Venezuela: Baño de votos y vientos de cambio, por Rafael Uzcátegui
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El presidente brasilero Lula Da Silva reaccionó, recientemente, a unas declaraciones de Nicolás Maduro respondiéndole que, en democracia, «el que pierde se lleva un baño de votos, no un baño de sangre». Seguidamente agregó: «Maduro tiene que aprender que cuando uno gana se queda, y cuando pierde se va y se prepara para otras elecciones». Mientras transcurrían los últimos días de campaña electoral, que inició formalmente el 4 de julio, voceros del oficialismo intentan distraer la atención sobre los terribles resultados de las encuestas. Freddy Bernal, gobernador del Táchira, habría asegurado que en caso de ser derrotados y siendo ellos oposición «No nos aguantan un año, van a tener que renunciar».
Dos realidades desmontan las amenazas sobre una reacción violenta de un chavismo perdedor en las elecciones. La primera es que el bolivarianismo dejó de tener capacidad para realizar una ofensiva agresiva de consideración contra sus contrarios. La segunda, que una avalancha de votos anularía, de plano, cualquier intento por desconocer los resultados.
Desarrollemos a partir de una metáfora: Si usted se preparó, juiciosa y concienzudamente para un examen, tiene la certeza que lo va a aprobar. La incertidumbre que enfrenta, previamente, son cuáles serán las preguntas que deberá responder. En el caso venezolano si permiten que la población pueda emitir su voto sin coacciones ni obstáculos, el país regresará a la democracia. El signo de interrogación, la pregunta que no tendría respuesta, sería la reacción del gobierno. Las principales encuestas de opinión dan un importante margen de victoria a la alternativa democrática.
La encuestadora Delphos dio una intención de voto por EGU de 59,1% mientras la de Nicolás Maduro (NM) era de 24,6%. Por su parte “Poder y Estrategia” otorgó una intención de voto de 64% por EGU y de 21% por NM. Clear Path, con trabajo de campo de Consultores 21, estimó que la intención de voto por EGU era de 59% versus la de NM, estimada en 33%. ORC Consultores calculó la intención de voto por EGU en 59.68% y por NM en 14.64%. Finalmente, More Consulting le daba la ventaja a EGU (55,2%) sobre NM (31%). Hay suficientes evidencias sobre una posible derrota del chavismo. Lo que estaría por verse sería si habrá intransigencia por su parte. Lo que deseamos plantear es que no podrá responder, como ha venido amenazando, con una violencia generalizada.
Es cierto que en años anteriores el chavismo construyó una importante capacidad de control, territorial y biopolítico, sobre la población. Para ello contó con importantes recursos económicos, que comenzaron a mermar a partir del año 2014. La crisis se instaló, también, en cuarteles y comandancias de policía, que vieron reducir su capacidad logística y operacional al mínimo. Los grupos de civiles armados dejaron de recibir, desde diferentes vías oficiales, transferencia de dinero.
Cuando comenzó a escasear les ofrecieron un curioso modelo de «emprendimiento» –realizar negocios lícitos en los territorios que ocupaban–, que hizo aguas con la llegada de la pandemia. Al igual que miles de venezolanos, integrantes de «colectivos» cruzaron la frontera hacia la incertidumbre. Además, a lo interno del oficialismo hay mucho descontento personal con el liderazgo de «Súper Bigotes», debido a que ha favorecido a su entorno y ha excluido y neutralizado a otros sectores.
Recordemos que Hugo Chávez mantuvo un equilibrio entre diferentes tendencias. Aunque pudieran generarse hechos puntuales de violencia, no serán de la magnitud que la cúpula oficialista anuncia. Maduro no tiene la autoridad ni el respeto interno para ello, y tampoco cuentan con los recursos económicos para aceitar y mantener las expectativas de un aparato de represión. A esto hay que sumarle el monitoreo de la Corte Penal Internacional y diversos organismos de Naciones Unidas sobre la situación venezolana. Cuando hay la percepción que la erupción del volcán del cambio sepultará la Pompeya madurista, no habrá quien quiera poner su pellejo en riesgo por el antiguo sindicalista.
Un segundo elemento sería el margen de diferencia. La alternativa democrática ha dicho, en diferentes ocasiones, que no sólo debe ganar sino que tiene que hacerlo a partir de una diferencia de votos que haga imposible cualquier fraude. Menos de 500 mil votos de margen sería el escenario ideal para una potencial estafa. Un abismo de 2 millones de votos no sólo facilitaría el reconocimiento de la victoria, sino que neutralizaría los sectores más beligerantes del chavismo, debido al hecho político que generaría: El aplastante rechazo popular a su propuesta.
Por ello una posibilidad es que en el momento más álgido de negociación, luego de totalizados los sufragios y antes del anuncio público de resultados, Maduro coloque como una de las condiciones disminuir la brecha. Con ello intentaría disminuir el impacto político de la derrota y tener mejores condiciones para las conversaciones por venir. La avalancha de votos a favor del cambio influirá en la opinión de las Fuerzas Armadas, que ese día contarán con la información de primera mano debido a su despliegue nacional en el Plan República, y también estimulará el pragmatismo en los chavismos medios y subalternos, para no quedar fuera de la nueva realidad política del país. Seguramente habrá tensiones y focos de conflicto, pero no en la masividad con la que está amenazando el oficialismo.
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El chavismo tiene una colección de intimidaciones sobre el uso de la coerción y la violencia contra sus contrarios. El 18 de julio pasado, durante un acto de campaña electoral, Nicolás Maduro exclamó desde la tarima: «Si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida producto de los fascistas garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria de la historia electoral de nuestro pueblo».
No deja de ser significativo que el presidente Lula da Silva, cauteloso en sus opiniones públicas sobre Venezuela, haya respondido las declaraciones de su aliado ideológico a pocos días de las votaciones. Incluso, ha designado a dos funcionarios de su confianza para acompañar en terreno el proceso electoral.
Lula, como dice la canción de Scorpions, pudiera estar sintiendo también el futuro en el aire, que en Venezuela corretea por todas partes, soplando con los vientos de cambio.
Rafael Uzcátegui es Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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