Unidad y deslinde, por Enrique Ochoa Antich
No cabe duda: la separación de AD de la MUD abre una nueva etapa en la conformación de la oposición venezolana. Hasta hace pocos días, juntos, el colectivo al cual pertenezco, pensaba sugerir que la Concertación le propusiese a la MUD una coordinación semanal, y así, más allá de las diferencias, poder acordarnos en puntos como alianzas electorales y protestas de calle. Pero ahora no sé si una propuesta como ésa tiene sentido o viabilidad. Una constatación: la MUD está pagando el costo de haberse separado de la ruta democrática al proponer la abstención para el 20M. Fue un error grave que no podía pasar impune.
Se está produciendo, tal vez más cruentamente de lo esperado, el deslinde que algunos propusimos en 2014. Ese año, luego de las criminales guarimbas impuestas como hecho cumplido por Voluntad Popular, María Corina Machado y ABP/Ledezma, varios voceros de la MUD recomendamos, incluso por escrito, que AD, PJ y UNT conformaran una nueva alianza en todo comprometida con la ruta democrática: pacífica, civil, electoral, constitucional, dialoguista y ajena a todo tutelaje extranjero. Pero el unitarismo, es decir, esa atrofia de convertir a la unidad en un fin en sí mismo, terminó por imponerse tratando de conciliar lo irreconciliable: voto y abstención, paz y violencia, diálogo y golpe militar, sanciones y soberanía. Hoy puedo decir sin temor a equivocarme que, como lo alertamos entonces, el costo de ese deslinde habría sido mucho menor en 2014 de lo que ha sido ahora.
La candidatura de Falcón y la articulación de la Concertación por el Cambio, plenamente comprometida con la ruta democrática, y el llamado a la abstención de la MUD y ahora la separación de AD, son expresiones de ese deslinde tardío pero necesario. Claro, la unidad es importante, sin embargo no puede ser convertida en un tótem. La unidad es algo deseable pero no asegura por sí misma el éxito: todos unidos, tomados de la mano, por el camino incorrecto, nunca llegaremos a la meta: lo fundamental es la estrategia que escojamos, no sólo la unidad. En política a veces las sumas restan y las divisiones multiplican porque, como decía Mitterrand, la política y la aritmética no son hermanas gemelas.
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Echemos una ojeada a la conformación actual de la oposición. En ella coexisten tres modos diferentes de hacer oposición:
- Una oposición es la extremista, la que, como propone Machado, busca “salir por la fuerza” del gobierno: se trata de una oposición que es siempre abstencionista, que nunca participaría de ningún diálogo, que acepta la protesta violenta, que propicia un golpe militar y/o una intervención militar extranjera: eso sí, su virtud es la coherencia: María Corina, por ejemplo, dice lo que piensa y hace lo que dice.
- Otra es la democrática, que también es coherente, representada hoy por la Concertación por el Cambio, que siempre defenderá el voto como un instrumento principalísimo de lucha popular, siempre estará disponible para el diálogo y la negociación, que propicia la protesta social de calle pero pacífica, y que nunca favorecerá ni golpes ni invasiones extranjeras.
- Y hay una tercera, la que representa la MUD, que me gusta llamar con las debidas disculpas “oposición merengue”: un pasito para allá y otro para acá, que hoy se abstiene pero mañana participa, que va al diálogo pero se levanta intempestivamente de la mesa de negociaciones, que dice creer en la ruta electoral pero no le incomoda una salida militar nacional o extranjera: es como si hubiese ingerido el memorable bebedizo del Dr. Jekyll y del fondo sombrío de su alma le surgiese por períodos cada vez más prolongados algún terrible Mr. Hyde: su principal defecto, como perciben los ciudadanos, es la incoherencia, esa trágica y perpetua contradicción consigo misma.
Si queremos pensar en un nuevo modelo unitario, debemos aceptar, aunque resulte paradójico, que ahora la unidad debe construirse a partir del reconocimiento de este deslinde entre extremistas y demócratas, participacionista y abstencionistas, pacifistas y violentos, dialoguistas y no dialoguistas, soberanistas e intervencionistas. Cada partido y organización debe escoger de qué lado está, y, comprometiéndose todos a coexistir dentro del respeto y sin descalificaciones, dejar que el pueblo decida cuál de estas visiones determinará el rumbo de la oposición y del cambio político. Quizá en este escenario ya la MUD no tenga razón de ser.
Podríamos desanimarnos ante este espectáculo. Pero la oposición ha probado en el pasado una enorme capacidad de recuperación:
- Luego de que el extremismo se apoderara de ella de 2002 a 2005 (intentona golpista, paro, abstención), la candidatura de Teodoro removió las aguas estancadas y luego el pacto Petkoff-Rosales-Borges dio paso a la ruta democrática que de inmediato, en 2007, obtuvo una importante victoria durante el referendo constitucional y contra el más poderoso, popular y adinerado Chávez.
- Luego de las derrotas de 2012 y 2013 (elecciones presidenciales, elecciones municipales) y de que el extremismo hiciese de nuevo de las suyas en 2014 (protestas de calle violentas con saldo lamentable de vidas humanas, por cierto, causadas mitad/mitad por lado y lado), la oposición ganó la AN y haciendo uso del sistema electoral mayoritario ideado por el chavismo, conquistó sus dos terceras partes.
Así que ya lo hemos hecho. Estoy cierto de toda certeza de que lo volveremos a hacer. Lo que vivimos hoy son los dolores de un parto largamente esperado. Una nueva oposición está naciendo