¿Virus político?, por Fernando Mires
Mario Vargas Llosa ha sido censurado en China. ¿La razón? Haberse referido al gobierno de ese país en términos que a sus autoridades parecieron inaceptables. Citemos el párrafo:
“Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras. Así, como en Chernóbil, se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna. Sólo se reconoció la aparición de la plaga cuando ésta ya se expandía. Es bueno que ocurra esto ahora y el mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado siempre que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez esos insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el mercado libre con una dictadura política, es un buen modelo para el tercer mundo? No hay tal cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería abrir los ojos de los ciegos” (¿Regeso al Medioevo? El País, 14.03.2020)
Sin duda las palabras de Vargas Llosa no son chocolate con guinda en el paladar de los jerarcas chinos. Pero si ellos hubieran querido confirmar la opinión del nobel, no podrían haberlo hecho mejor.
De hecho tenían tres alternativas: La más obvia: ignorar el artículo. La más política: responder y abrir un debate público sobre el tema. La más dictatorial: extender censura no solo al artículo, sino a toda la obra del escritor, hecha desaparecer de un día a otro en todas las librerías de China.
Es muy sabido, y los gobernantes chinos también lo saben, que China no es una democracia. Hecho que no debe molestarles mucho pues la mayoría de los países del orbe tampoco lo son. Con ellos, guste o no, las naciones democráticas deben practicar relaciones diplomáticas y comerciales. Hay razones incluso que llevan a suponer que no todos esos países están condicionados, ya sea por tradición, cultura, historia, o religión, para adoptar la forma democrática-occidental. No por eso han de ser criticados, sino solo cuando sus métodos alteran los intereses de las naciones democráticas. Ese fue el caso de China frente al coronavirus.
Toda democracia tiene el derecho a defenderse de agresiones externas. Y, si es cierto que el gobierno chino ocultó en una primera etapa la existencia y desarrollo del coronavirus, también debe hacerse cargo de la crítica internacional de la cual Vargas Llosa es solo uno de sus exponentes.
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En otras palabras, no fue el escritor peruano quien politizó codiv-19, sino el gobierno chino lo hizo cuando intentó silenciar una voz literaria por razones políticas. O dicho a la inversa: el artículo de Vargas Llosa puede ser visto como una protesta en contra de la politización nacional de un tema que concierne a toda la humanidad. En ese sentido la analogía entre codiv-19 y Chernóbil es adecuada y por cierto, hecha pública por diversos comentaristas, antes de que Vargas Llosa escribiera su artículo.
Chernóbil en sí –en eso podríamos estar todos de acuerdo– no fue un hecho político. Solo se convirtió en político desde el momento en que la autocracia rusa intentó silenciarlo, poniendo en peligro la vida de muchísimos seres humanos. Ahí yace el nudo del problema.
El tema de la politización de Codiv-19 no solo es, por cierto, un peligro chino. Por el contrario, es una posibilidad latente en diversos gobiernos de la tierra, incluyendo a algunas naciones con larga tradición democrática. Contra esa politización deben actuar las fuerzas políticas de cada nación. En el hecho diversos gobernantes inescrupulosos no han dudado en usarlo como arma en contra de otras naciones. Putin, al prohibir la entrada de chinos a Rusia, lo politizó en contra de la propia China. Erdogan y Trump, el primero por razones ideológicas, y el segundo por razones económicas y electorales, lo politizaron al presentar a coronavirus como un agente europeo. Hay muchos otros ejemplos.
Un peligro adicional en el que también han caído algunos gobernantes de naciones democráticas reside en la manipulación populista de coronavirus. Por ello entendemos la utilización del peligro viral como un medio de autopromoción de esos gobernantes. La mayoría – sí, la mayoría – han visto en codiv-19 una posibilidad de presentarse ante las cámaras como ejecutores de planes grandiosos y épicas gestas.
Algunos aparecen todos los días en la televisión dictando normas y decretos en una lucha que ellos suponen liderar en contra del nefasto virus. En cierto modo, con la ayuda del coronavirus intentan lograr lo que no pudieron con sus políticas, pasando incluso por sobre las opiniones de prestigiosos institutos de investigación científica.
Con ello intentan, evidentemente, que codiv-19 concentre en sí toda la política de sus naciones de modo que cualquier crítica a sus gestiones debe ser acallada en nombre de la lucha anti-viral. Dicho de modo breve: de lo que se trata, en nombre de la absolutización de la política anti-virus, es de suprimir a la propia política como campo de debate.
Incluso un gobernante tan democrático como Emmanuel Macron no pudo resistir la tentación populista al afirmar “estamos en guerra” contra codiv-19. Y bien, si entendemos que no hay negación más radical de la política que la guerra, la guerra no sería solo en contra del virus sino en contra de la política. Pensamiento del que, por supuesto, está muy lejos Macron. Pero sí puede estar muy cerca de algunos gobernantes no-democráticos quienes, alentados por la frase de Macron crean sentirse invitados a sustituir en sus respectivos países, y sin que nadie se de cuenta, el estado de emergencia por el estado de sitio.
Esas noches sin transeúntes y vigiladas por uniformados nos hacen recordar a muchos (solo visualmente) escenas post-golpistas vividas en tantos países sudamericanos. Las oposiciones de esos países harían bien en mantenerse alerta frente a posibles intentos gubernamentales por subvertir las normas políticas.
No obstante, tampoco está descartado que el peligro de politización del virus pueda provenir de esas mismas oposiciones. Incapaces de separar al enemigo viral del enemigo político, puede darse el caso que terminen por negar la sal y el agua a los gobiernos en una lucha que no es política sino de todos los ciudadanos frente a un peligro que no hace distinciones ideológicas, que no es extranjero ni nacional, que no es de izquierda ni de derecha, que no es progre ni facho.
La lucha común en contra de codiv-19 no significa suspender la lucha política. Significa solamente no mezclarlas. Frase que en chino se escribe así: 与Codiv-19的共同斗争并不意味着暂停政治斗争。 只是不混在一起.