Venezuela en dos pandemias: del telégrafo a las redes sociales
Los efectos de la gripe española del año 18 la siguieron los venezolanos al compás del telégrafo que alimentaba a los diarios, pero bajo el férreo control informativo de la dictadura gomecista. Faltaban 8 años para que llegara la radio, 34 para que tuviéramos televisión y casi un siglo para que viviéramos bajo el acoso viral de las redes sociales que hacen estériles los intentos de censura alrededor del Covid-19
Gregorio Salazar @goyosalazar
La pandemia nos envuelve viralmente en tiempo real. Tocamos el cristal de nuestro móvil y un globo terráqueo digitalizado nos arroja al instante el número de contagiados y de fallecidos en cualquier país del planeta; desde allí mismo seguimos en vivo las conferencias de prensa de mandatarios y autoridades sanitarias, nos conmueven los videos de las víctimas agonizando en hospitales o sus cadáveres en las aceras y también la capacidad de solidaridad, resistencia y resiliencia del ser humano.
Todo cuanto ocurre en torno al implacable visitante es escrudiñado, analizado, calificado y cuantificado y enseguida ofrecido a una aldea planetaria en estado de crispación y demasiado ávida de noticias. Diríase que la velocidad de la información marcha a la par de la del contagio. Conocemos desde su apariencia microscópica hasta su conformación bioquímica, la búsqueda de vacunas, curas o paliativos. Y todo moviéndose en una mínima pantalla.
En la Venezuela de 1918 cuando la pandemia bautizada (equívocamente) como la gripe española asoló a los venezolanos la velocidad de la información local marchaba al compás de las intermitencias del telégrafo, inaugurado más de 60 años antes, mientras las noticias internacionales llegaban por el cable francés, reinstalado en 1909.
De esos despachos se nutrían las páginas de los principales diarios. Faltaban 8 años para que llegara la radio, 34 para que tuviéramos televisión y casi un siglo para que viviéramos bajo el acoso viral de las redes sociales.
La peste de principios del siglo XX sobrevino en plena dictadura gomecista, celosamente intransigente con las malas noticias, las críticas y las disidencias, como todo régimen autoritario, y en una etapa donde el régimen había arreciado definitivamente su control sobre la prensa.
Sobre todo esto último. Así, por ejemplo, desde el 16 de octubre del 1918 cuando las calenturas consumen a un soldado en el puerto de La Guaira, convirtiéndolo en la primera víctima de la gripe española, que tan solo en 24 horas dejó 500 muertes, hasta la fecha en que los diarios publicaron la declaración oficial de la epidemia y las primeras medidas del gobierno transcurrieron catorce días.
Pánico en el puerto
Si el covid-19 esparció globalmente su contagio desde el confort de los aviones, las embarcaciones fueron el modo usual de la propagación de las epidemias tanto en la antigüedad como en épocas más recientes. Por los puertos salía o entraba el agente contagioso, así como el coronavirus despegó desde los aeropuertos chinos para en cuestión de días iniciar un trágico recorrido por el planeta que aún no se desacelera.
En la Venezuela de finales del año 1918 la gripe llegó a algunas ciudades por vía marítima. Los registros sanitarios del estado Zulia, por señalar una de las más importantes regiones del país, señalan que los dos primeros casos de contagio desembarcaron en el puerto de Maracaibo el 22 de octubre de una goleta que vino de La Guaira. Tendrían que transcurrir todavía ocho días para que los periódicos locales reportaran el anuncio oficial del estallido de la epidemia en Caracas.
Los principales diarios de Maracaibo, El Avisador, Los Ecos del Zulia, El Obrero, El Fonógrafo y Panorama, con apenas 4 años de fundado, mantenían una férrea competencia por los lectores, para quienes las noticias de la Primera Guerra Mundial habían sido el plato preferido a lo largo de los últimos cuatro años.
Salta a la vista la diferencia en la cobertura de las contingencias nacionales e internacionales cuando semanas atrás esos diarios fueron capaces de informar apenas al día siguiente que en el remoto Versalles, a la una y media de la tarde del 7 de octubre, se había firmado el armisticio entre Alemania y los aliados poniendo fin a la Primera Guerra Mundial.
El 30 de octubre Panorama titula en su página dos “La grippe en Caracas” con las medidas del régimen gomecista. “El gobierno nacional crea una justa de Socorro y eroga 500.000 bolívares. Prohibición de aumento de precios en artículos de primera necesidad i medicinas. Penas severas. Laudable actitud de los estudiantes. 40.000 bolívares recolectados. Clausura de locales de espectáculos”.
Hasta ese día la epidemia parecía algo muy distante. Hasta el 29 de octubre se sabía más de cómo avanzaba la epidemia más en Nueva York que en Caracas. Una información de “La Prensa” de Nueva York, reproducida ese día por Panorama, indicaba que la influenza había ocasionado 58 defunciones en un día, y que desde el 18 de setiembre, cuando se dio la primera alarma, “se ha reportado 3.254 casos y 1,175 defunciones”. Las cifras son de un mes antes de la muerte del soldado en el litoral guaireño.
Después de la noticia sobre la situación epidémica en Caracas es cuando se produce la primera reacción del gobierno local: un decreto dictado el mismo día 30 por el presidente del Estado, Santos Matute Gómez, ordenando cuarentena de 6 días para los pasajeros que llegaran especialmente de La Guaira y Puerto Cabello.
En pocos días la influenza avanzó indetenible en las céntricas parroquias de Chiquinquirá y Santa Lucía haciendo estragos en los estratos populares. El aceite de tártago fue la receta más recurrida pero sin mayores resultados.
El 5 de noviembre, el presidente del Estado se ve obligado a telegrafiarle a su jefe notificándole que la gripe se había extendido “de modo alarmadísimo” hasta llegar a 6 mil casos y su despacho no tiene recursos para alimentos y medicinas. El aporte oficial fue finalmente de 1.800 bolívares.
Hubo gestos solidarios. La Botica Nueva bajó el precio del Dioxógeno, la Emulsión Pasteur y otros. Y también lugar para el oportunismo publicitario: “No hay que alarmarse, lo de las gripe no es nada si se usa a diario en fricciones dos veces el Ron Maravilloso frío como preventivo y caliente como curativo”.
El mismo día que Santos Matute telegrafiaba a Gómez, monseñor Arturo Celestino Álvarez, Obispo del Zulia y a quien tocó presidir la Liga Sanitaria, informaba que “en Caracas se reportan 100 muertes diarias”. Maracaibo le seguía los pasos con unos cincuenta por jornada. En ese momento la epidemia hacía estragos en diez estados.
La pandemia en la redacción
En la primera semana de noviembre la gripe se había extendido por el puerto y llegaba hasta poblaciones del sur del Lago, como Bobures y Gibraltar. Ni el personal de los periódicos escapó al contagio. El 9 de octubre, bajo el título “Fuerza Mayor”, Panorama publica: “Caído casi todo el personal de Panorama en el lecho de enfermedad, quedamos apenas en pie los que haciendo supremos esfuerzos i hasta sacrificios en nuestra propia salud, en aras del bien general, estamos sosteniendo la circulación de este diario, para dar a todos las informaciones que nos permitan los medios de que dispone la empresa.
No será extraño que tengamos que reducir el formato mientras los obreros vuelven a sus labores, i hasta que suspendamos la circulación si todos caemos rendidos en la lucha.
¡Que Dios tienda sobre la espiritual ciudad del Lago manto misericordioso i aplacar la epidemia que nos azota!”
Dos días más tarde el diario se reduce a 2 páginas y será el 16 de noviembre cuando vuelve a sus habituales cuatro. A partir del día 11 las informaciones sobre el flagelo se centran en lo local y pasan a la primera página bajo el título general “De la epidemia reinante”.
Se incluye el Boletín Sanitario con las precauciones para evitar la influenza, recomendaciones y opiniones médicas, lista de defunciones, decretos del gobierno, mensajes de la iglesia.
No hubo una cifra oficial de muertes en el Zulia, pero se cree que pudieron llegar a 800. Hacia diciembre la pandemia había cedido y en el mes de diciembre Maracaibo había vuelto a la normalidad, teniendo como timbre de orgullo que las colonias extranjeras, las industrias y el comercio habían unido esfuerzos para auxiliar a la población y detener el mal.
El 30 de abril de 1919 cuando el presidente fachada Victorino Márquez Bustillo presentó su mensaje anual al congreso dedicó dos párrafos a la epidemia. El primero un extenso panegírico al hijo del amo del poder, coronel Alí Gómez Bello, “bizarro joven”, que “con desprecio al peligro” habría atendido personalmente a sus tropas. A diferencia de su padre, por cierto, que permaneció enclaustrado.
El gobierno, precisó, dedicó 800 mil bolívares para combatir la epidemia, pero no hubo cifra oficial del número de muertes, que según algunos estudios pudieron alcanzar las 25 mil en Venezuela y 100 millones en todo el mundo.
Jamás imaginó Don Victorino que vendrían los tiempos de los llamados infociudadanos, capaces de consumir y producir contenidos y eventualmente ser utilizados por los medios tradicionales de comunicación. Una llave difícil de enmudecer para cualquier émulo de ese pasado de opresión.