Venezuela Heroica, por Bruno Gallo
Si en algún lugar la historiografía ha marcado la política es en Venezuela. Una actividad de ciudadanos que se organizan y trabajan para lograr mayor calidad de vida: que los hijos vivan en un país mejor que el que vivieron los padres, que los ciudadanos puedan aspirar a mas ratos gratos y más felicidad individual y colectiva, en Venezuela siempre ha tenido ribetes heroicos, acciones dirigidas por émulos de los héroes de la independencia, que se niegan a dejar tranquilos a los próceres en el panteón y los libros de historia e insisten en sacarlos a pasear cada vez que pueden. Para colmo de males, nuestra historiografía olvidó a los civiles e intelectuales que tanto aportaron al nacimiento de la República, así que nuestra política está llena del dramatismo y las expresiones bélicas del romántico siglo XIX.
Por una parte los seguidores de Maduro se empeñan en desempolvar la más heroica de las versiones de la utopía marxista de la construcción de una sociedad sin clases y para ello “Patria o Muerte” están dispuestos a TODO, a morir o matar. Por pura casualidad esa misma versión de la utopía marxista es la más fracasada de todas y Venezuela no es la excepción. Cualquier sueño, por hermoso que parezca, cuando obliga a todos a soñar lo mismo, está destinado a convertirse en pesadilla y si lo aderezas con una enorme porción de autoritarismo, corrupción e incapacidad, el resultado es un desastre como el que estamos viviendo.
Inevitable es que surjan voces y acciones que se oponen al desastre, entonces el espíritu heroico se redobla, los adjetivos sustituyen las ideas y en nombre de una promesa los discursos altisonantes aseguran que defenderán el desastre hasta con la última gota de sangre. Aparecen milicias y milicianos y el escenario de la política se transforma en un campo da batalla, con su altisonante léxico y una escasa disposición a escuchar al otro. En los campos de batalla el debate democrático es un extraño y surge con mucha fuerza la cultura cuartelaría de la orden y la obediencia.
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En otro lugar de ese mismo escenario, la democracia perdida se convierte en aspiración, como es lógico y se trabaja con mucho ímpetu e igual espíritu heroico en desplazar del poder a los “tiranos”. En el terreno de la política pudiera pensarse en construir una propuesta que aglutine el descontento y lo convierta en una fuerza incontenible aun para el más conspicuo autoritarismo. Y en algún momento ese es el camino que se escoge. Pero carajo, Eduardo Blanco, siempre tentando con su visión romántica de la guerra, finalmente se impone en un sector opositor y ellos también renuncian a la política como expresión orgánica de las aspiraciones de los ciudadanos en “un mundo mejor” también se mudan al mundo de los héroes que habitan los campos de batalla. Se renuncia así a la idea de acumular fuerzas, participar en elecciones, dialogar, negociar y aparecen también los héroes dispuestos a morir por lo que creen, que generalmente se traduce en unos jóvenes tomando riesgos desmedidos… Cuando se renuncia a la política también se renuncia al debate democrático y quienes comandan la tropa monopolizan la dirección y las órdenes… al que no le guste se puede ir.
Por supuesto, en ambos bandos se perciben como nobles guerreros, Héroes, en sentido estricto, no están guiados por la razón, sino por una misión superior, mítica. Entonces no tienen contrincantes con opiniones diferentes sino enemigos. Cada uno en su particular manera de ver el mundo (cosas del maniqueísmo heroico) es el “Bueno” y su enemigo el “Malo”. No hay alternativa que no sea aniquilar al otro. Los Héroes y los villanos no dialogan ni cohabitan, tratan de aplastarse el uno al otro.
Como en el viejo proverbio indio “Cuando dos elefantes se enfrentan, quien más sufre es el pasto” Porque en este enfrentamiento entre proyectos que abandonaron el terreno de la política ambos bandos justifican excesos represivos, injerencia extranjera inadmisible, la opacidad en el manejo de los recursos de los venezolanos y piden el sacrificio de los más humildes y los que más sufren. Son dos gotas de agua unos le piden a los humildes resistir las agresiones imperialistas los otros piden resistir una sanciones que nos llevarán al reino de la libertad. Unos manejan con total opacidad el erario público, los otros manejan como les da la gana el dinero de Citgo, Monómeros y otros activos venezolanos en el exterior. Ambos denuncian al otro por la crisis humanitaria pero es muy poco lo que hacen para resolverla.
Párrafo aparte merece la idea de que ambos piden un cheque en blanco para “superar la crisis”. El gobierno apela a una Ley Antibloqueo que le permitiría saltarse los controles para la reprivatización de empresas que ellos mismos nacionalizaron y quebraron por incapaces. Los otros apelan a una consulta popular que aspira otra forma de extender un cheque en blanco. La pregunta número uno pide que los ciudadanos apoyen TODO lo que los que consultan decidan hacer para salir de la “tiranía”. ¡¡¡Carajo!!! ¿Todo? ¿Habrase visto algo más TOTALITARIO?
Para los héroes, la acción se reduce a mantenerse en el poder a cualquier precio, para unos, o alcanzarlo a cualquier precio, para otros. Aplazan la resolución de los problemas del país y de los ciudadanos. La agenda es sólo la sucesión o la continuidad en el trono. Mientras tanto, ambos prometen… algún día seremos felices.
El regreso a la política
La promesa sólo es creíble cuando se dan pasos en dirección a la superación de la más aguda crisis que ha aquejado a la República: Instituciones en proceso de disolución, servicios públicos desaparecidos (electricidad, agua, gas), industria petrolera destruida, aniquilación del salario, un flujo migratorio de salida que solo detuvo momentáneamente la pandemia, informalización de los ingresos de la nación, una crisis educativa y un déficit nutricional que hipotecan seriamente nuestro futuro…
No es cierto que en esta especie de equilibrio precario de poderes, la Nación pueda esperar que se imponga uno de los bandos de Héroes. La magnitud, profundidad y gravedad de los daños requiere un gran acuerdo nacional, requiere construcción de consensos. Que una fuerza se imponga sobre otras, solo agravará el conflicto. Si se impone el Estado Comunal y su “todo el poder a los soviet” la historia del deterioro continuará y se profundizará. Si se impone la fantasía heroica guaidosista y su arsenal de grandes y pequeñas venganzas, no hay salida, sino una puerta abierta a la conflictividad e inestabilidad prolongada. La amputación de la nación ni es posible ni es deseable ni resuelve nada.
El retorno a la política, a la confrontación pacifica de idea y proyectos, el regreso al escenario del dialogo y la construcción de consensos es la única vía civilizada a la superación de la crisis. La revaloración del escenario electoral, con todas las imperfecciones que imponen estos tiempos y la manera de ejercer el poder por parte de un gobierno de naturaleza autoritaria.
El retorno a la alternabilidad como expresión del respeto a la voluntad de los ciudadanos, el regreso a los principios elementales de una sociedad abierta, al respeto a la diversidad. Ese es el camino que lleva a la superación de la crisis. El resto es mitología heroica y como enseña la religión de los antiguos griegos, los héroes frecuentemente cometen el más grave de los errores; la desmesura (hibris) y Venezuela está cansada de promesas, aplazamientos y desmesura.
Es hora de la política, no del heroísmo
Es tiempo de los ciudadanos, no más héroes. Construyamos la realidad, una mejor. Paso a paso.
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