Una kufiya en el Vaticano, por Aglaya Kinsbruner
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Roma es una ciudad multicultural y siempre lo fue. Si hoy tiene casi 3 millones de habitantes, en el primer siglo después de Cristo ya tenía 1 millón. Si uno habla español en un hotel, un restaurante, en cualquier parte, lo entienden a uno. Felipe VI habló en español ante el Parlamento italiano frente a 500 individuos entre diputados y senadores. Alabó la hermosa lengua italiana. Cierto es que cuando habló en italiano fue muy aplaudido incluso cuando se refirió al hecho que su padre había nacido en Roma. Condecoró a Giorgia Meloni con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y al presidente Sergio Mattarella con la Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Todo fue paz y amor.
Y en Roma también se encuentra el Vaticano, la baticueva del ahora Papa Francisco que tiene once años ejerciendo sus funciones. ¿No es tiempo suficiente para que hubiese hecho el esfuerzo de aprender a pronunciar un poco mejor el italiano y el latín? Si hubiese sido romano se habría dado cuenta del simbolismo del presente, del regalo recibido, o si hubiese por lo menos leído lo suficiente no hubiese estado tan desubicado y jamás hubiera aceptado un regalo tan político y no exento de malicia. Los romanos nunca olvidaron lo que pasó un 17 de diciembre de 1973.
Ese 17 de diciembre el vuelo 110 de Pan American World Airways fue atacado por terroristas palestinos que lanzaron bombas de fósforo dentro del avión próximo a embarcar. Así murieron de una muerte espantosa 34 pasajeros que no pudieron salir del avión que se encontraba en la ruta Fiumicino/Roma dirigido a Beirut/Líbano.
El financista Antonio Zara opuso resistencia y fue asesinado con tiros de ametralladora en la espalda. Recibió la medalla de oro póstuma al valor.
El 27 de diciembre de 1985, ¡qué fijación con las Navidades! Cuatro hombres armados se acercaron al mostrador de la aerolínea El Al y abrieron fuego con rifles de asalto y granadas. 16 personas fueron asesinadas y 99 heridas. Tampoco este suceso fue olvidado jamás por los romanos. En el año 2008, a petición de Silvio Berlusconi fue promulgada una ley que prohibía la construcción de nuevas mezquitas. ¿La razón? Los legisladores determinaron que el Islam no reunía las condiciones necesarias para ser considerado una religión. ¡Wow! ¿Y cuánto tiempo le habrá tomado a SPQR * llegar a esa ponderada opinión? El presidente Sergio Mattarella dijo que el terrorismo ofende los valores de la humanidad.
La falta de buen gusto, del sentido de la oportunidad, de lo que se puede o no se puede hacer de parte del Papa que es una estadista o debiera serlo, aunque sea de un pequeño estado, es algo que sobrepasa cualquier criterio.
Su insistencia en que va a sacar ese pesebre, el Niño Jesús sobre una kufiya, el 24 de diciembre, para llevarlo a la Sala de Audiencias, aun habiendo sido totalmente desaconsejado por sus asesores, es ofensiva para católicos, judíos, romanos, legisladores e historiadores, todos.
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Y no podemos terminar sin hacerle un guiño a San Jerónimo, santo de los traductores habiendo ya pasado dos meses y medio de su onomástico. Tradujo la Biblia que pasó luego a llamarse Vulgata. Debe ponerse constantemente las manos en la cabeza, ahí donde está rodeado de ángeles, viendo los horrores de traducción de los textos llevados a cabo por la Inteligencia Artificial.
Seguro que si la IA tuviese que traducir:
«Este viejo tiene un problema», lo traduciría así:
!Este problema es viejo».
¡Que no es del todo incorrecto!
*Senatus Populusque Romanus
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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