Venezolano en Silicon Valley ayuda a sus compatriotas a huir de la crisis
Los actos de generosidad de este venezolano en uno de los centros tecnológicos del mundo van desde unos cuántos meses de renta gratis en un apartamento que administra en Santiago hasta el pago de los boletos de autobús
El teléfono de Guido Núñez Mujica suena sin parar en su escritorio en un complejo de oficinas de Silicon Valley mientras él intenta en vano concentrarse en su trabajo. Los mensajes de texto vienen desde Santiago, a unos 9.600 kilómetros (6.000 millas) de distancia, donde ayuda a reasentarse a un grupo de jóvenes venezolanos que tratan de seguir sus pasos como inmigrante en busca de un futuro mejor.
Mientras descifra datos y escribe códigos, atiende preguntas que llegan sin cesar: ¿Cuál es la línea de autobús más rápida para llegar al centro? ¿Cómo se solicita una identificación de inmigrante? ¿Alguna idea sobre un trabajo?
“A veces soy grosero y les digo que busquen en Google, o simplemente tengo que apagar mi teléfono porque recibo cinco mensajes al mismo tiempo”, dice Núñez Mujica, de 34 años, a The Associated Pres.
Las exigencias de tiempo y energía para él son parte de su lucha en solitario por proporcionarles un nuevo comienzo en el extranjero a aquellos que permanecen atrapados en la crisis económica en su país natal. Desde fines del año pasado ha invertido más de 40.000 dólares de su propio dinero para ayudar a unos 40 venezolanos _ la mayoría de ellos completos desconocidos _ a emigrar a otros países de Sudamérica.
Los actos de generosidad van desde unos cuántos meses de renta gratis en un apartamento que administra en Santiago hasta el pago de los boletos de autobús para que un cirujano pudiera mudarse a Perú junto a su esposa y su hija.
Núñez Mujica lanzó el financiamiento colectivo de nombre Proyecto Salto para incrementar las labores de asistencia, convencido de que la única solución inmediata al caos en Venezuela es ayudar a aquellos que pueden escapar. Hasta el momento ha recaudado 5.250 dólares, pero la meta es conseguir más de 40.000.
“No hay forma en que alguien como yo pueda hacer algo sobre la situación en Venezuela, pero si puedo hacer un poco para ayudar a que la gente se vaya eso me ayuda a dormir por las noches”, dijo en una entrevista desde su oficina en Slice Technologies, donde gana un modesto salario como trabajador tecnológico que plantea soluciones para mejorar la experiencia de las compras en línea. “Sé que es una gota de agua en el mar, pero es algo que está a mi alcance”.
Es una solución casera a una situación cada vez más desesperante.
La creciente hambre, la hiperinflación y un gobierno autoritario provocan que cada vez más venezolanos salgan del país en uno de los mayores éxodos en la historia de Latinoamérica. Grupos independientes estiman que entre 3 y 4 millones de venezolanos han huido del país en los últimos años, y cientos de miles han salido de Venezuela tan solo en 2017.
Daniel Klie, de 25 años, es uno de los beneficiarios de los “micro patrocinios” de Núñez Mujica: obtuvo 200 dólares para un pasaje de avión a Santiago.
Prácticamente sin ahorros, los primeros dos meses de Klie en Chile fueron un calvario. Graduado universitario con dos títulos, en periodismo y biblioteconomía, trabajó clandestinamente en una carnicería, en la que pasaba largas horas siete días a la semana por un salario menor al mínimo.
Posteriormente, sostenido por los consejos y apoyo moral de Núñez Mujica, Klie obtuvo una pasantía en una agencia de publicidad y ahora tiene un trabajo de tiempo completo en el que gana alrededor de 550 dólares al mes, cinco veces más de lo que obtenía al año en sus tres empleos combinados en Venezuela.
“En Venezuela, intentar ahorrar es una tarea titánica”, dijo Klie. “Todo se va en intentar comer y sobrevivir el día a día. Ver más allá es algo completamente difícil”.
Núñez Mujica, quien salió de Venezuela en 2011, primero rumbo a Chile y hace tres años hacia Estados Unidos, dijo que la idea de ayudar a los demás nació de la frustración que le causaba escuchar las historias y ver las fotografías de amigos que habían perdido peso mientras buscaban la manera de alimentarse.
Miembro de una familia de clase trabajadora en la localidad andina de Mérida, Núñez Mujica recuerda que pasaba días sin comer mientras cursaba la universidad en Caracas en los primeros días de la revolución socialista del presidente Hugo Chávez. Dijo que fue sólo gracias a la bolsa de víveres que su asesor de tesis le daba mes con mes que no sólo pudo sobrevivir sino prosperar mientras estudiaba un doctorado en biología.
Ahora es su turno de ayudar.
La meta no es sólo rescatar a venezolanos de una economía que se desploma. Aunque Núñez Mujica tiene una visión pesimista de las posibilidades de que Venezuela recupere su solidez económica, su propia experiencia le ha enseñado cómo la migración puede impulsar la carrera y la creatividad de alguien.
“Todos en Venezuela viven en un estado de dependencia, ya sea del gobierno o de las remesas provenientes del extranjero”, comentó. “Pero si se mudan al extranjero tienen la oportunidad de gozar de la movilidad social que no tienen en Venezuela. Existe un efecto multiplicador”.
Muchos a los que Núñez Mujica ha ayudado son amigos de sus amigos. Nunca ha conocido a la mayoría de ellos, pero desarrolló una conexión basada más en la intuición que en algún proceso deliberado de evaluación. Para evitar verse demasiado involucrado en lo que a menudo son desgarradoras historias de exilio, hace su mejor esfuerzo por mantener las comunicaciones al mínimo, y es por eso que prefiere los mensajes de texto a las videollamadas vía internet.
El grupo actual de personas a las que ayuda planean quedarse en Chile, debido a que no tienen la capacidad de obtener visas hacia Estados Unidos ni los fondos para reubicarse en Estados Unidos o Europa, el destino preferido por las primeras, y más ricas, oleadas de migrantes venezolanos.
Recientemente, y acompañado de su esposo estadounidense, Núñez Mujica viajó a Santiago para conocer en persona a aquellos a los que ha ayudado a salir de Venezuela. Durante un emotivo encuentro en un bar del centro, el vínculo inmediato con las personas que conocía por primera vez se hizo evidente al saludar a Klies y a otras tres personas con grandes abrazos.
Después de varias cervezas, los migrantes rieron de su torpeza en común para adaptarse a la vida fuera de Venezuela. Por ejemplo, la experiencia de ir por la noche al supermercado sin el temor de ser robados o encontrarse con una patrulla militar.
“Nuestro país atraviesa un infierno en este momento”, dijo Núñez Mujica. “Pero debemos seguir adelante. No se puede ser una víctima por siempre”.