Van Gogh y el petróleo, por Laureano Márquez
Twitter @laureanomar
Los métodos de lucha son tan importantes como las causas que los inspiran. Por eso, entre otras cosas, condenamos el terrorismo, porque deslegitima las razones que le sirven de basamento y las ideas que promueve. Viene esto a cuento por el método del que algunas organizaciones de defensa del medio ambiente se han servido para llamar la atención sobre el tema: agredir algunas obras de arte famosas como forma de promover su causa.
Pero, ¿qué culpa tiene Van Gogh del cambio climático?, se preguntará el lector. Bueno, no podemos responder que ninguna. El gran pintor holandés, como todo Homo sapiens que ha venido al planeta, contribuyó, como nosotros lo hacemos, a su destrucción. Desde que dejamos de ser bestias y nos convertimos en Homo faber, no hacemos otra cosa que lastimar el planeta de una u otra manera. Es inevitable: para nuestra especie, vivir es contaminar. Otra cosa diferente es que no tomemos acciones para minimizar, tanto como nos sea posible, nuestra acción destructora e incluso revertir daños ocasionados en otros tiempos. Nuestro compromiso con la salud del planeta debe ser serio y sostenido. Debería ser parte de la formación de las nuevas generaciones.
Dicho lo anterior, en la lucha por la defensa de un planeta sostenible, da la impresión de que las acciones de los «mancha cuadros», lejos de animar a la gente para la causa, la desanima. Tal vez hasta despierte en alguno ganas de producir un derramito petrolero para vengarse. Es cierto que llaman la atención, que salen en las primeras páginas de todos los diarios, pero es cuestionable el afecto que generan sobre la causa que promueven.
Un primer cuestionamiento es que los materiales que usan para protestar, seguramente muchos de ellos, como el pegamento con el que se ayuntan a los marcos de los cuadros, son probablemente derivados del petróleo. Es que resulta muy difícil al ser humano actual la coherencia absoluta. Estar radicalmente en contra del uso del petróleo implicaría, por ejemplo, no usar ningún medio de transporte, ni siquiera los eléctricos, porque también la protección del planeta cuesta un poco de destrucción. Los molinos de energía eólica y las placas solares también deterioran el medio ambiente. ¿Por qué apostamos por ellas? Pues porque producen energía limpia, pero no podemos dejar de lado que necesitamos energía sucia para su fabricación.
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¿Qué lograrán al final los protestantes artísticos? Un extraordinario aumento en el consumo de combustibles fósiles. Cientos de camiones transportando cristales de seguridad a los museos, más cámaras con más cables, obreros que vendrán en automóviles a trabajar en la protección de los museos, etc.
Puede que esto también tenga un efecto sobre la manera como se expone el arte. Quizá los museos reemplacen los originales por afiches que puedan ser ensuciados, lavables, de plástico, quizá. Esto sin contar con el efecto de mostración que estas protestas producen sobre múltiples desquiciados dispuestos a cualquier cosa.
Debemos proteger todos los girasoles, también los de Van Gogh, cuya contemplación constituye, para el alma sensible, motivación especial para amar a la naturaleza toda, la humana incluida.
Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.