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Veinte rostros que condenan, por Gregorio Salazar



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Veinte rostros que condenan
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Gregorio Salazar | @goyosalazar | julio 13, 2025

X: @goyosalazar


¿Usted ha oído alguna condena por quienes usurpan el poder en Venezuela del asalto a la Casa Nacional del Periodista, sede histórica de los gremios periodísticos venezolanos? ¿Recuerda tal vez que desde el todopoderoso elenco que encabeza el Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Ministerio Público o la Defensoría del Pueblo se haya emitido alguna opinión sobre la inconveniencia de esos actos de violencia que enrarecen aún más el clima político y social en Venezuela?

Tampoco, por cierto, desde el ministerio de información (?), cuyo titular es miembro de por los menos dos de los tres gremios –CNP, SNTP y CRGV– que el pasado 4 de julio desplegaron desde la azotea del edificio una pancarta gigante con los rostros de 20 comunicadores detenidos, bien por causa de su ejercicio profesional o por el ejercicio de sus derechos políticos. Y hasta alguno por simple capricho.

Dígame, por ejemplo, por cuál causa o razón debe permanecer en un calabozo la joven Nakary Mena Ramos (29), reportera que dio cuenta de cómo han venido subiendo los niveles de inseguridad en Caracas. ¿Acaso lo ocurrido en la sede del CNP no es una demostración de ello?

Hay que tenerlo claro: solidaridad obliga de manera imperiosa a los periodistas venezolanos, como lo hace todo gremio con sus pares, aquí y en cualquier parte del mundo, cuando padecen uno de los mayores suplicios que puede vivir un ser humano: la pérdida de la libertad. Y más si esa prisión encierra una enorme carga de injusticia, reclusión en deplorables condiciones y procesos sin las debidas garantías judiciales.

El silencio ominoso de los entronizados jefes políticos que, ante estos desafueros, están en la obligación de enviar a todo el país un mensaje de rechazo, de reconvención, de advertencia, de recordatorio de la ley, no hace sino dejar –una vez más– el campo abierto para que nuevas manifestaciones de violenta y peligrosa intolerancia, iguales o peores que la reciente, vuelvan a ejecutarse en cualquier lugar del territorio nacional.

Y es que no basta con llevarse al vigilante de la sede gremial para interrogarlo durante ocho horas –sí, ¡ocho horas!—si no se hacen oír las voces por las que se guían los miembros de esa delirante gavilla encapuchada que asaltó la sede del Colegio Nacional de Periodistas (CNP). El silencio oficial no puede ser interpretado, en estos casos, sino como patente de corso y garantía de impunidad.

Fue, por lo demás, una acción de inaudita cobardía. Entre veinte y treinta sujetos motorizados, amparados en la nocturnidad, rompieron el cerco eléctrico del inmueble, sometieron con arma de fuego al único vigilante del edificio y luego se colgaron de la gigantografía hasta desprenderla, traerla al sueldo y robársela. Nos imaginamos que se retiraron con la convicción de que habían culminado con éxito un encomiable objetivo político, una acción de enorme carga revolucionaria, puesto que el cometido no sería precisamente hacer con ella una carpa.

Estaremos pendientes del resultado de las pesquisas policiales con la esmirriada esperanza de que todo no resulte una pantomima. Ya el mismo hecho de someter a un trabajador a tan maratónico interrogatorio nos hace dudar de ello. ¿Qué tanto podía aportar una persona que sólo vivió momentos de terror ante gorilas encapuchados que lo apuntaban con armas de fuego? Si la policía envés de presentarse 24 horas después hubiera dedicado esas mismas ocho horas a investigar en los sitios circunvecinos, lo más probable es que hubieran dado con los responsables de la incursión armada y, con un poco de suerte, hasta hubieran rescatado la pancarta. Qué ilusos somos, se dirá.

El trabajo de los periodistas incomoda en cuanto grupo humano y profesional que insiste en presentarle a la colectividad una versión de los hechos lo más aproximada posible a la realidad y, por supuesto, distante del sesgado y manipulador registro oficial, el mismo que entre nosotros se multiplica por medio de una costosísima red, nacional e internacional, integrada por plataformas audiovisuales, digitales e impresas.

Incomoda, no puede ser de otra forma, la acción de los gremios periodísticos y de organizaciones no gubernamentales ofreciendo registros de las afectaciones a la libertad de expresión y el derecho de información en número que marcan, desde el inicio de este siglo, un insuperable récord continental. Estorba, sobremanera, que recuerden que más de 400 medios han desaparecido durante los últimos 25 años, y con ellos los necesarios espacios de información y comunicación, pluralidad, diversidad, diálogo y debate público consustanciales a la democracia, así como miles de puestos de trabajo.

Un destacado periodista argentino, Jorge Fernández Díaz, acaba de recibir «el más importante y antiguo de los galardones que puede recibir en España un periodista: el premio Mariano de Cavia». Entrevistado en la ocasión, dejó varias frases sobre el compromiso del periodismo en estos tiempos de declive de la democracia y de explosión tecnológica donde resulta tan difícil que lo cierto no se escurra ante nuestros ojos.

*Lea también: Cicpc investiga hechos de violencia ocurridos con pancarta de periodistas, informa el CNP

Recogemos una donde apunta una obligación actual de los periodistas: «Discutir incluso con nuestro propio público, sacarlo de su zona de confort, no ser su esclavo, para así no perder autoridad moral y poder luchar, munido de ella, contra la idea de una democracia de extremos, donde el diálogo ya es imposible, y donde el juego consiste en llegar, crear con una mayoría circunstancial una hegemonía y hacer lo que le dé la gana». Un norte que, confiamos con absoluta convicción, siempre mantendrán los periodistas venezolanos por encima de cualquier atropello o intento de intimidación.

P.S. Al momento de redactar esta nota se conoció el sensible fallecimiento de Paulina Gamus, una de las venezolanas que más descolló en las últimas décadas del pasado siglo por su compromiso en el servicio público y la autenticidad de su accionar ciudadano. Política y parlamentaria, escritora e impulsora de la gestión cultural. Hasta que su salud se lo permitió, colaboradora de la sección de opinión de TalCual e invariablemente la más leída de sus articulistas. Nuestro sentido homenaje a su memoria.

 

Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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