Una Latinoamérica perdidamente «bananera», por Beltrán Vallejo

Mail: [email protected]
Escribo bajo el impacto de lo sucedido en Haití donde su presidente y primera dama fueron acribillados por un comando exterminador, lo que agrega más drama en las rutinarias tragedias del país más pobre del mundo. Viendo este hecho desde una perspectiva global, detallo el retroceso democrático, económico y social de Latinoamérica, donde se agrega su mala gestión en materia de atención a la pandemia.
Desde esta perspectiva, comienzo con nuestra Venezuela donde hace unos días el pantagruélico señor que está en Miraflores, en otro alarde de histrionismo retórico, manifestó que alcanzaría la inmunidad de rebaño en nuestro país para el mes de septiembre, y en esto la necedad se mezcla con la irresponsabilidad, más cuando ahora nos traen una vacuna cubana que todavía está en sus fases experimentales.
Vemos más arriba a un México, que también tiene a un parlanchín como presidente, mientras la mitad de esa nación está en manos de los carteles de la droga que siembran el terror y la violencia, decapitan y crucifican a decenas, y hasta hacen desfiles militares de la manera más impúdica.
Más abajo está la Nicaragua de ese tiranuelo de Daniel Ortega que implantó la moda de meter tras las rejas a cualquiera que diga por ahí que quiere ser candidato presidencial de ese miserable país.
Vemos El Salvador, donde hay un pichón de dictador en Bukele. Vemos a Honduras, considerado un narco-Estado, y vemos a esos miles de mexicanos y centroamericanos que arriesgan sus vidas en manos de coyotes y mafias para ver si llegan a gringolandia, así pasen meses o años en centros de reclusión en la frontera o que los devuelvan a patadas, o que los devuelvan en bolsas negras o que los entierren en fosas comunes. Y hasta hago mención de esa Cuba y de su dictadura totalitaria de décadas, la vampira del Caribe, pero ya es un lugar común hablar de la crónica tragedia cubana.
Al lado, nuestra vecina Colombia que vive dos meses de caos por una huelga general convocada por unos actores sociales y políticos que no tienen una agenda clara de protesta y que ahora confiesan que el conflicto se les escapó de las manos y reina así un vandalismo que ha permitido a su vez que el gobierno de Duque muestre su rostro más represivo.
En Brasil gobierna un loco, Bolsonaro, cuya irresponsabilidad con el manejo del coronavirus y su talante fascista ha llevado a convertir a esa nación en un inmenso cementerio del covid-19.
En Perú, un pueblo obligado a decidir electoralmente entre dos «primates» antidemocráticos, y que al final dicen que se impuso el del resentimiento social, pero hasta la fecha de este escrito no se proclama definitivamente el ganador entre Castillo y Fujimori. Y, más abajo, Chile, dizque del «milagro económico»; pero, como consecuencia de la espiral de violencia del año pasado, ese pueblo se fue a una elección constituyente donde predominaron las fuerzas políticas más populistas.
*Lea también: Argentina renegocia la deuda de cara a las elecciones, por Gabriel Gaspar
Latinoamérica pinta su peor cara para esta segunda década del siglo XXI. Pareciera una etapa perdida en lo democrático y un freno para el progreso económico. Pareciera que el pueblo latinoamericano no tiene otra brújula que no sea el populismo, el autoritarismo, el estatismo recalcitrante o el neoliberalismo irracional, y la delincuencia en forma de carteles y pandillas. No hay un destino promisorio en un subcontinente que se debate entre el casi totalitarismo de Maduro y el fascismo de Bolsonaro, entre la cuasi dictadura de Bukele y las bolsas de comida del cartel de Sinaloa, entre el mesiánico López Obrador y el irresponsable Duque.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo