Vidas Exiliadas, de Javier Conde: desarraigo y lucha política
El libro del exjefe de redacción de TalCual recoge artículos, reportajes y crónicas publicadas en diarios y revistas de Colombia, Uruguay, España y Venezuela. Ya está disponible en Amazon tanto en versión digital como impresa.
Vidas Exiliadas son textos de un reportero, dice su autor. En total son 21 historias que Javier Conde ha investigado y documentado sobre personajes como Jacobo Arbenz, Rómulo Gallegos, Carlos Alberto Montaner, Lázaro Candal o Manuel Pérez Vila, gente que hizo su vida, o parte de ella, en países que no eran los de sus orígenes. Narraciones del desarraigo, de la perseverancia y de la lucha incansable por la libertad y la democracia.
Javier Conde ejerció la jefatura de redacción de TalCual en su fundación, luego fue también gerente general del diario. En 2014 salió de Venezuela en una segunda migración porque la primera comenzó cuando tenía ocho años y llegó a Caracas de la mano de su madre. Vidas Exiliadas tiene también ese toque íntimo que se transmite desde la portada: una foto de la familia Conde en 1955, una familia de la cual emigraron a América, Brasil y Venezuela, la mayoría de sus miembros.
Hecho periodista en El Nacional, Conde formó parte de El Diario de Caracas, fue jefe de redacción también de la revista Primicia y director del diario 2001, además de docente de géneros periodísticos en la UCAB.
Antes de Vidas Exiliadas publicó Claro y Raspo, una mirada a Venezuela, una compilación de textos de los primeros años de vida de TalCual, y La Conjura Final, una larga y reveladora conversación sobre la vida política de Octavio Lepage, ambos libros bajo el sello de Editorial Alfa.
Las historias publicadas en Vidas Exiliadas tuvieron su bautizo inicial en diarios como El Espectador de Bogotá, El Observador de Montevideo, la revista Panenka de Barcelona, el periódico Deia de Bilbao y El Progreso de Lugo, además de y portales venezolanos. Están prologadas por la periodista y publicista Toña Bethencourt, que también fue colaboradora de este diario, entre otros.
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«Vamos ganando»
Se reproduce, de seguidas, el texto de Toña Bethencourt que sirve de entrada e invitación a la lectura de Vidas Exiliadas:
«La primera vez que sintió el peso del exilio fue por culpa del periodismo. Javier Conde acababa de publicar un artículo sobre una trama de espionaje contra Jacobo Arbenz, el expresidente guatemalteco, durante su exilio en Uruguay. El artículo en cuestión, prolijo en datos y de limpia prosa, como suelen ser los que llevan su firma, apareció en el diario El Observador de Montevideo, a donde Javier había logrado entrar sin contactos ni padrinazgos, a punta de buen periodismo. Pero el de Arbenz resultaba todavía un asunto espinoso para cierto sector de la política uruguaya y apenas publicó su artículo, Javier protagonizó otro: el que le dedicó el senador y ex Comandante del ejército uruguayo, Guido Manini Ríos, quien intentó degradarlo públicamente con un insulto contenido en una sola palabra: «¡Extranjero!». Ni antes ni después de ese impasse saldría a relucir una condición de vida impensable en aquel momento de su trayectoria periodística, de no ser por el exilio.
No es de extrañar, entonces, que al leer las 21 historias atesoradas en este libro y escritas por Javier durante una década de exilio, éste aparezca como el invitado recurrente de la mayoría de los textos que le inspiran personajes que, o estuvieron antes, o están ahora, fuera del entorno donde nacieron o donde protagonizaron las grandes gestas de sus vidas. Pasa así con Arbenz, cuya nota ya mencionada aparece entre las primeras del libro y transcurre durante su exilio uruguayo; es así con Lázaro Candal, de origen gallego, pero triunfante durante su vida lejos de Galicia, en Venezuela; lo es con Arturo Sosa, el sacerdote venezolano General de la Compañía de Jesús que vive hoy en El Vaticano; pasa lo mismo con la historia del profesor Manuel Pérez Vila, de origen catalán y, paradójicamente, autor del Diccionario de Historia de Venezuela; y también es puro exilio lo que impregna la semblanza de Randy, el joven venezolano en Galicia, con la que Javier se alzó con el Premio Miguel Otero Silva de la Asociación de Periodistas Venezolanos en España, en su edición de 2024. Y esto, por mencionar solo algunas de las entregas que recoge el libro.
El otro invitado recurrente en las historias que Javier ha seleccionado en esta compilación —confío en que sea solo la primera— de su obra es, inevitablemente, el periodismo. Porque, además de la naturaleza periodística que les imprime el haber sido escritas para la amplia gama de medios con los que ha colaborado durante los últimos 10 años —El Observador, de Montevideo; El Progreso, de Lugo; La Gran Aldea, digital; Panenka, de Barcelona; El Universal, de Caracas y Deia, de Bilbao, entre otros—, son, cada una de ellas, un ejemplo magnífico del género periodístico elegido para narrarla. La entrevista, la crónica, la semblanza, el reportaje o el artículo de opinión se pasean exultantes entre los textos de este libro, haciendo honor también a la trayectoria del autor como profesor de géneros periodísticos en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y convirtiendo las veintiuna notas en auténticas joyas pedagógicas para jóvenes que, en lugar de conformarse con ser influencers, aspiran a convertirse algún día en buenos periodistas.
Pero el buen hacer periodístico no se revela solo en la perfección de un texto bien redactado. Saber escribir es el mandato obvio del periodismo. El buen hacer en la profesión periodística, sin embargo, va más allá y remite, fundamentalmente, a investigar, a indagar en profundidad, a contrastar informaciones, a garantizarse fuentes creíbles y a comprometerse con los hallazgos que se ponen al alcance de los receptores de las informaciones.
Y es ahí donde Javier hace gala de su buen hacer. Sus textos, como se comprueba al leer este libro, son producto de una investigación exhaustiva y de un esmero permanente por la confiabilidad de cada dato.
Quienes lo hemos acompañado a lo largo de su vida profesional sabemos de su pasión por el periodismo, pero quienes hemos estado, además, muy cerca de su trabajo en estos tiempos de exilio, sabemos del esfuerzo que Javier ha desplegado para que esa pasión encontrara nuevos cauces en otras tierras. Que te publiquen un artículo, un reportaje o un texto cualquiera sin conocerte, por el valor periodístico en sí mismo, es un reto que no todos los periodistas han logrado superar en el exilio. Él lo ha hecho.
Leyendo hace poco una entrevista con el ya desaparecido genio de la música country, Kris Kristofferson, me acordé de Javier. El compositor y cantante estadounidense decía que todo lo que hacía se lo debía a ser escritor: «Nunca habría llegado a grabar discos si no escribiera», aseguraba. Y en su pasaporte no ponía cantante sino «Escritor». Parafraseando a Kristofferson, yo creo que Javier nunca hubiera podido ser quien es sin el periodismo. Y que haya logrado seguir viviendo como periodista en el exilio, aunque él nos diga en una de sus notas aquí publicadas que va perdiendo, es lo mejor que nos puede pasar a quienes lo seguimos viendo escribir más que nunca para entregarnos libros como este. Nosotros vamos ganando.”
Toña Bethencourt (Málaga, España)