Venezuela, el ombligo del mundo, por Heisy Mejías
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“¡Nada como mi país, aquí están todos los climas; tenemos nieve, mar Caribe, desierto y un gran bosque. Estamos en el top 10 de las mujeres más bellas y en el deporte nacional somos muy buenos! Así de hermosa es Colombia, el que llega se quiere quedar” o hablemos de las maravillas del Perú, “nuestra vasta tierra es tan bendecida que tenemos más de 3000 variedades de papa y la mitad son nativas, somos una de las capitales gastronómicas de la Región y en el Cuzco está la cuna del Imperio Inca; ¿A quién no le gustaría quedarse a vivir aquí?” o la nuestra:
Venezuela es el mejor país del mundo, nuestra geografía es significativamente hermosa, muchas películas se han grabado en Los Roques y nuestro Salto Ángel es el más alto del globo terráqueo. Tenemos la mayor reserva de petróleo y también somos reconocidos por nuestros minerales; bauxita, oro, diamante, coltán, entre otros.
Tenemos beisbolistas en la MLB, y varios han ganado importantes premios en ésta área. Luis Aparicio está en el Salón de la Fama y Yulimar Rojas tiene récord mundial en Salto Triple. Nuestro deporte en general ha escalado importantes eslabones a nivel internacional. Nuestra gastronomía es deliciosa, tenemos los mejores quesos de la Región y somos los reyes del mejor desayuno del planeta, la arepa. En cuanto a la belleza femenina que nos caracteriza, tenemos 7 coronas del Miss Universo y un total de 215 premios en relación a la hermosura de mi tierra.
Existe un honor inconmensurable en el patriotismo venezolano, posiblemente esto se deba a la forma en que se gestó el país, es decir, se dio nacimiento a una nacionalidad a partir de la cursilería propia de la época de Simón Bolívar. Nuestro país tiene profundas raíces en un romanticismo que llevó al Padre de seis naciones a morir desterrado y en la ruina en Santa Marta, Colombia. Así fue manifestado en la siguiente frase del Libertador: «Amo la Libertad de la América más que mi gloria propia, y para conseguirla no he ahorrado sacrificios».
Ahora, cabe preguntarse si este sentimiento de nacionalismo que formó y forma parte del discurso venezolano por varias generaciones suscita en la praxis del cuidado por el país y la preocupación por el bienestar y el con-vivir-con la otredad.
Estimados lectores, podremos ser “los más chéveres” de la Región y fuimos receptores de muchas oleadas migratorias de países tanto europeos como suramericanos, que vieron y tuvieron en Venezuela todas las oportunidades de crecimiento y que en efecto, gracias a un arduo trabajo lograron asentarse y hacer vida, pero esto no niega en sentido estricto, que nuestro ethos moral está pasando por una crisis inefable, que se ha producido en los últimos 40 años. “Somos hijos de Chávez” y Chávez hijo de sus padres, 20 años de corrupción moral no salieron de la nada, somos hijos de la historia y hemos nacido veinte años antes que nuestros padres, con un sistema simbólico definido el cual ha determinado las dinámicas sociales en las que se entreteje la vida.
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Mucha basura ha corrido en las alcantarillas de nuestra sociedad, a la luz pública y sin un plan de saneamiento moral. Por tanto, no es de extrañarse que el día de hoy, Venezuela sea cuna de uno de los mayores índices de embarazo adolescente de América Latina o que Caracas sea una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde nadie puede asomar un smartphone en la calle sin que sea víctima de un robo.
Evidentemente, al estar sujetos a una crisis económica jamás vista en el país y que se ha acelerado de forma tan abrupta para quienes estaban acostumbrados a generar hasta hace una década lo suficiente para vivir bien, hoy a lo sumo el sueldo alcanza para apenas un cartón de huevos, con lo que la emigración fue una opción, al punto que hoy en día hay más de 5 millones de compatriotas en el exterior.
Los venezolanos ya tenemos rato saliendo y sino recuerde el audiovisual que unos estudiantes de la UCAB hicieron y del que fue objeto de burlas, incluso del mismo Chávez. Empero, en ese tiempo salió la desaparecida clase media.
Los que han salido en los últimos cinco años, en su mayoría a países de la Región -porque no hay plata para irse a Europa o a los EEUU- han sido los más desfavorecidos, los que son hijos de la pobreza y sus formas de vida, dícese, los que no tuvieron acceso a una educación óptima que aunque gratuita, no fue la más adecuada.
Los que crecieron viendo el malandro de la esquina vendiendo droga y la adolescente con tres muchachos encima o los que crecieron víctimas de violencia intrafamiliar, dónde nunca se denunció, ni se hizo nada y por ende, naturalizaron esas formas de relaciones sociales.
Obvio, los buenos somos más, pero eso no niega la putrefacción de las alcantarillas de nuestra sociedad donde en más de 40 años no ha habido un proyecto civilizatorio por parte de nuestras autoridades para crear un “venezolano” digno de su Patria y con sentido de pertenencia más allá del amor por nuestro Salto Ángel que seguramente muy poca gente conoce, porque nuestro Parque Canaima se cotiza en dólares y los extintos cupos Cadivi se raspaban fuera de nuestras fronteras y no en nuestra querida Venezuela.
Por tanto, antes de ser considerada como “hermosa venezolana con sentido patriótico amante del alma llanera y la bandera tricolor”, me parece que es mejor ser un individuo respetuoso por el lugar donde me hallo y donde he sido recibida.
Prefiero ser de los venezolanos que se han preparado, adentro y afuera con visión de futuro, en generar un país en el cual nuestros hijos puedan hacer vida y sentirse orgullosos de cuanto venezolano entre y salga de nuestras fronteras. Prefiero ser una apátrida que desnaturaliza ese ethos maligno que en buena parte caracteriza a nuestros coterráneos y en función de esto, aceptar nuestros demonios y trabajar en alguna manera de vislumbrar una salida a este infierno social.
Agrego además, que los nacionalismos no han sido buenos para la humanidad y que peligrosamente el mundo está en un auge de sistemas autoritarios, por lo que posiblemente haya un crecimiento en discursos como salvaguardar las naciones de la globalización, cuidar lo que es nuestro y cosas tipo “Alemania para los alemanes”, que ya sabemos en qué termina la cosa y para muestra un botón llamado Donald Trump, no sólo es Maduro.
Por ahora, sólo sigo esta máxima “Todo pueblerino cree que es el ombligo del mundo”. Espero que mi hermoso país deje de ser un pueblo, con sus respectivos pueblerinos y se convierta en una Nación, con otra generación que no sea la de oro.
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela
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