Venezuela en las garras de la intolerancia fundamentalista, por Beltrán Vallejo
¿Cómo se llama eso que hace Tareck Willian Saab cuando amenaza con castigar al que difiera de su versión, de la suyita versión, sobre la muerte de Fernando Albán? No es nada más soberbia de espíritu lo que transmite este funcionario inquisidor; ¡está prohibido, y punto!
Definitivamente los venezolanos de a pie no solo viven en una nación con economía arrasada; nuestra existencia también se encuentra entrampada en un contaminado ambiente de intolerancia que se ha impuesto a rajatablas y con amenazas. El país se torna medieval o musulmán yihadista. ¿Es que estamos en los tiempos en que a Galileo lo pusieron de rodillas ante el tribunal inquisidor y lo obligaron a abjurar de su tesis de que la tierra se mueve porque era contraria a la doctrina de la iglesia que imperaba en 1633? Yo digo que sí, y me perdonan por la radical comparación histórica.
A unos pobres bomberos mamadores de gallo le están aplicando esa bazofia pseudolegal para imponerle 20 años de cárcel por haber transmitido una charanga donde un burro que metieron en su lugar de trabajo lo identificaron con el Presidente
Vean por donde va la cosa desde que la ignominiosa y primitiva Asamblea Nacional Constituyente aprobó esa fulana “Ley Contra el Odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia”. A unos pobres bomberos mamadores de gallo le están aplicando esa bazofia pseudolegal para imponerle 20 años de cárcel por haber transmitido una charanga donde un burro que metieron en su lugar de trabajo lo identificaron con el Presidente de la República; una imagen que hicieron viral por las redes sociales como forma de protesta por las malas condiciones en que trabajaban como servidores públicos cuya labor tiene que ver con la seguridad y la vida de los demás.
Pero no sólo el gobierno se hace más dictatorial con sus complejos y su intolerancia; no sólo el gobierno quiere imponer a la fuerza una especie de “verdad nacional” como si fuera un Torquemada o un Savonarola; él no es el único que tiene sacerdotes con capuchas puntiagudas o ayatolas en búsqueda de un Salman Rusdie en cualquier calle o en cualquier red social; también eso que llaman liderazgo opositor al gobierno de Maduro tiene sus intolerantes en búsqueda de herejes. Además de que está derrotada y desprestigiada, sin capacidad para convocar un conversatorio con diez personas en algún patio casero, lo que queda de oposición política se ha vuelto una capilla del siglo XIV para encerrar brujas y moros, o se ha vuelto mezquita para llamar a la guerra santa contra los infieles. Es que el mundito político opositor se entrampó entre los fanáticos del participacionismo electorelo a lo como sea y los que buscan como sea también al soldado Ryan, ya venga de afuera o esté metido debajo de la cama; y el que disienta de los dos extremos será objeto de menosprecio. La oposición a Maduro no solo está muerta en las calles; ella perdió la moral, la lengua, las neuronas, los testículos y hasta el más mínimo sentido de tolerancia y de respeto.
De manera que la lucha en este país se volvió multidimensional. Ahora hay que pelear, no solo por el plato de comida, no solo contra las violaciones constantes a esa niña indefensa que llaman la constitución, sino también para que haya civilización y para que Albert Camus no le dé nauseas si resucita y pasa por aquí. La Lucha es por el respeto a la condición humana en todos los sentidos, y de manera especial por la libertad de pensamiento y de opinión, que se están volviendo tan caros en este país como el cartón de huevo y el kilo de queso; tiempo sin verlos en mi mesa, por cierto.