¿Venezolano?… ¡bravo!, por Alejandro Oropeza G.
El drama había culminado, el reguero de cadáveres se apreciaba a lo largo de la escena. Luisa Miller, nuestra sufrida heroína, había expirado afectada mortalmente por el veneno que su propio enamorado, Rodolfo, en la desesperación por sentirse traicionado y abandonado, le había suministrado. Él mismo yacía cerca de su amada, un poco más allá Wurm, el malvado mayordomo del padre de Rodolfo, había colapsado producto de una puñalada. Asistían desconsolados a la escena los padres de Luisa y de Rodolfo. El majestuoso teatro del “Liceu” en Barcelona contenía el aliento ante el desesperado final de la ópera de Giuseppe Verdi Luisa Miller a finales de julio de este mismo año de 2019.
La dirección musical de la ópera fue magistral, un acompañamiento perfecto para las extraordinarias voces del elenco principal y del coro. Era evidente la calidad y la experiencia, así como la sensibilidad del director para hilvanar orquesta y voces y hacer frente a aquella tragedia que, vale decir, Verdi toma de la obra de teatro “Intriga y amor” del romántico alemán Friedrich Schiller, con libreto de Salvatore Cammanaro. Para ser sincero, cuando comenzó la función y accedió el foso de la orquesta el director, no tuve oportunidad de verle; sí lo hice al inicio del segundo acto y comenté respecto de la juventud del mismo. En efecto era un hombre que aparentaba a la distancia no llegar a los cuarenta años.
Esta ópera, Luisa Miller, viene a ser parte, junto con Nabucco, por ejemplo, de un ciclo de Verdi en el cual se identifica con los valores y sufrimientos de las clases populares y denuncia las injusticias cometidas por parte de los aristócratas. Precisamente, la pasión de Luisa Miller y de Rodolfo es ahogada por el padre de este, el conde Walter, ya que no podía permitir que tuviera un final feliz aquel amor por una plebeya. Así, recurre a la mentira, a la manipulación, al propio poder y a demás fatales argucias para imponer su voluntad. Y ello aun cuando él mismo, el conde, no se había hecho de ese título con muy buenas y honradas estrategias. Siempre los poderosos pretenden imponer sus voluntades a pesar no solo de la opinión ajena contraria y pareceres de los demás aún cuando, además, ese poder sea producto del fraude, la mentira y el engaño. ¡Que pensaría Verdi hoy!
El hecho es que la ovación del Liceu fue atronadora y extensa. En la butaca que estaba a mi derecha constaté los padecimientos de una señora a lo largo de toda la función. Ella sufría cada escena, cada engaño, cada avance inexorable hacia el trágico final. Si ella hubiese podido detener la acción, evitar la entrega de la carta fatal de Luisa a su amado Rodolfo, no cabe duda que lo hubiese hecho. Ella aplaudía incontenible y animadamente sentada. Al ser llamado el director musical al escenario a saludar y compartir la ovación de un público entregado, le hice un comentario al margen: “Me pareció la dirección musical excelente”. Su respuesta la llevaré por siempre conmigo: “Pero claro es extraordinario ese director. Yo vine a ver la ópera anoche, esta misma, con el segundo elenco y ambas son una maravilla. Además, el director es muy joven, no tiene 40 años y es venezolano, de la escuela del sistema…” Beatriz, con quien había asistido a la función le preguntó: “¿Es venezolano dijo usted?”. “¡Claro! ¡Es venezolano!” Los tres: la sufrida señora, Beatriz y yo, al unísono, luego de decirle que nosotros éramos venezolanos, nos levantamos disparados de aquellas butacas gritando un “BRAVO” que nos salió del alma y aplaudimos a rabiar.
¿Por qué la emoción? Por que vimos a uno de nuestros paisanos en la cumbre de su actividad, en la cosecha del éxito de sus trabajos y afanes; en el logro resultante de la disciplina, el tesón, la dedicación y el estudio.
Porque como el músico y director Domingo Hindoyan, venezolano nacido en 1980, son muchos los venezolanos que hoy en día están regados por el mundo, triunfando, trabajando, entregando al mundo el fruto de sus afanes y de sus empeños
Los contamos en la NASA, en las universidades de Chile, Argentina, Estados Unidos, Brasil, España y pare usted de contar. La entrega, la humanidad y los niveles de formación de nuestros médicos en los lugares adonde han llegado a cumplir sus tareas son reconocidos amplia y abiertamente. Nuestros técnicos petroleros, despuntan por sus capacidades en donde tienen la oportunidad de incorporarse activamente a labores relacionadas con su campo.
Muchos de nuestros paisanos están dejando huella con su trabajo, su seriedad y su compromiso, compitiendo y formándose; serios, honrados y disciplinados, en institutos de investigación de muchas áreas y especialidades. Esa es la característica de la gran, de la inmensa mayoría de nuestra diáspora lanzada al mundo desde Venezuela. Se cuentan casos contrarios, es lógico que se presenten situaciones negativas (en oportunidades terribles), pero ellas no definen y caracterizan en general a nuestra diáspora, son lunares en una amplia llanura de entrega, compromiso, responsabilidad y disciplina en incontables lugares y actividades del mundo.
No podemos saber hoy cuántos de estos compatriotas regados por el mundo estarían dispuestos a volver, una vez se de inicio al necesario proceso de reconstrucción nacional, en el cual todos, todos seremos necesarios y útiles. Pero, también es cierto que quienes no retornen a la patria, desde donde estén podrán hacer sus aportes y contribuciones muy entusiastamente para el reinicio de los procesos necesarios dentro del país. Porque se lleva en el corazón al terruño, porque no nos da pena ni vergüenza decir de donde somos y de donde venimos; porque seguimos siendo lo que somos, lo que siempre hemos sido; ahora, enriquecida esa base con la experiencia de tener que competir y confrontarnos honestamente con otros para alcanzar y para cumplir y satisfacer metas y objetivos.
Nos abrimos al mundo y somos de la dimensión necesaria para cumplir esa tarea honesta y entusiastamente. Eso somos y eso seremos
Llegará el día en que otras generaciones con origen en nuestra tierra emprendan el camino. Estoy seguro que así será. Y este país extraordinario llamado Venezuela los recibirá en ese futuro lejano alegre, con los brazos abiertos, saludando el retorno de los descendientes de quienes tuvieron que partir y vendrán y harán con los otros que quedaron acá: país, sociedad y futuro. Vendrán buenos tiempos para Venezuela. Estoy seguro.
WDC