Unidad para ganar y gobernar, por Gonzalo González
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La existencia de un proyecto nacional de cambio es indispensable para poder desplazar del poder a quienes hoy mantienen secuestrado al Estado y la sociedad. Ese cambio va más allá de sustituir un gobierno, significa salir del régimen imperante.
Ese proyecto nacional solo puede ser construido e impulsado por una amplia convergencia de sectores políticos, sociales, sociedad civil organizada, personalidades de diversa procedencia que se asuma como sujeto político en representación de los intereses y aspiraciones de la mayoría de la social de la nación.
Ha sido usual en Latinoamérica la conformación de coaliciones políticas de los sectores democráticos para luchar con éxito contra las dictaduras que la han asolado en su accidentada historia. La necesidad de construir coaliciones parte de la constatación de que ninguna fuerza política por sí sola tiene la capacidad de derrotar a las tiranías o de imponerles una transición hacia la democracia.
El funcionamiento de las coaliciones es complicado porque se trata de la concurrencia unitaria de actores políticos de diversa proveniencia ideológica, competidores naturales entre ellos por la pluralidad de visiones e intereses. Es la unidad en la diversidad, alianza dictada por la necesidad de derrotar a un adversario común cuyo ejercicio del poder es contraria a sus postulados e intereses. El cemento de la unidad es la convicción de que todos los involucrados ganan más unidos que actuando por la libre, la subordinación de los temas divergentes que compliquen, debiliten, amenacen la sostenibilidad del esfuerzo común, la confianza generada por reglas claras, compartidas y el fair play en el funcionamiento de la misma.
Las coaliciones unitarias referidas han sido de distinto formato y duración en el tiempo a consecuencia de las especificidades nacionales e intereses de los coaligados. Las ha habido limitadas al desplazamiento del poder de la dictadura de turno, otras duran igual que las anteriores pero con el compromiso de llevar adelante unos acuerdos comunes sobre políticas públicas a implantar y finalmente, las menos, permanecer coaligados todo el tiempo que sea necesario para superar los obstáculos residuales de la dictadura, implantar y consolidar un determinado proyecto político.
Lo anterior viene a cuento porque las fuerzas democráticas venezolanas tienen, en la presente circunstancia nacional, la necesidad y el deber de resolver qué tipo de formato unitario terminar de construir, el objetivo del mismo y su permanencia en el tiempo.
El ejercicio del poder de parte del chavismo ha tenido como consecuencia un retroceso neto en los índices civilizatorios del Estado y la sociedad venezolana que pueden resumirse en dos conclusiones de gran calado y efecto negativo: el Estado venezolano se ha convertido en uno fallido y forajido; la sociedad venezolana ha retrocedido tanto en su calidad de vida que hoy se encuentra en situación de emergencia humanitaria compleja y cerca de un 25% de la población ha tenido que emigrar buscando mejores condiciones de vida.
El reto histórico de las fuerzas democráticas —y no exageramos al caracterizarlo de esa forma— trasciende lograr la restauración del orden constitucional y reinstitucionalizar el funcionamiento del Estado. Se trata, literalmente, de reconstruir la nación en todos los ámbitos materiales e inmateriales; empezando por la superación de la emergencia humanitaria compleja para dar paso a la construcción de una sociedad libre, próspera, justa, inclusiva y segura para todos.
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La consecución de tales objetivos demanda la existencia de una visión de país compartida por todas las fuerzas y sectores participantes en la lucha por el cambio, del consenso social alrededor de esa visión, de la voluntad política y musculatura para ejecutarlo. Ese esfuerzo por su magnitud tendrá que ser sostenido por varios periodos de gobierno.
Lo anterior indica que la coalición unitaria debe trascender el cambio en la conducción del Estado, convertirse en una alianza de gobierno y mantenerse todo el tiempo que sea necesario para alcanzar y consolidar los objetivos planteados para la reconstrucción del país y la recuperación de los índices civilizatorios perdidos.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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