Una obertura y un poema para mis amigos muertos, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
“La libertad es el bien más preciado que un hombre pueda poseer”
Johan Wolfgang Goethe. Egmont, 1788.
“… porque es mejor llorar que traicionar,
porque es mejor llorar que traicionarse”
Mario Benedetti. Hombre preso que mira a su hijo, 1972.
Romper a llorar en medio de la gente, conmovido por la evocación del recuerdo de mis amigos sacrificados en la lucha por la libertad venezolana, no es cosa que me avergüence. Ocurrió hace poco, en una sala de conciertos, tan pronto sonaron los primeros compases de la conmovedora obertura con la que en 1787 Ludwig van Beethoven puso música al drama goethiano escrito por aquellos mismos años inspirado en la tragedia del conde de Egmont, el héroe flamenco martirizado hasta morir. Poco me importa lo que diga nadie: Yo lloro por mis amigos muertos, venezolanos de bien que entregaron la vida en defensa de lo que es – como escribiera Goethe- “el bien más preciado que un hombre pueda poseer”.
Lloro por Fernando Albán, mi frater dilecto, a un año más de su sacrificio. Lloro sabiendo libres a sus verdugos, expresión del crimen convertido en arma política que busca aterrorizar al ciudadano aniquilando en él toda voluntad de resistencia y de lucha.
Es el asesinato «quirúrgicamente» ejecutado, como para que nadie olvide que cualquiera puede perfectamente ser el próximo.
El informe del pasado 25 de septiembre emitido por la Misión de Determinación de Hechos de Naciones Unidas al respecto no debería dejar lugar para la duda en nadie, el señor Volker Türk incluido: En Venezuela, disentir del régimen constituye materia de delito y toda forma de disidencia se hace acreedora del más severo de los castigos. Al respecto vale citar a la jurista portuguesa Marta Valiñas, jefa de la Misión:
“Continúan cometiéndose en Venezuela violaciones graves a los derechos humanos. Recientemente, estos incidentes se han llevado a cabo de manera más selectiva contra determinadas personas de la sociedad civil, tales como dirigentes sindicales, periodistas y personas defensoras de derechos humanos”.
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Ocultos de las luces de la Caracas «chévere» y envilecida, la de la «beautiful people» que cena y liba en restoranes y «rooftops» de alta gama y fuera del radar de la ciudad de los espectáculos masivos, los conferencistas de autoayuda y los cirujanos de pancarta, 283 presos políticos, de acuerdo con datos del Foro Penal Venezolano, malviven y perecen poco a poco en cárceles y «chekas» envueltas en el olvido.
El 8 de octubre de 2018, Fernando Albán, venezolano decente y genuinamente bueno, moría horriblemente en una de ellas estando bajo la custodia del estado. ¿Dónde están hoy sus esbirros? ¿Por qué rara vez mencionan su nombre en sus declaraciones esos genios de la política que se hacen llamar «operadores»? ¿Quién recuerda hoy a los 167 venezolanos muertos desde el 1 de abril de 2017, como lo denunciara en su día el Observatorio Venezolano de la Violencia? ¿A qué oscura agenda obedece el infame discurso de cierta dirigencia que, refiriéndose al drama de la Diáspora, nos ofende afirmando que de ella «todos»– Ud. y yo incluidos, estimado lector- «somos responsables», lavándole así los calzones a un régimen que desde 1998 no puede exhibir otro éxito que el haber demolido los cimientos de la república?
Abuenarnos ahora con quienes han destruido todo lo que alguna vez fuimos y amamos: He allí la nueva consigna. Diluir culpas y deberes en prosecco o escocés – habrá quien pueda–, aturdiendo el espíritu en «shows» masivos con tenores o merengueros – aquí hay gente para todo– cuando no departiendo cordialmente en algún decadente club social de esos que antaño se ufanaban reservarse «el derecho de admisión».
He allí el molinillo en el que la Venezuela de hoy pulveriza su conciencia todos los días, mientras padres ya viejos, viudas e hijos huérfanos lloran ante el retrato del ser querido muerto al que enterraron un día, cerrado el féretro y cubierto con la bandera nacional.
¿Qué carajo puede importarme entonces que la señora de al lado o el caballero del asiento de atrás me vean llorar? ¿Qué tengo que hacer yo con la lástima con la que miran impávidos los lagrimones que resbalan por mi rostro recordando a mis amigos muertos, a cuya memoria entrañable quise homenajear con el espíritu del gran Goethe flotando en el ambiente a falta de genio alguno que componga, como en su día Beethoven al paladín neerlandés, una obertura en su honor?
«Son macanas que los hombres no lloran», versó Mario Benedetti, «aquí lloramos todos». Y termina diciendo el poeta uruguayo, con el acento que es tan propio de los pueblos del Sur: «llorá, pero no olvidés».
Yo lloro hoy por mis amigos muertos, pero no los olvido. Porque no habría peor muerte que esa.
Descansa en paz, Fernando.
Referencias:
1.Observatorio Venezolano de Violencia. (2018). Informe Anual 2017. En: https://observatoriodeviolencia.org.ve/informes/ 2. Foro Penal Venezolano. Informe de Gestión 2023. En: https://www.foropenal.com. 3. Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU sobre la República Bolivariana de Venezuela. Informe A/HRC/51/43: Informe de la misión internacional independiente de determinación de los hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela. 20 de septiembre de 2022. En: https://www.ohchr.org/es/hr-bodies/hrc/ffmv/report-ffmv-september2022.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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