VerboBomba, por Teodoro Petkoff

He aquí los resultados de lo que en la Declaración del Meliá se califica como “intemperancia verbal”, “lenguaje hiriente” y “cualquier retórica que de alguna manera contribuya o estimule la confrontación”. La brutal retórica del pasado «Aló Presidente» al referirse a los gobiernos de Colombia, España y Estados Unidos ha contribuido y estimulado de manera directa los criminales atentados de esta madrugada contra el consulado de Colombia y la embajada de España. Como contribuyó y estimuló a la acción criminal de los grupos armados de La Campiña contra los agentes de la Policía Metropolitana y como contribuye y estimula los ataques de grupos violentos del chavismo a manifestaciones pacíficas y no políticas como la de ayer, de los empleados de Sanidad ante el Ministerio de Finanzas.
Es evidente que en este momento hay grupos armados, y muy bien armados, que abrevan en el lenguaje de Chávez y que en su primitivismo político se inspiran en aquél y extraen de allí lineamientos para la acción directa.
Cuando Chávez sataniza continuamente a la PM no hace sino estimular emboscadas criminales como la que hace pocos días mató a un agente y dejó a otros siete heridos frente a Pdvsa. Es el irresponsable llamado a zafarrancho el que estimula a los grupos que atacan una manifestación pacífica de empleados públicos. Eso es lo que entienden por «defender la revolución». Y es, sin duda, y hasta prueba en contrario, esa retórica desconsiderada e intolerante, la directamente responsable de estos atentados. Una protesta diplomática es una cosa y otra muy distinta palabras tan desorbitadas como las de amenazar a Colombia con la ruptura de relaciones o las de imprecar a Aznar, que no pueden ser ajenas a la acción demencial contra las sedes diplomáticas de Colombia y España. Menos aún en este ambiente explosivo, a cuya reducción está precisamente dirigida la Declaración contra la Violencia. Pero incluso, si se tomaran en serio las acusaciones que hacen personas de la Coordinadora Simón Bolívar atribuyendo los atentados a la ultraderecha, es obvio que cualquier pescador en río revuelto sacaría provecho del bárbaro verbo incitador de Chávez.
El gobierno está emplazado. Las acciones terroristas son adelantadas en todas partes por agentes subversivos, por organizaciones anti gubernamentales. Pero en nuestro caso, son grupos que dicen identificarse con el gobierno los que actúan de manera criminal y terrorista.
Es más, se han permitido el lujo de hacer ruedas de prensa para anunciar sus operaciones. Además, como esta madrugada, las «firman». En el gobierno conocen a estos grupos y a sus integrantes. El punto 8 de la Declaración contra la Violencia compromete al «desarme de la población civil». Es obvio que esa es una responsabilidad fundamental del gobierno y no de la oposición. En La Campiña, es notitia criminis, hay gente armada. ¿Qué esperan las autoridades para desarmarla? Los explosivos utilizados son altamente sofisticados. Esos no los tiene cualquier mortal. El gobierno puede averiguar sin demasiado esfuerzo de qué arsenal salieron y quiénes podrían ser sus posibles operadores.
En el gobierno son visibles los signos de desesperación.
Pero en lugar de apoyarse en la negociación para buscar las soluciones, Chávez huye hacia delante, sopla la candela de la confrontación, provoca a todos los sectores, embiste contra nacionales y extranjeros y hasta contra sí mismo. No hay que hacerle el juego. Como Chacumbele, fiel a su naturaleza, el mismito se está matando.