Vejez dejada atrás lo que más demanda de sus cuidadores es afecto (y III)
El oficio de cuidadores es relativamente nuevo en Venezuela y, de acuerdo con la ONG Convite, “en los próximos años va a tener una enorme demanda en Venezuela, así como la tienen los países europeos”
Ana María* es enfermera, pero ahora no camina entre los pasillos del Hospital de Los Magallanes de Catia como lo hizo anteriormente. En la actualidad solo dedica su tiempo y especialidad a cuidar de una señora de 82 años de edad que quedó sola en su apartamento en Caracas. Ella se alterna cada 24 horas con otra colega, y el único deber de estas mujeres es velar por la salud de la dama, quien pasa la mayoría del tiempo en la cama por las dolencias de la vejez. Deben darle su comida y medicinas, hablarle, asearla y reportar cualquier novedad a los familiares. En fin, su mayor obligación es ser compañía ante la ausencia de su verdadera familia, que reside en el extranjero.
Esta enfermera se siente muy a gusto con su labor y celebra que, tras su llegada a esta casa, su paciente haya mostrado mejorías: “Comenzó a hablar, pues tras la depresión que la acompañaba, la señora más nunca había pronunciado palabra alguna, además de que recuperó ochos kilos de peso”, relata su cuidadora.
Por esta ocupación, Ana María recibe desayuno, almuerzo, merienda, cena y el desayuno del otro día. Además, puede llevarse a su hija de cuatro años cuando no tenga con quién dejarla y disfruta de los mismos derechos. Por la jornada, Ana María recibe 20 dólares diarios, mejor propuesta que la de cualquier hospital.
Sin embargo, a la enfermera ya no le parece atractiva la oferta laboral y está negociando con uno de los hijos de la señora un aumento de sueldo. “Les dije que $20 por día ya no son suficientes y que por otro paciente me están ofreciendo 32 dólares”, sostiene la mujer que espera quedarse trabajando en esta casa por afecto y porque parece que le aumentarán el pago a 30 dólares.
El oficio de cuidadores es relativamente nuevo en Venezuela y su auge se debe a la migración forzada, que de acuerdo con la última cifra del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se ubica en 4.810.443. A pesar de este número tan alto, se desconoce qué cantidad de adultos mayores han quedado solos en el país.
“Ese es un registro que nadie tiene. Es muy complejo tener esa información porque las mismas personas no lo dan por un tema de seguridad”, explica Luis Francisco Cabezas, director general de la organización no gubernamental Convite. No obstante, detalla que tras un estudio que realizaron entre los meses de septiembre y octubre de 2019 llegaron a una aproximación a lo que pudiera ser la cifra real: “Hicimos alrededor de 900 entrevistas en los estados Miranda, Lara y Bolívar y eso nos arrojó que 23% de los entrevistados nos decían que vivían solos”.
Cerca de 900.000 de adultos mayores se habrían quedado solos a raíz del éxodo de sus familiares; ello si se toma como cierto que por crecimiento natural la población total mayor de 60 años supera los 4,1 millones de personas.
El hecho de que los adultos mayores permanezcan en soledad conlleva implicaciones de seguridad, de salud física y emocional, de preservación de la vivienda y de sobrevivencia en un país que además “no está preparado para envejecer”, afirma Cabezas.
Sin embargo, el director de Convite considera que la población adulto mayor puede verse como “problema o como oportunidad” y explica que, para que sea una oportunidad, se deben hacer cambios necesarios para incluirlos en la sociedad. También celebra que la Asamblea Nacional esté discutiendo la Convención Interamericana para la protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, ya que a su juicio, “el Estado abandonó sus potestades de proteger a la población envejecida”.
Cuidar vs acompañar
Las distintas necesidades que los adultos mayores no pueden satisfacer por sí mismos, ha hecho que algunas personas se comiencen a formar como cuidadores o acompañantes para prestar un servicio, pero ¿qué es un cuidador?
De acuerdo con Convite, un cuidador es una persona que puede ir todos los días a visitar a un adulto mayor, para hacerle la cama, asearlo, acompañarlo a hacer compras. Además, indican que es un oficio que en los próximos años va a tener una enorme demanda en Venezuela, así como la tienen los países europeos.
En medio del caos y las oportunidades, también han ido surgiendo otros emprendimientos, como el de Mi Hijo Suplente, que busca dar una mano a los abuelos que más la necesitan, pero sin ser cuidadores, sino acompañantes por horas.
María Gabriela Chalbaud y Yanet Calderón son las fundadoras de este servicio que en total cuenta con cinco personas: cuatro psicopedagogas y Calderón, que es administradora; todas con el curso de primeros auxilios de Ángeles de la Vía y con talleres de la Fundación Alzheimer.
“Este es un servicio que se cobra por hora. También tenemos planes para quienes requieran el servicio por al menos un mes y hay otras personas que solo nos llaman para algo puntual”, detalla Chalbaud.
Las fundadoras de Mi Hijo Suplente son contratadas mayormente por personas en el exterior que tienen a sus padres solos en Venezuela, para que se encarguen de hacer el mercado, acompañarles a las citas médicas, llevarlos de paseo, comprar medicamentos y hasta para visitar centros comerciales o algún café.
“Nosotras cobramos en divisas. La hora suelta cuesta entre 14 y 16 dólares, dependiendo si el servicio es dentro o fuera de la casa, pero dentro de un plan puede costar entre 9 y 10 dólares”, explica María Gabriela Chalbaud, psicopedagoga con una maestría en orientación de la conducta.
Las fundadoras consideran que el costo de estos servicios es “bajo para alguien que trabaja en el extranjero” y dicen que ofrecen un beneficio de calidad porque hacen registro fotográfico, reporte detallado, consiguen servicios médicos, hacen videollamadas. “Es una labor completa que pretende sustituir al hijo de alguna forma”, resumen.
Hasta ahora, Mi Hijo Suplente tiene cinco clientes fijos. El paciente de mayor edad tiene 92 años y solo llama para cosas puntuales porque “es muy activo”. Tienen una señora de 63 años que sufre de convulsiones y tiene degeneración cognitiva, pero Calderón afirma que en la lista tienen “pacientes que no están por la edad, sino porque sufren algún padecimiento que los ha deteriorado”.
Sobre esta situación, Luis Francisco Cabezas agrega que “Venezuela está viviendo un envejecimiento prematuro; es decir, la gente fenotípicamente luce muy mal. Gente de 45 años que pareciera que tuvieran 60 años y que incluso tiene padecimientos de salud que no son propios de una persona de 40 años. Esto quizás tenga que ver con lo mal que se están alimentando y con el estrés que viven”.
Las integrantes de Mi Hijo Suplente se han dado cuenta que la demanda de personas para asistir a los abuelos está creciendo, por lo que tienen en mente comenzar a formar cuidadores, así como expandirse hacia Maracay y Valencia, desde donde les han escrito solicitando sus servicios.
Para Cabezas, es fundamental que se formen cuidadores porque no todas las familias tienen las herramientas para atender a adultos mayores con algún padecimiento. La ONG Convite tiene ocho años dictando cursos de formación y han ido ampliando el programa por el aumento de la demanda.
Afecto: La mayor necesidad
Convite y Mi Hijo Suplente coinciden en que lo que más necesitan los abuelos que viven solos en Venezuela es afecto, un soporte emocional, un amigo que los escuche ante la ausencia de sus seres queridos.
Aunque por otro lado, insisten en que se deben generar alternativas de atención en el tema de la salud y grupos de asistencia porque “el envejecimiento de la población es indetenible”, dice Cabezas, quien asegura que Chacao es el municipio más envejecido de toda Venezuela, “un tercio de su población son personas mayores de 60 años”, seguido de Baruta y Antolín del Campo (Nueva Esparta). Ninguno de estos municipios cuenta con soporte de atención.
“No pensábamos que este negocio nos iba a invadir tanto y llega un momento donde nos es difícil separar lo personal de ellos, porque vemos reflejadas a nuestras mamás”, explica María Gabriela Chalbaud.
Asimismo, Yanet Calderón comenta que en la mayoría de los casos, los viejitos se sienten culpables de decirle a sus hijos que necesitan dinero y omiten necesidades para no presionar a los parientes. Al final, más que un servicio, los cuidadores terminan haciendo amistad con sus pacientes y metiéndose en sus familias.
A pesar de que el target de Mi Hijo Suplente es clase media-alta, esta organización de cuidadores sueña con crear un plan de adopción de un abuelo venezolano. “Queremos que alguien que esté afuera brinde los recursos para llevarle mercado, medicinas y así nosotras bajaríamos los costos al mínimo para prestar el servicio”, agrega Chalbaud que también espera concretar esta idea este 2020.
Convite lamenta que las personas mayores sean excluidas del plan de respuesta humanitaria adelantado por la Cruz Roja y agencias de la ONU. Rechazan que sean incluidas dentro de la población general “porque sus necesidades son diferenciadas”. Uno de sus proyectos para este año es apoyar a los abuelos más vulnerables con dinero a través de una tarjeta, para que al menos puedan incluir proteínas en sus dietas.
*Nombre ficticio para cuidar la identidad de la persona
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