Vainas del 7° Arte, por Carlos M. Montenegro
Hace unos años publiqué en estas mismas páginas un artículo en el que me refería a la primera proyección del recién inventado cinematógrafo en 1895. Contaba sobre los inicios del cine como industria desde la exhibición de las películas de 1 minuto de los hermanos Lùmiere hasta su formidable progreso convirtiéndose en un nuevo arte del siglo XX.
También trataba sobre la enorme influencia ejercida en la sociedad contemporánea, y del milmillonario negocio de la producción, distribución y exhibición que representa para los grandes estudios y productoras independientes, logrando resistir a la ofensiva de la TV así como a las nuevas tecnologías sin perder un ápice de su prestigio.
De antiguo, los diferentes movimientos artísticos y disciplinas consideradas como bellas artes eran solo seis: Arquitectura, Escultura, Pintura, Música, Danza y Literatura.
Hasta que a principios del siglo XX la importancia y penetración del cine dentro de la cultura fue tal que terminó por llamársele el “séptimo arte”, aunque no es plenamente aceptado en algunas culturas.
El cine cuenta con léxico propio, tomado de los nombres técnicos y de los hábitos propios de la industria, difundiéndose desde los círculos frecuentados por las personas vinculadas al negocio, hasta los críticos, cinéfilos y público en general adoptando sus curiosas costumbres y expresiones que ya forman parte del ambiente cotidiano.
Lea también: Guasón: un alma como un desierto, por Ángel R. Lombardi Boscán
Fue Riccioto Canudo, un escritor, poeta y crítico cinematográfico italiano, el primero en etiquetar al cine en 1911. Canudo percibía el cine como un “arte en movimiento”. Su influencia era muy importante dentro de los ambientes intelectuales y artísticos, tanto empíricos como teóricos, logrando que se incorporara al cine como el nuevo arte del siglo XX. Y así nació el “Séptimo Arte”.
El cine, por necesidad, tuvo que inventar muchos elementos inexistentes en aquella innovadora industria que estaba surgiendo. Uno fue un pintoresco artilugio que hoy día es imprescindible a la hora de rodar cualquier película sonora. Lo ideó Frank W. Thring (1882-1936) uno de esos pioneros de la industria cinematográfica cuando comenzaba a coger fuerza en Australia, y que empezó trabajando como proyeccionista en 1911 Su carácter emprendedor le llevó a pasar por todos los escalafones del negocio del cine, conociendo al dedillo las carencias y necesidades de la industria.
Una década después ya era uno de productores y distribuidores más importantes de su país. Durante la década de los años 20, con la incursión del sonido en las películas se encontraron con que la sincronía de la imagen con el sonido grabado no siempre coincidía.
Thring ideó un método que pudiese facilitar el trabajo a ambos equipos al editor y sobre todo al director del rodaje. A la pizarra usada en el cine mudo para identificar las tomas añadió una tablilla en la parte superior que iba unida por una bisagra; al golpear la tablilla sobre la placa inferior sonaba un característico ¡clac! que marcaba el momento exacto para comenzar a filmar y grabar sonido simultáneamente. Así nació “la claqueta”, recordando seguramente el particular chasquido.
Otro termino muy usado en el cine es “cameo” que viene a ser la aparición fugaz de una persona muy conocida en una película o video, representándose a sí mismo o a un personaje anónimo que no suele tener relevancia para la trama.
En realidad el término está prestado del teatro, en el que de larga data era usado; desde mediados del siglo XIX, durante el reinado de Victoria I de Inglaterra, hubo un gran interés y apoyo hacia las artes escénicas, representándose importantes obras de teatro en las que de vez en cuando se invitaba a algún personaje muy popular de la época a aparecer en escena. En la mayoría de las ocasiones, esas apariciones no llevaban consigo ningún tipo de texto en la obra, simplemente en un momento dado aparecía el personaje en cuestión por algún punto del escenario, ya fuese cruzándolo, permaneciendo estático en un lado o simplemente haciendo “bulto”.
A esas intervenciones se las empezó a llamar “cameos”, (camafeo en inglés), ese adorno de forma ovalada consistente en una piedra, generalmente de ónice, en la que hay labrada en relieve una figura humana y que van insertados en broches o colgantes; el hecho de utilizar cameo o camafeo en las obras de teatro, viene por el estado inmóvil y normalmente de perfil o la brevedad en el que aparecían los invitados al realizar su breve “intrusión”*.
Todas las cosas suelen tener sus primeras veces y sus debuts. El cine no podía ser menos, pero contando con una envidiable ventaja: casi todos esos momentos están registrados en imágenes en movimiento y desde 1927 incluso con sonido. El cine, dado su fabuloso desarrollo desde su fundación rebosa de primeras veces, por ejemplo: ¿cuando se rodó el primer largometraje?
Como se sabe, en sus comienzos el cine asombraba a la gente con la proyección de La Salida de los obreros de la fábrica Lumiere (56 segundos) y decenas de films con similar metraje. En una segunda época ya eran tramas dramáticas e hilarantes gags que duraban entre 10 y 30 minutos. Pero, ¿Y el primer largometraje?
Según consta en el Memory of the World Register (Registro de Memoria del Mundo) de la Unesco el primer largometraje de ficción de la historia, con más de una hora de duración, fue The Story of the Kelly Gang, una película muda rodada en Australia escrita y dirigida por Charles Tait. Se trata de un relato sobre la vida real de un forajido, Ned Kelly, capturado y ejecutado en la horca 25 años antes. Fue estrenada el 26 de diciembre de 1906.
Las películas clásicas casi siempre solían terminar con un beso de la pareja protagonista, claro, si terminaban bien, sobre el que se fundía el odiado Fin, o The end. Pero debió haber una vez en que se filmó el primer beso. Y sorprendentemente fue de las primeras cosa que hizo el cine al nacer.
Durante el último lustro del siglo XIX, el pionero del cine Thomas Alva Edison se dedicó a rodar un buen número de películas cortas que apenas llegaban al minuto de metraje para su recién creada productora, la Edison Manufacturing Co., Entre éstas se encontraba “The Kiss” (El beso) el cual recreaba la escena final de un musical de gran éxito que se estaba representando en Broadway y cuyo título era “The widow Jones” (La viuda Jones).
La escena fue rodada en el mes de abril de 1896 en el estudio que Edison tenía en New Jersey, utilizando a los propios actores protagonistas de la obra en el teatro. Lamentablemente apenas se conservan 18 segundos de la toma, pero según las crónicas, la puritana sociedad de la época quedó escandalizada con aquella escena de cortejo y besuqueo. Pero, como suele suceder, se convirtió en uno de los films de mayor asistencia y éxito del inventor.
Sin embargo habrían de pasar casi cuarenta años, para que alguien rodara una película mostrando un desnudo femenino integral. El primer y más escandaloso desnudo, no pornográfico, de la historia del cine fue rodado en Checoslovaquia, protagonizado por la despampanante actriz vienesa Hedy Lamarr en Ekstase (Éxtasis), 1933, dirigida por Gustav Machaty.
La cinta narra la relación adúltera de una bella joven casada con un viejo impotente. Lamarr aparece nadando en una piscina totalmente desnuda durante 10 minutos y casi otros tantos minutos corriendo tal cual vino al mundo por un bosque tratando de que el galán no la vea de esa guisa. También fue la primera vez en una pantalla que una mujer figuraba tener un orgasmo.
Y qué decir de lo de estampar las huellas en la acera de Hollywood Boulevard, o caminar por la inefable alfombra roja de los Oscar…
¡Qué vaina con el cine!
* Famosos son los cameos que realizó el director de cine británico Alfred Hitchcock, apareciendo fugazmente en casi 40 de las 58 películas que dirigió y en 4 de ellas en dos momentos diferentes. Véanlas con este link
https://www.dcine.org/especiales/los-38-cameos-de-alfred-hitchcock