Venezuela: la de acá y la de allá (viceversa), por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Comenzaré con un clásico de las frases que soltamos cuando los latinoamericanos cuando nos preguntan sobre nuestro país: “un país exclusivo y lleno de contrastes”. Para cada uno de los 33 países, ciertamente, hay un marcado contraste desde el punto de vista social y político. No tanto económico porque ninguno se caracteriza por tener una diversidad, ni contraste en esta materia.
Para lo que nos proponemos analizar, es importante que partamos de la base que, desde hace unos 20 años en adelante, ya no existe una sola Venezuela, solida consolidada como nación. Aquella que conocimos, o al menos creíamos que existía, antes de la llegada del proyecto autocrático de manos de Hugo Chávez. Esta dudosa impresión, al menos para este servidor, se evidenciaba en el hecho de que todos estábamos en ella, bien cobijados por el sentimiento de patria. Así pretendíamos profesar, siempre, que había un solo país, delimitado y con todos viviendo en unidad, en una comunidad política, social y económica. Sin embargo, existía un curioso ruido divisorio en esa apariencia, que todos veían, menos los gobernantes de turno y que luego Chávez, en su proyecto, supo aprovechar y explotar.
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Llegada la debacle del sistema político venezolano, algo levantó la alfombra y se observó que había muchas cosas ocultas debajo de ella: resentimiento, indiferencia, aversión y una relación tirante entre los mismos venezolanos, lo que más adelante terminó germinando en dos Venezuela: una que decidió partir (para muchos huir) buscando una mejora sustancial en la calidad de vida, bajo la premisa de que el país ya no le ofrece las garantías suficientes para vivir un futuro; y otra que, bien porque ha estado apostando a la superación de las crisis por la que ella ha atravesado, o sencillamente porque no tuvo más opción que quedarse asumiendo el reto del resuelve, el aguante, y lo que ahora podemos ver como un emprendimiento sin iniciativa de nadie más que de los atrevidos, porque va más allá de una real planificación sin protagonismo identificado.
Una de las dos se encuentra bajo el agobiante desgaste de vivir en un sistema de gobierno que solo le genera, dolor, angustias, pesares e inseguridades, pero que con el pasar de los años sus habitantes han venido reinventándose y buscando alternativas que les permita mantenerse de pie. La otra vive una travesía, un sobresalto del día a día entre la sobrevivencia y en su mayoría: buscando un “sueño”, muy costoso, por cierto. Pero a diferencia de la otra, esta última dice tener la certeza de que alcanzará un mejor futuro. De esta última, hay muchos que dicen ser sus representantes; que hablan por ella; que gestionan por ella.
No obstante, en medio de sus diferencias, surgen los puntos que les asocian, como por ejemplo la ilusión o la visión que poseen de ambas Venezuela. Esa que se encuentra asociado al imaginario de cada uno, y en un juego de palabras se dicen: aquí se vive duro, pero voy a mejorar.
Ambas Venezuela, se repiten, casi como mantra, que hay un algo que les permitirá estar mejor. En cada una de ellas existe un ánimo de emprender, de hacer algo diferente. Sin embargo, en una sola se ha podido manifestar mucho más que la otra.
Valdría agregar que es una suerte que eso esté ocurriendo en una de las dos porque de lo contrario estaría estancada o detenida, como otros países que se encuentran bajo regímenes asociados al de la actual Venezuela.
Y si continuamos con las asociaciones, ambas tienen unos patrones de consumo que generan unas expectativas hacia la novedad, la modernidad, que van despertando esa genialidad intrínseca en cada una de las Venezuela y que estimulan la creatividad, aunque muchas fueran tomadas de otras experiencias. Hasta aquí, vemos que hay un espíritu de superación, muy latente. En esa relación, las dos se van encontrando y tratan de ir a la par. Pero hay algo que va generando movimientos telúricos en ese encuentro. Una extraña, aunque comprensiva, visto el desarrollo histórico de los últimos 20 años, relación tirante entre dos países que al mismo tiempo son uno.
Una de las dos Venezuela, ha venido estimulando, por alguna razón poco clara, una especie de despertar en la generación de oportunidades. Sin estar bajo la responsabilidad de nadie, ocurre algo que ha estimulado una innegable nueva forma de vida. Ante ello, un estadístico, muy seguido en una de las Venezuela, ha dicho que “es ridículo decir que Venezuela se arregló. Pero que, es torpe disimular que se han producido cambios que abren mejores oportunidades”. Agrega, además, que eso no se puede disminuir, por más que se intente.
La Venezuela que se ha ido, ha representado, sin duda, una perdida muy lamentable y puede que así seguirá por mucho tiempo. Ella ha producido unas heridas, un cruce de sentimientos bastante notables, derivando hacia una relación tirante entre ellas, a pesar de la consabida dependencia; porque una ha sostenido parte de aquella que optó por quedarse, como dicen muchos, “aguantando la pela”.
Es difícil comprender, pero mucho más creer, que exista una relación bastante lamentable entre ambas Venezuela. Incluso, más de uno puede pensar que lo que ahora digo, no es tan cierto. De esto ninguna de las dos Venezuela, es capaz de hablar, de plantearle el uno al otro la realidad. Pero ambas se comunican indirectamente, se intercambian videos entre las redes sociales. Una deja por sentado que una depende de la otra, que es superior o cosas así. Mientras que la otra mantiene entre sus sentimientos esa posibilidad de frenar cualquier intento de vuelta reunificadora, si la situación llegara a feliz término en ella, e incluye videos para, al igual, mostrar que no es tanto lo que ahora se lamenta.
Mientras las dos se levantan para continuar cada una a su ritmo, ambas buscan la manera de llevar adelante e imponer lo que de verdad necesita la otra. Una de ellas sabe cómo resolver todos los problemas que mantiene la otra. Mientras, una no avanza en lo que realmente debería hacerse, y cuando lo hace es con timidez, con el cuidado de que la otra no se moleste y de inicio a la avalancha de críticas sobre su accionar. Dejando al descubierto que ambas Venezuela, esperan de la otra lo que ninguna de ella, quiere, ni puede dar.
Semejante situación detiene el trabajo en equipo, tal y como ocurre cuando hay un exilio, por ejemplo, y hasta ahora, no se avizora ningún movimiento organizado que abra los caminos para la construcción de una nueva comunidad política venezolana que permita mover las fuerzas externas e internas. Se dice que se está trabajando en ello, pero no hay nada a la vista que lo pruebe. Antes bien, los discursos se agotan en direcciones equivocadas, la de acá intenta hablarle a la de allá, y la última se habla a sí misma, sin llegar a consolidar una propuesta contundente y convincente.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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