Venezuela bajo la monocracia, por Beltrán Vallejo
Autor: Beltrán Vallejo
A esa dirigencia política democrática me atrevo sugerirle no escuchar el mensaje de los apresurados, inmediateros y provocadores, que ahora han construido otro foco en aquellos que participaron en la “machangada” del 20 de Mayo con la simbología opositora.
Hay por aquí y por allá uno que otro lequido de acciones ya, un plan ya, o una hoja de ruta ya como efecto del 20 de mayo. Pues no, después de tantas derrotas provocadas por el inmediatismo político y la precariedad estratégica y táctica, prefiero que se den su tiempo en el análisis. Tómense su tiempo para la reflexión y el estudio, y prepárense mejor para el duro camino de organizar la resistencia.
Como sencillo aporte para esta etapa de análisis y de preparación, le recomiendo a esa dirigencia calibrar mejor la conceptualización y caracterización del fenómeno político a enfrentar. Al respecto, el régimen radicado en Miraflores, a mi criterio humildísimo, es totalitario; por lo tanto, creo que si no se asume esta apreciación, si sigue existiendo ambigüedad para conceptualizar la naturaleza de este gobierno con la forma y fondo que teóricos como Hannah Arendt perfilaron de manera exhaustiva, entonces no podrán concebirse la estrategia y táctica adecuada.
El totalitarismo tiene elementos aprisionadores de la dinámica social; sobresale entre ellos la condición monocrática del poder político. ¿En qué consiste la monocracia en Venezuela?; consiste en que las instituciones públicas responden unívocamente al partido de gobierno, única fuente de legitimidad, de autoridad. La gran mayoría del funcionariado del Estado, en el caso venezolano, debe responderle lealmente al PSUV.
Los funcionarios, desde cualquier ministerio, gobernación o alcaldía, hasta llegar al limpia pisos de la escuela, hasta llegar al que barre las calles, debe seguir instrucciones del partido de gobierno; y en muchos casos, de una manera “servil”. De esta forma, el funcionario público prácticamente no existe en Venezuela, porque ha sido suplantado por el militante marcado con hierro candente, como el ganado.
De manera que la fiscalía sigue las reglas de juego del PSUV; el TSJ también es un antro del partido de gobierno; la contraloría se comporta como amanuense del partido; y así, en todas ellas dejo de existir el profesionalismo, el hacer las cosas conforme a la ley y a la constitución, el interés por beneficiar al pueblo, y toda la carrera del funcionariado está sometida a un vil control.
Por todo esto, no hay eficiencia en los organismos del Estado; sólo tiene primacía la flojera, la comidilla, la adulación, el seguidismo, el burocratismo, la desplanificación, la negligencia, la holgazanería, el individualismo, el grupalismo, el sectarismo y todo el navajeo ético de la monocracia imperante.
Y pensar que las Fuerzas Armadas igualmente funcionan como establo del partido de gobierno; ahí la relación partidista tiene más ribetes de inconstitucionalidad, de ilegalidad y de servilismo. Por esta condición, Venezuela no cuenta con una institución militar moderna, profesionalizada, tecnificada; lamentablemente el país se da “el lujo” de tener una montonera uniformada que funciona como salteadores de camino con consignas partidistas.
La monocracia venezolana, esa sinvergüenzada inconstitucional, como diría Norberto Bobbio, empuja el hambre en Venezuela, propicia que no funcionen los servicios públicos, que se incrementen los apagones, que el maestro no llegue al aula, que el malandro impere en las calles, y que no le llegue el tratamiento al enfermo del paludismo.
¿Qué respuesta hay ante esto?; contesto que la monocracia no debe patear los barrios y caseríos “impunemente”; hay que impedir que siga convirtiendo a nuestros trabajadores en esquiroles; hay que frenar la transformación de nuestros jóvenes en zombis. Todo esto se llama resistencia.