Uuy, qué Cuaresma…, por Marisa Iturriza
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Este Miércoles de Ceniza concluye el probablemente más helado carnaval mundial en muchos años y se inicia la Cuaresma. Como llevándole la contraria a eso del calentamiento global, en el hemisferio norte las temperaturas no pararon de bajar y cayeron unas nevadas de “padre y muy señor nuestro” mientras aquí, que la temperatura apenas llega a “fresquita”, el asueto de carnaval estuvo tan congelado como las esperanzas de que la situación mejore, lo cual podría cambiar si, tras superar la pandemia del coronavirus… y las otras igualmente apabullantes, imperará la buena voluntad y firme compromiso de los responsables de que así sea, en vez de repetir promesas que no cumplirán y amenazas que sí.
Tradicionalmente, Cuaresma es tiempo de reflexión y de alguna restricción alimentaria ¿Y qué? Eso es nada cuando hace mucho, muchísimo tiempo, aquí impera una cuarentena restrictiva de verdad-verdad, tanto en alimentación como en otros renglones harto reportados y en eso llevamos 21 años de este siglo + 1 de ñapa del anterior=22 años seguidos.
Sin entrar en detalle, en lapsos menores e históricamente cercanos, literatura y cine muestran etapas de ruina y miseria como la que afectó a los estadounidenses durante la Gran Depresión de los años 30, la cual no solo fue superada sino que hasta se aliaron con los europeos para derrotar al nazismo durante la II Guerra Mundial, ganando la preponderancia que eso y otras acciones positivas le valieron, como el Plan Marshall, que permitió incluso a la Alemania derrotada pagar el préstamo correspondiente en tiempo récord y lograr el lugar que ocupa actualmente junto con otras naciones.
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También, hasta ahora es tan asombroso el resultado de «el proceso» que seguro es una estrategia tan bien estructurada que hace que Cuaresma sea nada contra la cuarentena XL local sumada a una emigración que suele considerarse negativa, pero que a lo mejor es parte de un plan para que muchos se vayan y no estorben y luego reclamar como territorio nacional los espacios ocupados por ese gentío.
Y ya que estar entre los principales productores y exportadores petroleros da mucho trabajo, mejor ceder generosamente ese puesto a los nuevos mejores amigos, comprarles la gasolinita que venden caro, disminuir así la contaminación local, enviar lo suyo a “la isla” y, de paso, comprar arroz y pasta para quienes sigan Aguantando esta cadena tan fuerte (Cabeza de Hacha, Diomedes Díaz) pero atendiendo que Héctor Lavoe afirma Todo tiene su final…
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