Una idea mayor, por Julio Túpac Cabello
Venezuela es una nota de color. Con algunas excepciones, las reseñas de las últimas semanas de El País son una llanura sin filo, en El Nuevo Herald la noticia está volviendo a ser la colección de récords criminales de Maduro y su combo, y nada más esta semana en la BBC en español una columna titulaba, como quien ofrece entretenimiento de revista: ¿qué fue de la vida del petro?
Elliot Abrams parece estar ya más cómodo con sus declaraciones prudentes sin mesas ni opciones, los europeos ya aseveran con más contundencia a la sombra de una negociación noruega que les produce la seguridad de la prudencia y el grupo de Lima padece tierras adentro las consecuencias de nuestra migración masiva, más preocupados por las propias consecuencias sociales que otra cosa.
Venezolanos adentro y afuera lucimos similar. Recientemente un grupo de destacados compatriotas publicó y firmó un documento en el que exhortaban a no convertir las críticas en intrigas, a no confundir desacuerdos con confrontación, y a apoyar a Juan Guaidó como representante del movimiento democrático sin que ello significara eliminar la disidencia.
La ocasión fue perfecta para sintetizarnos: una banda de indignados enlistó una seguidilla de improperios a los firmantes, y los redactores del documento se dedicaron a defenderse de los apedreadores.
Nadie discutió sobre la actitud que nos conviene como integrantes de la opinión pública, lo que debemos demandar de los líderes, de las ideas que debemos prestar
La desnutrición sigue campeando, Venezuela se deshabita, las industrias que quedan abiertas están famélicas, la infraestructura ya derruida se vuelve inoperante, la energía mengua, la industria petrolera naufraga y la banda que secuestra el poder no se cansa de demostrar que no tienen ningún interés que no sea mantener el poder.
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¿Qué hacer? Sería arrogante e infantil contestarlo. Si algo ha mostrado nuestro gentilicio durante todos estos años es que en nuestro país se ha forjado gente proba, inteligente, formada y valiente que ha sido capaz de dar la cara por todos para enfrentar la arremetida con la que durante dos décadas una pandilla de criminales ha ido arrasando con nuestra cultura.
Pero, desesperación aparte, el estancamiento actual parece decirnos que no es suficiente. La realidad nos pide parir un abstracto de país que podamos acordar para tenerlo como destino. Cómo llegar pasará por salir de la mafia con que hemos topado. Pero será difícil avanzar si no tenemos puerto de llegada
Una abstracción de Venezuela que supere el pasado, el presente y los anhelos de los que estamos fuera y dentro. Un todo que sea más que la suma de valores y reglas económicas, de libertades individuales y democráticas.
La opresión que padecen los venezolanos y su subsecuente carestía económica es sin duda un disparador para movilizarse, y lo ha sido contra toda amenaza primitiva, inconstitucional y de fuerza desde hace dos décadas. Pero el plan se queda atascado cuando se trata sólo de vencer al adversario, que está en el poder, y que no tiene escrúpulos para utilizar lo que haga falta, literalmente, con tal de quedarse atrincherado en él.
El plan para salir de este marasmo está, por una parte, circunscrito a los recursos reales o creados por quienes nos lideran, para vencer el desafío que la miseria humana del chavismo nos ha puesto, y tiene que ver con la política real y la planificada, tan lúcida y brillantemente registrada en el Plan País
Pero una idea mayor nos espera, una que haga que no importe cuánto tengamos que modificar el plan, lo hagamos hasta que se haga efectivo.