Venezuela en Múnich, por Félix Arellano
La Conferencia de Seguridad de Múnich ha celebrado su 56 edición los días del 14 al 16 de este mes con una agenda completa y compleja. En esta oportunidad, la documentación de base no solo comenta la grave crisis de Venezuela sino que la ubica como uno de los diez casos de especial atención por sus potenciales amenazas a la seguridad.
Una vez más nuestra crisis hace parte de la geopolítica mundial, lo que no constituye una garantía de solución y reconfirma el reto de unidad, organización y coordinación que enfrenta nuestra oposición democrática.
La Conferencia de Seguridad forma parte de las novedosas experiencias que ilustran el creciente papel de la sociedad civil internacional. Se trata de iniciativas individuales o societales que se desarrollan con el objeto de influir en la construcción de gobernabilidad internacional. En este caso, surge promovida por Ewald-Heinrich von Kleist en 1963 y, en los últimos años, bajo la coordinación de una fundación presidida por Wolfgang Ischinger.
Sobre la Conferencia conviene destacar que en cuanto a su dinámica de funcionamiento sigue la metodología del Foro Económico y Mundial de Davos y bien podríamos calificarla como su complemento. Desde su creación, la Conferencia celebra reuniones anuales en la ciudad de Múnich con la participación de algunos Jefes de Estado y de Gobierno, dirigentes políticos, representantes de la academia y, recientemente, líderes empresariales.
Esta reúne un conjunto de personalidades que profundizan sobre los principales riesgos que afectan a la seguridad internacional y, al final de sus deliberaciones, presentan un conjunto de recomendaciones de particular interés para los gobiernos. Adicionalmente, también han desarrollado el formato de cumbres en tema específicos, tal es el caso de las Conferencias de Seguridad Cibernética del 2012 y de la Seguridad Energética del 2013.
En los últimos años un tema de debate recurrente tiene que ver con las contradicciones que están enfrentando los gobiernos democráticos, situación que se ha exacerbado con la política exterior del Presidente Donald Trump y su agresivo discurso contra sus vecinos, la Unión Europea (UE) y la OTAN. Por otra parte, a esta tensión se debe sumar, entre otros, la competencia desplazante de China y su proyecto de expansión económica global y el ataque sistemático de Putin a los valores e instituciones occidentales.
Con este intrincado panorama de fondo, la Conferencia ha seleccionado como tema central para esta edición “La decadencia del proyecto occidental”; ahora bien, muy lejos de pensar en el final de occidente. La Conferencia aprecia que los riesgos que enfrenta la seguridad mundial en el presente año son múltiples y pueden tener efectos globales; lo delicado es que al abordar las posibles soluciones, en la mayoría de los casos, prevalecen serias diferencias entre las democracias occidentales, particularmente con el gobierno de los Estados Unidos. En este contexto, se podrían mencionar, entre otros, el cambio climático, cuyas consecuencias se están incrementando y el Presidente Trump menosprecia o las potenciales amenazas nucleares de Corea del Norte y de Irán frente a las cuales Estados Unidos despliega estrategias individuales.
Adicionalmente, la guerra comercial estimulada por el incremento de aranceles en el mercado de los Estados Unidos, contra sus tradicionales socios comerciales de occidente, como instrumento de negociación para lograr mejores condiciones de acceso a los productos norteamericanos, está deteriorando las fluidas relaciones comerciales, que además se apoyaban en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para superar las potenciales diferencias; empero, la administración Trump también ha enfilado baterías contra esta organización, paralizando el funcionamiento del órgano de apelaciones.
Un tema fundamental en la reflexión de la Conferencia ha sido la erosión de las instituciones multilaterales, espacios fundamentales para el diálogo, la negociación, la cooperación y, en consecuencia, necesarias para la construcción de la gobernabilidad internacional. Las causas de tal deterioro son diversas, algunas tienen que ver con la dinámica funcional de las propias instituciones, como por ejemplo el derecho a veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se ha convertido en un factor de parálisis de la institución.
Por otra parte, en los últimos años y como reacción a las limitaciones que genera la dinámica global, se está fortaleciendo la visión rígida de la soberanía, cerrando las oportunidades a la cooperación; desconociendo que en general los problemas del mundo global, exigen de solución globales, es decir, que para lograr soluciones efectivas se requiere de la mayor participación de miembros de la comunidad internacional.
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En lo que respecta a los países que representan una amenaza seria contra la seguridad, la documentación de La Conferencia destaca el caso venezolano que comparte la lista con países como: Irán, Corea del Norte, Afganistán, Siria, Yemen, Ucrania, Burkina Faso, Israel-Palestina y Kashmir. La gran mayoría de estos casos forman parte de la geopolítica mundial, lo que implica que las potencias, en particular Estados Unidos y Rusia, asuman como asuntos de sus estrategias individuales, limitando la posibilidad de construir soluciones efectivas, con la participación de la comunidad internacional.
Que la grave crisis venezolana forme parte de la Cumbre de Múnich evidencia la importancia del problema, pero no garantiza la solución. Ahora bien, nuestra oposición democrática debería aprovechar estos escenarios para promover una hoja de ruta orientada a la salida pacífica y democrática, proyecto en el que, con diversos grados de intensidad, los gobiernos democráticos del mundo están llamados a participar.