Vía al barranco, por Teodoro Petkoff
La tragedia de Clarines ilumina dramáticamente un trozo bien grande de la incompetencia de este gobierno de inútiles de solemnidad. Las respuestas de Yo-El-Supremo a la incapacidad de su gobierno darían risa si no provocaran ganas de llorar.
Ahora designó seis vicepresidencias, a cargo de seis de los mismos tirapiedras que tienen diez años arruinando este país. Para tener carreteras en buen estado, con adecuados controles viales, no se necesita ninguna revolución. Basta con un mínimo de eficiencia administrativa y honradez. Para tener hospitales funcionales no hace falta ninguna revolución. Apenas un mínimo de eficiencia y honradez. Lo único que han logrado estos azotes de barrio que «gobiernan» es desacreditar conceptos como «revolución» y «socialismo». Si las carreteras y autopistas, así como los hospitales, son muestras de lo que pueden hacer la revolución y el socialismo, entonces, para el venezolano sencillo, la revolución y el socialismo son una mierda.
Pero en verdad, no hay ni revolución ni socialismo sino una manga de aprovechadores, que prevalidos de la fuerza, de los dólares y de la comprensible ilusión popular (ya desvaneciente, por lo demás), han demostrado que si no son buenos para construir son, en cambio, una maravilla para destruir.
Viajar por carretera en este país es turismo de aventura. En sentido estricto, se arriesga la vida. Basta leer las estadísticas sobre accidentes viales, con su dolorosa cosecha de víctimas fatales, para entender que no es una exageración de nuestra parte. Por donde usted se meta debe sortear huecos, zanjas, puentes caídos, desniveles peligrosos en las juntas de dilatación de estos, peraltes al revés, y, además, cero controles y ninguna vigilancia. Ni controles de velocidad ni controles de peso para las cargas.
Por tanto gandolas van sobrecargadas, detruyendo el pavimento y todo el mundo corre a lo que da el motor. De la autopista Caracas-Valencia desapareció la vigilancia que proporcionaban las gobernaciones y la Guardia Nacional vaya uno a saber de qué se ocupa ahora.
La autopista «Diosdado Ca-bello», entre Caucagua e Higuerote, no resistió ni la primera lluvia ni la desidia posterior. El tramo entre El Guapo y Clarines, justo donde tuvo lugar el reciente accidente que ya ha enlutado a once hogares, es una guillotina.
Una guillotina que envía sus víctimas al hospital de Clarines. Ya por la tragedia todo el país se ha enterado de su situación y de la de todo el sistema de salud pública.
El único que no sabía nada era Chacumbele.
Si no es por Fidel Castro, quien se lo informó, y a quien no se le ocurriría desmentir, Chacumbele seguiría metiendo la coba del país de las maravillas.
¿Quién será el vicepresidente encargado de deshacer estos entuertos en el área de la Salud? Pues nada menos que Luis Reyes Reyes, quien ya demostró en el estado Lara por qué en su currículo no hay ninguna cosa digna de mención, aparte de haber roto la barrera del sonido, volando sobre Caracas en el segundo golpe de 1992.