autenticidad, ambiguos, sin hábitos de estudio, desubicados y desorientados. Es necesario que las instituciones se minen de lectores comprensivos, en especial desde los primeros grados. Sin lectura tendremos individuos mutilados.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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