Venezolanos en Chile creen en la democracia de ese país, pese al estallido social
A diferencia de lo que dicen muchos venezolanos sobre la independencia política de las protestas en Chile, la internacionalista María Teresa Romero cree que la izquierda chilena tiene la mano metida en el asunto
“Ojo por ojo y diente por diente” es lo que la burla y el engaño le cobran al gobierno de Chile y lo que la administración de Sebastián Piñera debe pagar por los platos rotos que otro dejó. Así lo aseguran ciudadanos venezolanos radicados en ese país luego de los hechos violentos que se registraron la semana pasada tras el anuncio del incremento de precios en los pasajes del metro.
Para Vanessa Arenas, una periodista venezolana residenciada en Santiago, el descontento por el aumento de los 30 pesos fue solo el botón que accionó el estallido social, resultado de una inconformidad que los chilenos llevan años acumulando y que no ha sido resuelta ni por los gobiernos de izquierda ni por el de Piñera: la desigual distribución de la riqueza.
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Arena se fue a Chile porque quería seguridad para su hijo y para ella. Pero esa tranquilidad que sentía desde que llegó a la nación austral se desvaneció cuando empezó a ver que las protestas se estaban saliendo de control. La violencia ya había acabado con 41 estaciones del metro y el ministro de interiores, Andrés Chadwick, había informado que los más de cien saqueos registrados en todo Chile habían dejado varios establecimientos comerciales destrozados. Vanessa estaba viviendo un Dejavú.
Al igual que ella muchos otros venezolanos estaban sintiendo lo mismo: incertidumbre. Sobre todo después de que anunciaron el toque de queda, pues era el primero que decretaban desde 1987 en los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.
Emperatriz López, otra venezolana con más de tres años en Chile, dice que pese a que se sintió » incómoda» porque sentía que la decisión la «privaba de la libertad que he sentido en los casi cuatro años que he estado aquí», cree que el toque de queda era una medida necesaria para restablecer el orden público. Con ella concuerda el internacionalista Juan Francisco Contreras, quien asegura que el toque de queda era algo inevitable, pues para él es lo que le va a poner fin al vandalismo.
Aquellas aguas
Carlos Manuel Bermúdez, venezolano radicado en Chile desde hace un año, coincide en que esta última medida hizo que el descontento que arrastraba el pueblo chileno le explotara a Piñera, aunque debido a la presión este tuviese que derogar el aumento.
El ingeniero petrolero no ve con buenos ojos los destrozos ocasionados por los manifestantes en ese país, pero a su juicio, este “no es el único ingrediente en esta sopa sino el que hizo que la sopa se botara”, hecho que dejaría en evidencia que las secuelas que mantienen al pueblo chileno en las calles son de vieja data y se han exacerbado con las últimas políticas económicas implementadas por la actual administración.
Casos de corrupción que se han destapado, de funcionarios de gobierno y militares de alto rango, propuestas que de materializarse harían inaccesible la educación básica y un perverso sistema de seguridad social que data de la época de Pinochet, son algunas de las causas que han podido disparar el descontento social.
“Más del 50% de la gente que pensionó el año pasado obtuvo pensiones por debajo de 50.000 pesos” recuerda Bermúdez, quien aclaró que en Chile no existe un seguro social como en Venezuela. Explica que cuando las personas se jubilan, los ahorros de todo su tiempo de trabajo van a las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) que no permiten que los beneficiarios manejen la totalidad del acumulado.
Por el contrario, el venezolano señala que aunque “en teoría” esos son los fondos con los que un anciano viviría el resto de su vida, “lo perverso es que la administradora no entrega el total y cobra los servicios de administrar el dinero durante años” y ese es uno de los puntos de la molestia de la gente.
Sin bandera política
Lo que comenzó entonces como una simple protesta para dirimir el aumento del pasaje del metro terminó en vandalismo, buses y vagones del metro quemados, supermercados saqueados, carabineros y chilenos enfrentados.
Trinidad Navarro es una periodista que está en Valparaíso, en donde también ha habido varias protestas que a ella le recuerdan más «al estallido social del Caracazo», no por la magnitud de los hechos violentos, sino por la vibra y porque es un movimiento del pueblo que no está dirigido por ningún partido político.
Navarro asegura que con las personas que ha hablado no mencionan nada sobre derecha o izquierda, pues solo piden una distribución más equitativa de la riqueza, sin banderas políticas.
De hecho, Manuel Trujillo asegura a TalCual que el descontento por la implementación de políticas sociales estaba latente desde hace al menos 15 años, sobre todo en las poblaciones más vulnerables. El periodista venezolano sostiene que desde 2018 los gastos no han dejado de aumentar mientras que el sueldo sigue siendo el mismo.
Aunque manifiesta su desacuerdo con los destrozos a estaciones de metro y espacios públicos asegura que la reacción violenta es símbolo de similitud en el descontento de una población importante que no tiene acceso a grandes sueldos. Según el comunicador solo en Santiago, más de la mitad de los 8 millones de habitantes gana menos de 400.000 pesos y gastos como el que hubiera representado el costo del metro los arrinconaría mucho más en el terreno de las limitaciones.
Coincide en que a diferencia de las protestas que por ejemplo se han producido en Venezuela, nadie se atribuye la dirección de lo que está sucediendo ni un cause qué seguir de acciones futuras.
“En el interior o en Santiago hay grupos que dicen que hay una revolución. Ellos quieren ganar partido de esto pero ni la representación comunista ha fijado posición al respecto”, dijo.
La izquierda metió la mano
A diferencia de lo que dicen muchos venezolanos sobre la independencia política de las protestas chilenas, la internacionalista María Teresa Romero cree que la izquierda chilena tiene la mano metida en el asunto. Asegura que si bien hay una parte de las protestas que es espontánea, existe otra que «es dirigida por una extrema izquierda violenta».
La internacionalista señaló que durante el Foro de Sao Paulo celebrado en Caracas, el primer mandatario Nicolás Maduro se reunió con el senador chileno Alejandro Navarro, quien dijo en un discurso en la Asamblea Constituyente que “la Constitución de Chile es maloliente y caduca, tenemos que cambiarla”.
La especialista indicó que durante esa reunión Maduro dijo que Chile pronto iba a recobrar su camino, «el camino de Allende». Por esta razón no resulta extraño que Navarro «en los días de protesta ha estado aupando a los grupos violentos de Chile y pidiendo la renuncia del presidente Piñera mediante mensajes en sus redes sociales», dice Romero.
Ni tan parecidas
No se parecen a las protestas venezolanas, en principio porque en Chile la gente está unida por un mismo propósito, dice Ruth Rodríguez, docente venezolana radicada en Temuco desde el año 2017, quien resalta que las fuerzas de seguridad dispersan las manifestaciones pero respetan a los individuos.
Aunque no respalda los hechos violentos señala que la vía escogida por los protestantes «al parecer funciona» y es una medida de presión efectiva debido a que los jefes de gobierno han reculado en sus decisiones por el descontento del pueblo.
Emperatriz López asegura que los que protestan allá sí saben «cómo captar la atención para hacerse escuchar frente a un gigante, como lo es el sistema chileno».
Esta contadora venezolana dice que los chilenos tenían el gran temor de no llegar a ser escuchados por el gobierno. Tal vez esa sea la razón por la que entre ellos mismos «existe mejor organización y cooperación por las redes, la información corre rápido. Y lo más sorprendente es que no tienen líderes políticos, es el mismo conglomerado quien toma las decisiones y se organiza para que sea una protesta sólida y contundente».
Entonces las protestas chilenas no se parecen en nada a las venezolanas por el simple hecho de que allá, aunque son más violentas que las de aquí , el gobierno sí los escucha y el «Estado democrático se limita a ejecutar la represión, tiene a respetar los derechos humanos y busca el diálogo» dice la internacionalista Romero.
En Venezuela sabemos que los violentos «fueron los mismos del gobierno que asesinaron y reprimieron a manifestantes. Además, nuestra protesta nunca iba centrada a destruir, sino a reclamar y ser escuchados», dice también la periodista Vanessa Arenas.
Encaminado
Si bien a muchos chilenos les satisfizo que las protestas dieran como resultado la anulación del aumento del pasaje, el internacionalista Juan Francisco Contreras señala que «es un mal precedente que las decisiones se cambien por protestas populares, como también ocurrió en Ecuador». Según Contreras, Piñera debe sancionar ejemplarmente a los que realizaron actos vandalicos y su único objetivo debe ser recobrar la normalidad, la pregunta es ¡cómo lo hará?
Asimismo, María Teresa Romero cree que lo que debe hacer el gobierno chileno es equilibrar el uso de medidas gubernamentales y posiciones fuertes y moderadas, para que este siga acompañado de los demás poderes públicos y de la mayoría de la sociedad democrática.
Romero cree que para Piñera es un gran desafío recobrar el orden social puesto que tiene que lidiar con manifestantes violentos y organizados. Y si a esto se le añade que es un gobierno democrático, la salida se hace entonces un poco más difícil. No obstante, «lo está logrando hasta ahora y está poco a poco va aislando a los violentos, vandálicos y extremistas, mientras busca comprender y dialogar en torno a las demandas sociales» indica la internacionalista.
Un abismo de distancia
“El chileno goza de acceso a libertades y beneficios que otros países solo sueñan”, dice la periodista venezolana Gleixys Pastrán. Sin embargo, asegura que progresar en esa nación es extremadamente difícil.
Hay un abismo de distancia entre la población de a pie y la política de derecho”, señala Pastrán, quien coincide en que el incremento del pasaje en metro solo fue la gota que derramó el vaso a represiones y limitaciones que el pueblo chileno arrastra desde hace bastante tiempo.
“Tienen Metro cuyas líneas son impecables, los buses se manejan con una aplicación en la que se puede ver en cuantos minutos llega el próximo” pero por otro lado “no hay subsidios reales ni financiamientos directos del Estado, solo algunos esfuerzos, pero no es suficiente”.
Según Pastrán el contraste entre quien tiene y quien menos tiene es evidente y por esa razón el resentimiento social es enorme. Los niños ven hospitales grandes y que para un venezolano parecerían clínicas costosas, sin embargo, no tienen cerca la posibilidad de convertirse en un doctor porque la educación universitaria es costosa y “ese privilegio solo la tiene una élite determinada”.
Aunque en Chile las autopistas y calles son de primer mundo “el peaje es muy costoso” y representa un gasto importante al menos para quien tiene salario mínimo.
La profesional de la comunicación radicada en Chile resalta que entre otro de los beneficios con los que se cuenta en ese país es que las escuelas municipales tienen con un programa que garantiza la alimentación de los niños, sin discriminar la nacionalidad.