Universidades: la búsqueda de la luz, por Alejandro Oropeza G.
Twitter: @oropezag
… queremos rescatar y revalidar ante nuestro pueblo
la auctoritas de la Universidad. Allí subyace la legitimidad
histórica y constitucionalmente fundamentada de la academia
universitaria, para servir como guía de la sociedad y asesora del Estado.
Ante la destrucción por diseño de la universidad.
Manifiesto de los universitarios al pueblo venezolano, agosto 2021.
Es indudable que la segunda mitad del siglo XX en Venezuela estuvo caracterizada por circunstancias positivas asociadas a la inauguración del proceso democrático representativo nacional iniciado en 1958 que, con sus altos y sus bajos, determinó una evolución de las condiciones de vida de los nacionales y de la gran masa de inmigrantes recibida con los brazos abiertos en nuestra tierra.
Ciertamente, la explotación petrolera y el producto de la renta apuntala esta expansión vigorosa, uno de cuyos aspectos relevantes es la irrupción de la universidad en la vida cotidiana del venezolano, de todos, incluyendo a los hijos de aquellos que llegaron y se integraron hombro a hombro para hacer próspero al país. De todos, insisto, sin distinción o discriminación del ningún tipo.
No en balde, mi amigo Juan González (Juanito), sociólogo e infatigable luchador por la retoma de senderos positivos en nuestro país, al graduarse su hija en la Universidad Central de Venezuela, en la euforia del orgullo de la celebración, nos dijo, palabras más, palabras menos: «Esta sigue siendo una gran nación, pues es en este país que la nieta de un pescador de Choroní puede llegar a graduarse de médico a costa de su esfuerzo, dedicación y talento».
Es así como la construcción de la Venezuela del siglo XX se hizo sobre los fundamentos del desarrollo de potencialidades individuales y la superación personal de nosotros, lo que permitió una movilidad social impresionante que condujo a la emergencia de una clase media activa, animada, trabajadora y emprendedora, orgullosa de sí misma; con la convicción y creencia en la educación como el factor sustantivo para la realización de aquellas potencialidades individuales.
Recordamos aquella frase que insistente se repetía en los hogares: la única herencia que les dejo a mis hijos es su educación. Esta convicción significaba mucho más que su mero enunciado, pues sustentaba la posibilidad de logros, trabajo, desarrollo de cada quien y el desarrollar una actividad honesta, asociada al esfuerzo y a los logros sucesivos que, en principio, reclamaba al menos 16 años de estudios ininterrumpidos. Lo que de suyo sustentaba una positiva visión de largo plazo a nivel de plan personal.
Así, entonces, la familia se volcaba a apoyar a quienes emprendían los estudios universitarios, desde el propio hogar cuando era posible, en la distancia cuando tenían que irse a Mérida, a Caracas, a Maracaibo o Cumaná, haciendo el sacrificio para su manutención y permanencia. Pero, ahí estaban las universidades nacionales acogiendo y recibiendo a sus muchachos, apoyándolos y orientándolos, gratuitas en la práctica, cálidas en su nicho, exigentes en su labor de formación académica.
Es por ello que la universidad, su extensión, sus capacidades y sus logros, con sus defectos y virtudes como toda creación humana, se erige como uno de los logros más importantes de la nación venezolana del siglo XX. Eran, como bien apunta el lema de la UCV, casas que vencían las sombras; las sombras de la ignorancia, el conformismo, la apatía y la ausencia de proyectos personales y grupales, y que aportaban al país las capacidades necesarias para construir futuro y, por tanto, nación.
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Hoy día, la universidad, como institución nacional, busca la luz extraviada que irradie sobre las sombras que se expanden en su seno. Se observa a sí misma derruida y perseguida, violada y mancillada en su posibilidad de construir un futuro promisor y de acompañar a la sociedad y al Estado como consejera y productora de conocimiento, de iniciativas.
La destrucción intencional, como parte de un plan orquestado y diseñado por la peste del socialismo del siglo XXI, ubica a la universidad como uno de sus objetivos y, avanzan casi triunfalmente en la consecución de su fin.
Quizás, el que esta institución sea una de las pocas que ha resistido altivamente la penetración y la ideologización del procerato revolucionario, la imposición de una verdad única e indiscutible, de una visión histórica acomodaticia y falaz y que se ha negado a la capitulación de la libertad, sea el motivo para que la destrucción se constituya en tarea fundamental del régimen nefasto que nos desgobierna.
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Convocados por Venamerica y Nueva Universalia, un pequeño grupo —al inicio— de universitarios comenzó a pensar y a revisar posibilidades para afrontar la debacle. En el camino, ocurre la lamentable muerte del rector de la Universidad Simón Bolívar, el profesor Planchart, admirado, reconocido y querido académico, que deja a la deriva una de las universidades baluarte del mundo académico y que espoleó el ánimo y la tarea planteada. En ese camino se suman voluntades indispensables, profesores, investigadores venidos de ese mundo maravilloso del conocimiento y el estudio, con una pregunta que trasciende lo conocido en carne propia, ante la destrucción por diseño de la universidad y que basa una misión, una acción: ¿qué podemos y debemos hacer?
Se produjo, luego de estimular y consultar opiniones dentro y fuera del país, el Manifiesto de los universitarios al pueblo venezolano, publicado en agosto pasado; a través del cual se convoca a la reflexión, a la acción, al pensamiento y a la movilización en pos de: en primer lugar, detener el proceso de destrucción de las casas de estudios y, en segundo lugar, trabajar en pos de repensar la institución universitaria, como factor que permita analizar críticamente la gestión de la universidad pero, simultáneamente, comprender el rol de esta como vía para construir futuro posible para la nación. Pensar, hacer, rediseñar.
En pocos días casi dos mil suscribientes, académicos, investigadores y ciudadanos han adherido el documento. Se reconoce así a la universidad como motor indispensable del futuro y del desarrollo, como factor y realidad en torno al cual debemos reedificar sociedad y trascender la acción y convocar una amalgama ciudadana para la reocupación y defensa de ese espacio público abandonado y secuestrado por la necesidad y la humillación de la dádiva. Espacio en el cual podamos, nuevamente, reconocernos como iguales, pero, fundamentalmente, como distintos y plurales; base y sentido de la libertad y la democracia.
Se trata de asumir en este ámbito, como es indispensable en muchos otros, el reto y la invitación de la Conferencia Episcopal Venezolana a refundar la república. Es así como se asume la responsabilidad y el compromiso de toda la comunidad universitaria con el futuro y con la nación.
Gran parte de la ciudadanía debe reconocerse, y se reconoce, como actor y parte del imaginario del venezolano identificado con la universidad, creadora de oportunidades, de vías de desarrollo, como cantera para el forjamiento de las capacidades que permitieron el desarrollo sostenido de las décadas pasadas, a la par del crecimiento individual sin distingos de tipo alguno. Se lee en el manifiesto: La comunidad universitaria tiene un enorme compromiso con el futuro de refundar la república.
Un aniversario que nos honra y convoca se cumple en diciembre: los 300 años de la fundación de la Real Universidad de Caracas, en 1721; por Cédula Real de Felipe V, posteriormente en 1722 el papa Inocencio XIII emite una bula en el mismo sentido. Por lo que dos instituciones están involucradas en este hecho fundacional: la corona española y el Vaticano.
Este aniversario es el motivo para convocar y convocarnos, para reflexionar plural y abiertamente en torno al futuro, a las posibilidades de refundar la universidad y como contribución sectorial a la refundación necesaria de la república.
Se anuncia así un evento internacional alrededor de la conmemoración abierta y amplia del 300 aniversario de la UCV, una iniciativa que convoque, nos una, estimule y emplace a la reflexión y a la acción. Evento que no es exclusivo ámbito de académicos, investigadores y estudiantes sino un llamado a la participación cívica y ciudadana; es una convocatoria a los venezolanos que hoy día están regados por el mundo, muchos ofreciendo y ejerciendo labores con base en las herramientas aprehendidas en nuestra universidad y, a los que permanecen el país accionando por la libertad, la democracia, en medio del caos y el afán por la supervivencia del día a día.
Lejos está la intención de la creación de un coto ideológico o de pretender la apropiación de una conmemoración que es de todos: universitarios y ciudadanos. Y ello porque la propia filosofía de la universidad sería contraria a la pretensión.
Hoy día, la sombra soporífera y, a la vez violenta, de la inquisición ideológica maniquea; asociada con la intención de imponer UNA verdad y la revisión de la historia acomodaticia, no es ya una amenaza; es una realidad que se vive en el desmantelamiento y la destrucción de los campus universitarios a lo largo y ancho del país; y de la vida y la actividad académica.
Se hace un llamado, una convocatoria para accionar, trabajar, repensar y reflexionar sobre nuestra universidad, pero, sustancialmente, para actuar. Finaliza el comunicado con un emplazamiento:
«… queremos invitar a todos los venezolanos y a los amigos de Venezuela, con un llamado especial a los universitarios, a expresar con fuerza su decisión de no rendirse y acompañarnos frente al acoso de la tiranía de las sombras, la ignorancia y el atraso que devasta a Venezuela».
¡Hoy todos los venezolanos somos universitarios!
Por lo que todos estamos obligados a trabajar para vencer y desterrar a las sombras.
Alejandro Oropeza G. es Doctor en Ciencia Política. Escritor. Director Académico del Politics Center Academy-USA. CEO de VenAmerica, FL.
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