¡Vamos a dale!, por Teodoro Petkoff
Tenemos, pues, Reglamento para los referendos revocatorios. Seguramente, como casi siempre ocurre en estos casos, no será completamente satisfactorio para las partes en pugna pero tampoco completamente insatisfactorio. Lo que quiere decir que con ese instrumento se puede trabajar.
La unanimidad en su aprobación revela que los rectores del CNE pudieron sortear y tramitar con mucho sentido de equilibrio las comprensibles presiones que desde cada lado del espectro político les llegaron. Después del acuerdo surgido de la Mesa de Negociación presidida por César Gaviria, este logro del CNE, por su grado de concreción y de concertación, es el tranco más largo que hemos dado hasta ahora, en tanto que sociedad civilizada, para salir con bien de este vaporón donde estamos metidos.
El camino hacia la celebración del RR presidencial se despeja aún más.
Mientras el anteproyecto inicial habría operado, de haber sido aprobado, como un instrumento que casi anulaba el derecho ciudadano a solicitar la revocación del mandato de un gobernante, este texto, ya definitivo, por el contrario, lo hace viable, regulándolo de manera razonable.
No existiendo una ley sobre los referendos, el CNE debió “volar por instrumentos” y, de hecho, legislar sobre la materia. El resultado es aceptable, aún a pesar de reservas que pudieran expresarse, en particular la que señalamos ayer sobre la limitación indebida del tiempo para la recolección de las firmas. En páginas interiores traemos un primer examen de los aspectos esenciales del reglamento y al él remitimos al lector.
Por ahora registremos complacidos que ya tenemos las reglas de juego y están trazadas las rayas de cal. Los equipos están en el terreno y aunque seguramente cabe esperar más de un foul en el desarrollo de la contienda, lo que se hace evidente es que cada vez se afirman más los mecanismos para la solución pacífica, democrática y electoral de la crisis política que agobia al país. La voluntad democrática de la mayoría de los venezolanos, aun la de los más comprometidos en sus respectivas trincheras, poco a poco y no sin esfuerzo ni contradicciones, va arrinconando a los inútiles perdonavidas que no mueven un dedo con intención constructiva y que no hacen otra cosa sino conjurar la violencia, en cada vez más lamentables y despreciables llamados a que otros la ejerzan.
Con esta decisión unánime el CNE, en esta especial coyuntura que vive el país, es más que un organismo técnico encargado de administrar elecciones.
Podría ser la primera concreción permanente de un estilo político de tolerancia, que ojalá este resurgiendo de las cenizas a que casi lo han reducido el sectarismo y la conflictividad.