Verdades, por José Rafael Hernández
Hay un conjunto de cosas que eran parte de la vida, hace algunos años, y hoy, desgraciadamente, son aspiraciones, necesidades, reclamos…
Tengo necesidad de alimentos.
Tengo necesidad de medicinas.
Tengo necesidad de agua.
Tengo necesidad de luz.
Tengo necesidad de teléfono.
Tengo necesidad de internet.
Tengo necesidad de transporte.
Tengo necesidad de gasolina.
Tengo necesidad de maestros para nuestros hijos.
Tengo necesidad de calles sin huecos.
Tengo necesidad de comerme un chocolate.
Tengo necesidad de mis amigos que están afuera.
Tengo necesidad de mis amigos que están en Venezuela .
Tengo necesidad de ver a los policías con cariño.
Tengo necesidad de ir a misa o al culto, con unas aspiraciones de ser mejores.
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Tengo necesidad de sentirme en una patria sin intervenciones extranjeras.
Tengo necesidad de sentirnos un país petrolero.
Tengo necesidad de pasear por el campo y ver muchas extensiones sembradas.
Tengo necesidad de sentirnos en un lugar sin riesgos de asaltos.
Tengo necesidad de no temer la muerte en cada esquina.
Tengo necesidad de sentirme del Magallanes, sin riesgos.
Muchas cosas, que antes eran lo normal de nuestra casa. No eran las aspiraciones locas de unos locos, no. Eran la vida cotidiana, en lugares como El Valle, en un lugar de «pelabolas» donde salíamos de madrugada en diciembre a patinar a Los Próceres aliñados con cualquier bebida venezolana o extranjera. Y pintábamos frentes de casas para comprarnos unos zapatos «WillianShoes» al final. Logrados con trabajo e insistencia.
Hoy todas esas cosas aparecen como necesidades.
Unas necesidades que no eran…
Y ahora las son…