Venezuela ocupa tercer puesto en Latinoamérica con nuevos casos de VIH
Hasta 2013, en el país moría una mujer cada 17 horas a causa de enfermedades por VIH
Marisol, nombre ficticio para resguardar su identidad, vive en Maracaibo y hace 10 años fue diagnosticada con VIH. En el transcurso de sus 42 años, le tocó “pasar por todo”, desde el rechazo de su familia, hasta ser golpeada salvajemente por su pareja al negarse a tener relaciones sexuales sin preservativos. De las cenizas se levantó, ahora, al igual que más de 120 mil personas entre adultos y niños según estimaciones de ONUSIDA, debe intentar sobrevivir en un contexto como el venezolano, donde ser mujer y tener VIH-SIDA, es “un pecado”.
Las damas seropositivas, se enfrentan a múltiples problemas en el ámbito personal, familiar, comunitario, laboral y educativo, además, de obstáculos para ser atendidas en centros de salud y sufrir esterilizaciones forzosas. Se calcula que, en Venezuela, entre 37 mil y 45 mil mujeres son portadoras de VIH de acuerdo a ONGs y la ONU, y su vida está en riesgo, entre otros factores, debido a la escasez de antirretrovirales que supera el 90 por ciento.
El informe sobre el VIH de Venezuela elaborado en 2015, reflejó que más de 63 mil personas recibían tratamiento del estado. 47.969 eran hombres y 15.359 mujeres. Las cifras dan cuenta que más de la mitad de las féminas del país son marginadas, pese a que el Ministerio de Salud insiste en que más de 77 mil personas reciben tratamiento sin costo. En cualquiera de los casos, los números están desfasados y el ejecutivo se niega a firmar las órdenes de compra desde junio del año pasado, decisión que sentencia de muerte a más de 70 mil almas y arrecia una problemática que arrastra la nación desde 2012.
Sin derecho a vivir
La muerte toca la puerta de las personas que viven con VIH-SIDA en el país con facilidad y los registros de defunciones oficiales, cuestionados con frecuencia, reflejan la hecatombe. Los decesos de mujeres a causas de enfermedades por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, aumentaron más de 186 por ciento entre 1998 y 2013, año en que por última vez última vez el Gobierno Nacional publicó los Anuarios de Mortalidad, y mientras “globalmente las muertes de féminas con VIH disminuyen, en Venezuela aumentan debido al difícil acceso a servicios de salud sexual, reproductiva y el desabastecimiento de medicinas”, aseguró Magdymar León, coordinadora ejecutiva de la ONG Avesa.
Las cifras tienden al alza y La Red Venezolana de Gente Positiva (RVG+) y Acción Ciudadana Contra el Sida (Accsi), denunciaron a finales de 2017 que las muertes por Sida aumentaron 75 por ciento desde 2011, debido a la falta de antirretrovirales. Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el Sida (ONUSIDA), 19 mil menores de 17 años al menos, han quedado huérfanos en Venezuela a consecuencia de la epidemia. La mortalidad por complicaciones asociadas al SIDA aumentaron alrededor de 70 por ciento entre 1999 y 2013 y el Ministerio para la Salud estima que en el país 11 mil personas contraen el virus cada año.
El promedio de edad de hombres con VIH se ubica entre 20 y 35 años, mientras que en mujeres oscila entre los 25 y 34 años, además, la nación, es el tercer país en América Latina con más nuevos contagios entre adolescentes y adultos.
No tan rosa
Cualquiera que sea su destino final, el camino de niñas y mujeres con VIH/SIDA en Venezuela está “repleto de espinas”. José Bravo, defensor de los derechos humanos con más de 10 años de experiencia en el tema, explicó que las féminas son discriminadas al momento de querer ser madre, incluso algunas fueron sometidas a esterilizaciones forzosas, les niegan oportunidades de empleo, compañeros de trabajo o familiares las apartan y a sus hijos le niegan el derecho a estudiar. “Existen casos en los que tienen que hacer sus necesidades biológicas en el patio o en otro sitio, porque no les permiten utilizar el baño”.
Con frecuencia tienden a aislarse, su pareja las abandona y en muchos casos, a las que no tienen la infección, su esposo o novio seropositivo les exige tener relaciones sexuales sin preservativos en contra de su voluntad, bajo amenazas o maltratos físicos. Se retraen y son más calladas en público que los hombres, sin embargo, cuando van a consultas hablan entre ellas sobre sus hijos y las dificultades que enfrentan, caso contrario a sus pares.
Morir una, dos y tres veces…
Enterarse que sus hijos fueron discriminados por su condición de salud las “mata” y las causas del origen de su enfermedad varían en el pensamiento y palabra de quienes la conocen “de acuerdo al comportamiento que tiene en el entorno en el que hacen vida”.
Estefanía Mendoza, Coordinadora de Planificación de la ONG Mulier, comenta que el estigma de la enfermedad continúa siendo un impedimento para tener una vida normal. A estos flagelos, se suman elementos de la crisis que atraviesa Venezuela como la escasez y encarecimiento de alimentos, preservativos, pruebas serológicas para la detección del virus, reactivos para sus pruebas y chequeos, alto riesgo de contagio vertical de madre a hijo a través de la lactancia, escasez de fórmulas lácteas para sustituir la leche materna (el gobierno de Venezuela incumple con la entrega a las mujeres con VIH con bebés recién nacidos desde enero de 2014) y obstáculos para llevar una dieta balanceada.
El estado es el principal responsable de violar sus derechos humanos, y el de todos los pacientes, y es su obligación prestarles atención. Las mujeres con VIH/SIDA no deben amamantar, pero ante la crisis, prefieren hacerlo que dejar morir de hambre a sus pequeños, acota Mendoza, que añade que, “ninguna madre debería tener que enfrentar esa decisión, en especial cuando es perfectamente prevenible”.
No implementar políticas públicas que eduquen a la población sobre la enfermedad y permitan disminuir la discriminación, es otro de los reclamos que hacen los especialistas al ejecutivo, para referirse a uno de los puntos medulares para erradicar la epidemia.
Una tierra sin ley
Pese a que en Venezuela existe una legislación que contempla sus derechos, garantías, deberes y responsabilidades, como la Constitución de la Republica o la Ley para la Promoción y Protección del Derecho a la Igualdad de las Personas con VIH o SIDA y sus Familiares, que incluso tímidamente en su artículo 29 hace referencia a la protección específica de las mujeres, en la realidad es letra muerta.
La Coordinadora de Planificación de Mulier lo admite y argumenta que “las leyes, sin la efectiva diligencia del estado para aplicarlas, se quedan en declaraciones de intenciones”. Daniela Guerra, Directora General de la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (CODHEZ), expone que muchos de los casos de discriminación ocurren por desconocimiento y se asume que el VIH/SIDA lo tienen solo los promiscuos. “El estado no considera como prioridad a estas personas. El sistema de salud no cuenta con insumos para atenderlos y algunos médicos se niegan a prestarles atención alegando esto”.
“La aplicación de la política pública no consiste solo en crear una ley, entre otras cosas, deben de estar acompañadas de recursos para su promoción y diligencia. Lo que se está haciendo no es suficiente”.
En la actualidad, el cumplimiento del ejecutivo ante su obligación de proveer educación sexual de calidad y acceso a métodos anticonceptivos que permitan prevenir embarazos y contagios de enfermedades de transmisión sexual “es nulo”. El informe del Fondo de Población de la ONU del 2017 reflejó que las mujeres entre 15 y 24 años constituyen el 60 por ciento del total de jóvenes que viven con VIH y el 58 por ciento de los nuevos contagios, “lo que indica que estas cifras son consecuencia de la falta de acceso a medicamentos anticonceptivos”.
A contracorriente
Son “pocas” las mujeres en Venezuela que han visto un preservativo femenino y cuando lo conocieron, fue en una charla. No está disponible en farmacias y el estado no lo distribuye gratuitamente. Además, aun está mal visto que la mujer controle los aspectos de su sexualidad y tenga preservativos a la mano al momento de un encuentro amoroso.
Algunas de las personas que conviven en vecindad con mujeres que tienen VIH/SIDA y están al tanto de su situación de salud, se solidarizan con ellas y sus hijos; otros replican las conductas discriminatorias, prejuicios, estigmas y estereotipos, lo que alimenta el círculo vicioso.
Cada caso es distinto, pero existen reportes de auto discriminación y reproches a sí misma. Su círculo de amigos tiende a cerrarse y se deprimen con mayor frecuencia que los hombres. Lo más difícil para ellas, según algunas entrevistadas, es decirle a su pareja o hijos que son portadoras de VIH. Iniciar una nueva relación es una “odisea”.
En las consultas son más abiertas y expresivas que los hombres. Enfrentan con mayor fuerza y entereza el diagnostico; lo aceptan con mayor facilidad. Recordar a sus hijos las impulsan a continuar, las animan a luchar.
Carrera para subsistir
Para tratar de sobrevivir, los pacientes con VIH/SIDA no descartan cualquier opción, desde intentar comprar medicamentos revendidos de dudosa procedencia en el interior del país o en el exterior, hasta emprender una epopeya de cuatro mil kilómetros a países vecinos como Perú, en busca de empleo y salud.
En el presente, como en épocas no tan lejanas, “volvimos al tiempo que ser mujer y tener VIH es sinónimo de muerte”, debido a las precarias condiciones que persisten en el territorio nacional y su organismo, como el del resto de los pacientes, envejece 10 años más rápido que el resto de las personas.
La situación no pasa inadvertida en el resto del mundo y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un informe recientemente publicado sobre la grave situación de los derechos humanos en Venezuela recuerda, entre otras cosas, la sentencia número 487 de 6 abril del 2001 que dio lugar al amparo constitucional para la provisión de medicamentos necesarios para el tratamiento de VIDH/SIDA y exhorta al Estado a garantizar el derecho a la salud y la vida de las personas con VIH, movilizando los recursos necesarios y disponibles para ello, incluyendo los de cooperación internacional.
Esteban Colina, director de la Asociación Civil Manantial de Vida (Amavida), señala que la falta empoderamiento femenino es uno de los problemas y muchas veces, las damas son víctimas de sus parejas que tienen encuentros sexuales ocasionales con otras personas. “El VIH es un problema de mecanismos de protección. Vivir con el virus para las mujeres es mucho más complejo y cuando quedan embarazadas no tienen como enfrentar la enfermedad. La salud no es un regalo del Estado, su obligación es garantizar a todas las personas el derecho a la salud, educación y bienestar y en la actualidad ni siquiera les garantiza el derecho a la vida. Las mujeres zulianas les dan a sus hijos de comer alimentos que no los nutren como chicha de topocho, de espagueti y de arroz”.
A Marisol le toca continuar. No es la única, en Venezuela miles de mujeres con VIH/SIDA salen todos los días a la calle con la intención de luchar y sacar adelante una vida que, en muchos casos, factores internos y externos amenazan con apagar.
Nota de Prensa
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