Una oposición divida perpetúa el gobierno de Maduro, por Carlos Torrealba Rangel
Twitter: @ctorrealbar | IG: @carlostorrealbarangel
La unidad de la oposición es un asunto vital, incluso de gran trascendencia para el futuro, si se desea generar el cambio hacia el restablecimiento de la democracia en Venezuela.
La unidad no es una ninguna panacea que todo lo resuelve; no obstante, sin la unidad las fuerzas democráticas no podrán derrotar a un «enemigo» que es poderoso y que juega duro, sin respetar regla alguna, porque su objetivo es retener el poder y, de ser posible, liquidar de una vez lo que queda de vida democrática en el país.
No existe la unidad por la unidad misma. Ella solo ocurre cuando existe un objetivo y/o enemigo en común. Ese acuerdo o pacto desaparece cuando se logra tal objetivo o se derrota al enemigo en común. Después, las alianzas pueden ser renovadas o canceladas. En política, la unidad siempre es transitoria y opera por interés. Concluida la alianza, los actores políticos seguirán luchando por sus propuestas y proyectos de país, según sus agendas programáticas.
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La unidad siempre es la unidad en la diversidad. Los que piensan iguales no necesitan unirse porque de hecho ya están unidos. La unidad, por ende, se constituye entre los diferentes, entre actores políticos que actúan y hablan de forma concertada, en una situación de auténtico pluralismo político.
En el caso particular de Venezuela, la unidad ha de lograrse entre fuerzas, organizaciones y partidos que incluso no tienen nada en común. Vente Venezuela de María Corina Machado y Unión y Progreso de Eduardo Fernández, por citar un solo ejemplo, no tienen nada en común, con excepción del mismo enemigo, cual es el régimen que ha socavado la democracia en Venezuela, además de destruir la economía, a tal punto de someter a la mayoría de la población a vivir en modo de supervivencia.
Por paradójico que parezca, quien si entiende bien el tema de la unidad opositora es la élite gobernante. El chavismo está consciente que las posibilidades de reelección de Maduro son limitadas, salvo que logre hacer funcionar su estrategia de dividir, fragmentar y desarticular a la oposición, además de estimular la abstención electoral.
Para el chavismo es una amenaza real que la oposición concurra a las presidenciales del 2024 con una candidatura unitaria por cuanto ello podría dar pie a una derrota segura y, mucho más, si la oposición logra estimular la participación masiva de la población en ese evento electoral. Frente a esa amenaza hará todo lo que sea necesario para saborear cualquier intento unitario de la oposición. Su objetivo fundamental es anclarse en el poder y en función de ello no tendrá límite.
La unidad en el contexto actual de Venezuela no prospera no tanto por las diferencias existentes, las cuales son normales entre fuerzas que se definen como democráticas, sino por el predominio de las agendas particulares y por la creencia que se puede avanzar en la imposición de las mismas, minando cualquier punto en común que pueda existir. Mientras las ambiciones políticas estén a la orden del día y persista el enfoque de que yo soy el único –o la única– que puede lograr el cambio de gobierno, no habrá posibilidad alguna de entendimiento.
Una oposición «miope», donde sus líderes tienen mucha más vocación de satisfacer sus intereses particulares que buscar la unidad que tanta falta hace, perpetúa el régimen chavista. Y mientras esa realidad no cambie en los tiempos por venir, lo más probable que ocurra es que el presidente Nicolás Maduro sea reelecto en las elecciones de 2024 por 6 años más, prolongando con ello una tragedia inmerecida para el país y su gente.
Carlos Torrealba Rangel es economista
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