Una misión secreta en Puerto Cabello, por Simón García

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Misión es el cometido que una persona cumple por decisión propia o instrucciones ajenas, generalmente de superiores. El carácter secreto supone su realización sigilosa porque su éxito depende de mantener oculto su propósito.
La trama de la veta de historia que nos ocupa ocurre en 1783 y se refiere a la llegada a Puerto Cabello de una flota francesa para cumplir una misión secreta. Muy efectiva porque aún es un episodio poco conocido y porque algunos de sus aspectos todavía no están claros.
El asunto comienza cuando la flota francesa, que había apoyado a los norteamericanos que luchaban por independizarse de Inglaterra, salió en enero de ese año de Boston rumbo al Caribe. Los capitanes de las distintas embarcaciones cuando llegan por separado a Curazao se dedican a reparar los daños que sufrieron algunas embarcaciones en la travesía y a abastecerse para continuar su viaje a Venezuela. Abren entonces un sobre sellado que contiene las instrucciones sobre la misión.
El arribo de 14 barcos con 4.500 hombres a la tranquila mar de Puerto Cabello fue espectacular, pero con novedad. El 3 de febrero una de ellas, La Bourgogne con 930 hombres y 74 cañones naufraga frente a Punta Uveros en la costa de Falcón con saldo de muertos y heridos. Era imposible que con tal tragedia y el tamaño de la flota la misión secreta consistiera en desembarcar en Puerto Cabello.
Entre las explicaciones para justificar la causa de ese desplazamiento naval, circularon versiones que avivaron el misterio y la intriga sobre esa presencia militar en el Puerto venezolano. Todas ellas rodeadas de confusión, sobre un hecho que efectivamente ocurrió y que no podía ser producto del azar.
Un primer enredo lo crea un relato donde Francisco de Miranda aparece como el ejecutor de la misión. Pero ese año, Miranda estaba en La Habana. Pero la implicación no es descabellada: en 1782 Miranda, por órdenes del General Cajigal, viaja a Jamaica para negociar un intercambio de prisioneros con los ingleses: su misión adicional es recolectar información sobre sus tropas, sistema defensivo y vulnerabilidades de la plaza, Esa narrativa adquiere verosimilitud cuando se conoce posteriormente que el siguiente destino y objetivo de la flota es el de resguardarse en Puerto Cabello, esperar refuerzos y proceder a tomar Jamaica para devolver su Gobierno a España.
El segundo embrollo sostiene que el gobernador de la Provincia ordenó a un Teniente de Navío trasladarse a Puerto Cabello para evaluar la situación de toda su estructura defensiva. Según algunos testimonios este cometido se cumplió con éxito, por lo que el oficial recibió un ascenso. Pero no parece tener conexión visible y directa con el plan de invadir Jamaica.
A estos cuentos sobre el objetivo de la misión se suma la confusión sobre el jefe de ella. Unos señalan a un Conde de Vaudreuil de apellido Rigaud y otros a un Marqués con igual apellido. Pero no se trata de una confusión de títulos sino de personas diferentes que sirvieron a Francia, uno en Canadá como Gobernador y el otro en la Isla de Santo Domingo.
No parece verosímil que el Almirante Luis Philippe de Rigaud, Marqués de Vaudreuil haya estado en Puerto Cabello. A quien se señala como comandante de la flota es al mariscal, Barón de Viomenil. Para atenderlos en el Puerto el Gobernador de la Provincia de Caracas Manuel González, envió a Pedro de Nava «el refinado, inteligente y con dominio del francés» segundo Comandante de la Provincia.
La tercera narrativa, fundamentada en documentadas investigaciones históricas es la que expone Carlos F Duarte en dos de sus minuciosas obras sobre el tema. Una publicada en 1991 por la Fundación Pampero, La misión secreta en Puerto Cabello y el viaje a Caracas en 1783 y la otra editada por la Academia Nacional de la historia en 1998, Testimonios de la Visita de los Oficiales Franceses a Venezuela.
También dos de esos oficiales dejaron escritas sus impresiones en sus Diarios de viaje. Uno de ellos, señalado como el verdadero responsable de la misión secreta, el Coronel Louis Alexandre Berthier, miembro del Estado Mayor del Marqués De La Fayette, de familia noble, ingeniero y geógrafo de profesión curiosamente se refiere más a sus visiones sobre Caracas, donde presencia las fiestas de Carnaval que a Puerto Cabello, cuyas observaciones limita a lo pequeño de su población, detalles sobre sus casas, el excesivo calor, la insalubridad y referencias a su regimiento militar y sus baterías defensivas. La versión original del diario de Berthier, porque existe una revisada, es la que toma Duarte para traducirla y comentarla
El otro oficial fue Charles-Louis Víctor De Broglie quien dedica mayor espacio en sus escritos a su estadía en Puerto Cabello y en sus relaciones en la ciudad difunde la causa republicana. Su interés se centra en aprender aspectos de la vida cotidiana y no pareciera estar en una conspiración, una de cuyas condiciones consistía en no dar señales que la develaran. Años después llegó a ser Diputado por la nobleza en los Estados Generales y Presidente de la Asamblea Constituyente en 1791.
Por estos y otros escritos se sabe que no se produjo el esperado refuerzo desde La Habana comandado por Solano y Boté, lo que prácticamente canceló la operación sobre Jamaica. Un nutrido número de miembros de la aristocracia, oficiales de alto rango, por invitación de Pedro de Navas, decide viajar a Caracas, unos por tierra y otros por mar. Allí disfrutaron nueve días de agasajos antes de regresar a Francia.
Puerto Cabello tenía un papel estratégico real y potencial, en términos comerciales y militares. En ese momento tenía una fortificación y un emplazamiento de artillería suficiente para disuadir o infringir daños tanto a incursiones piratas como a alguna eventual pretensión de asiento de potencias extranjeras.
Una consecuencia de la visita francesa a Puerto Cabello y Caracas es que se produjo un avance en el desarrollo de la historia de la Provincia y en el conocimiento de cómo eran el Puerto y Caracas en esos años. El tipo de sociedad y su estratificación social, sus instituciones, el funcionamiento de su economía, sus costumbres, la flora y la fauna, los amores y el sexo, las fiestas y bailes, el ambiente intelectual y la vida cotidiana de sus habitantes, tanto en las élites como en los sectores populares de la ciudad.
Uno de esos aportes es de Luis Alfredo Pizzolante, el historiador que mejor se ha ocupado de investigar distintas dimensiones de su ciudad natal. Según Pizzolante el comercio local y la exportación adquieren vigor a partir de la labor de la Compañía Guipuzcoana y la producción de Cacao en la vasta área de influencia de Puerto Cabello: Patanemo, Borburata, San Esteban, Guaiguaza, Trincheras, San Pablo de Urama, Chirgua, Canoabo, Montaban y Nirgua.
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Señala, apoyándose en el Informe de Don Pedro Olavarriaga, datos y observaciones que ilustran el proceso de conformación de cuatro élites; la agrícola, la militar, la comercial y la clerical, todas las cuales se articulan en torno a las actividades de las haciendas propiedad de los primeros españoles residentes.
Aparecen los nombres de los grandes cacaos haciendo mejor vida en sus haciendas que en el Puerto, Valencia o Caracas: el Marqués de Mijares, Lorenzo de Córdoba; Juan de Ibarra, Doña Micaela de Ovalles, Juan Francisco De Freitas, Juan de Solórzano o Pedro Miguel de Herrera.
La misión de estos primeros hombres que dinamizaron la economía regional ya vida de la Provincia fue clara y pública. Pero, ¿hubo una misión secreta de los franceses en Puerto Cabello?, A ciencia cierta, ¿sabremos cual fue y si de verdad se llevó a cabo?
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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