Vamos a ver, por Teodoro Petkoff
Mucha gente se pregunta si hay que creerle al Chávez del mensaje ante la Asamblea Nacional. Pues bien, creyéndole o no, el tema no debería despacharse maniqueamente. Este Chávez del Mensaje parece haberse tomado en serio sus propias palabras acerca de «hacer política» ante una oposición que, según él mismo, «está haciendo política». Puede dudarse de su sinceridad, pero no se debe ignorar que hubo un cambio en su tono político. Vamos a ver cuanto dura. Puede especularse mucho sobre las razones de tal cambio, pero el mero hecho de que haya llamado la atención revela que, sin duda, a nadie se le pasó por alto.
En el mensaje del Presidente, el sábado pasado, hay dos elementos políticos sobre los cuales vale la pena detenerse. Uno, la peculiar «devolución» de la Ley Habilitante, que, según sus propias palabras, se propondría usar sólo durante tres meses más, hasta el 1º de mayo; otro, la redefinición de sus contendores de este largo zafarrancho de doce años en términos de «adversarios» y no de «enemigos». Chávez ha percibido que una Asamblea con 40% de opositores es un hecho político que no puede soslayar. El sábado reconoció el status de la Asamblea Nacional y, encima, seguramente para mayúsculo desconcierto de sus conmilitones, reconoció, no sin respeto, que existe una oposición que no es prescindible en el debate político. El mismo que prometía «triturar» a los parlamentarios democráticos, se dio cuenta de que en esa operación de trituración se le pueden quebrar algunos dientes.
Lo de la Ley Habilitante no es, en verdad, sino una «rebaja» en los 18 meses que en su última actuación reptil hizo la Jaula de las Focas. Pero, si cumpliera con su palabra, a pesar de que en tres meses puede legislar sobre lo que quiera, sin duda que la Asamblea Nacional recuperará plenamente eso que no puede habérsele escapado a Chávez en las primeras dos semanas de vida parlamentaria: que está ante algo muy distinto a la domesticada Jaula de las Focas. Esta «rebajita», unida al veto a la Ley de Universidades, con el consiguiente defenestramiento de aquel energúmeno inútil que era el titular de la cartera de Educación Superior, revela que Chávez ha querido evitarse el conflicto de alto voltaje que apenas si se insinuó en plenas vacaciones universitarias de diciembre y, no menos importante, ahorrarse la que tendría que ser una explicación incomprensible para una América Latina donde la autonomía universitaria (ya casi centenaria) posee características de icono sagrado. Además, lo de Insulza le tiene que haber revelado que el secretario de la OEA no hablaba por sí mismo sino que traducía la creciente incomodidad del organismo ante la conducta de Chávez.
Ese reconocimiento del Otro que significa admitirlo como «adversario» y no, como en la fórmula que tomó del jurista nazi Carl Schmitt, de la ecuación «amigo/enemigo» como la clave de la política, implica, al menos «por ahora», un cambio sustancial en su tónica.
Si todo esto, tal como concluyó el Presidente, comporta una proposición de «diálogo», la MUD y su grupo parlamentario, en lugar de rechazarlo a priori, han hecho bien en salir al encuentro de aquella proposición. Ahora toca colocar sobre la mesa los temas de ese debate, que no son otros, por lo demás, que los mismos sobre los cuales Chávez pasó casi en puntas de pies en esas partes de su mensaje en las cuales habló de su gestión.