Unidad, una obligación de la sociedad civil, por Pedro Luis Echeverría
El régimen nos impone, a los ciudadanos, unas condiciones rayanas en lo vejatorio. En efecto, cuando las intenciones perversas de los actuales gobernantes, su desprestigio moral y el impulso agresivo e ineficiente de su forma de gobernar derriban toda huella de civilidad, la gente humilde, los trabajadores y la que cree en la democracia y la libertad se encuentran con crecientes dificultades a las que no pueden hacerle frente.
Cuando asistimos a los implacables malos tratos aplicados a los opositores; cuando presenciamos la degeneración de todas las protecciones normales que tienen las sociedades civilizadas.
Cuando grupos enteros de ciudadanos son despojados, de la noche a la mañana, de sus inalienables derechos y convertidos en parias.
Cuando meditamos que ello ocurre en un país de los más dotados por la naturaleza, concluimos que el orgullo venezolano está seriamente dañado y solo necesita y anhela la voz que le presente verazmente al pueblo la necesidad de acompañar la gran causa de la libertad y que nos una contra esta tiranía opresora que ha decidido gobernar al país por el terror y la fuerza.
El régimen ve a la disidencia como su peor y más peligroso enemigo, la califica como una coalición potencial contra él y utiliza cada gramo de su astucia para impedir que lo potencial se convierta en real. Por ello, no escatima, en ningún momento, recursos y artimañas propagandísticas para destruirla y dominarla. Es una obsesión a la que supedita todos los intereses políticos, tácticos y de cualquier género. Todos los inmensos recursos que le da el poder han sido empleados arteramente contra todos los que tenemos sobradas razones para repudiarle.
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Ha utilizado métodos de represión cada vez más drásticos y ha levantado contra los opositores las más absurdas calumnias. No obstante, mientras más estentóreamente acusa a la oposición como la principal responsable de los males que sufre el país, más vigorosamente se canalizan los sentimientos anti gobierno que colman a la sufriente Venezuela.
En estos fatídicos momentos para nuestra historia, la indisoluble unión e indoblegable resolución de defender la causa común de la justicia y la libertad contra la sumisión a un sistema que pretende reducirnos a vivir como esclavos y autómatas, es la respuesta que debemos dar como sociedad.
Una vez más hay que insistir que la Unidad y sólo la Unidad es capaz de concentrar la energía opositora contra la satrapía
La oportunidad está aquí y ahora, clara, y brillante: las circunstancias políticas internas y externas han excedido por completo y hacen insostenibles las posibilidades que tiene el régimen para manejarlas; por tanto, desperdiciar esta oportunidad, rechazarla, ignorarla o malgastarla traerá la reprobación de las mayorías de los venezolanos y de las generaciones más jóvenes.
Entonces, es necesario que la voluntad constante y la persistencia en el propósito dirijan y gobiernen la conducta de este pueblo y de sus líderes. Las dificultades y peligros de vivir en la Venezuela de hoy no desaparecerán sólo por cerrar los ojos ante ellos. No se desvanecerán con esperar a ver qué ocurre; tampoco si practicamos una política de apaciguamiento. Es necesario tomar una decisión, y cuanto más tiempo se retrase ésta, mayor será la dificultad y mayores los peligros que vendrán.
Si no somos capaces, por efectos de la confusión, la desorientación, la fragmentación y la parálisis política, de doblegar a un régimen que se desvanece por sus propios errores y permitimos que gane tiempo para reponerse y le haga aparecer como un gobierno omnipotente, habremos una vez más fracasado; mientras mayor sea la debilidad, la desunión y falta de voluntad de las fuerzas sociales opositoras y de sus dirigentes, más fuerte y voluntarioso se hará el régimen y mayores serán la represión e impotencia a la que nos veremos sometidos.
Si no somos capaces de solucionar los conflictos de intereses y dejar para más adelante las luchas internas en el seno opositor, merecemos vivir lo que está ocurriendo…