VIRUTAS (Mayo 1), por Fernando Rodríguez
1.En medio de las penumbras fascistas que se comienzan a enseñorear en Europa el triunfo del PSOE en las elecciones parlamentarias no deja de ser motivo de satisfacción para las mentes progresistas que subsisten. Así como el hundimiento estrepitoso del Partido Popular, ese nieto adecentado de Franco, ahora contaminado con el abiertamente facho Vox.
Como todo lo vemos ahora a través de la tragedia venezolana y difícil sería que fuese de otra manera, hay que reconocer que la actitud del PSOE, de Pedro Sánchez y Borell, hacía los conflictos vernáculos ha sido ejemplar. Recuerdo, puedo equivocarme, que Borell fue el que dijo primero con diáfana claridad que Nicolás Maduro era Presidente hasta el 10 de enero y su posición permanente ha sido de apoyo a la posición de la Unión Europea que, a la postre se va convirtiendo, al menos en sus grandes líneas, en casi unánime en la comunidad internacional. Y es bueno subrayar que ha sido notable la protección a Leopoldo López en estos días, sobre todo llegar hasta la desmesura de permitir al notorio huésped dar una muy agresiva rueda de prensa en la casa de su embajador. Leopoldo agradeció a Pedro Sánchez, con nombre y apellido, su generosa hospitalidad.
Todo esto para recordar el terror que recorrió a muchos venezolanos por el pasado ascenso al poder de los socialdemócratas que, con la tóxica proximidad parlamentaria de Podemos (¡horror, virgen santísima!), no solo abandonarían a Venezuela a su desgracia, sino que harían una cacería de migrantes, ricos disfrutadores y solemnes pobres, que habían ido a parar a la madre patria. De paso, decían los más ignorantes, los que parecían desconocer que la España próspera y democrática es básicamente obra del PSOE, que esta terminaría siendo otra Venezuela, como nosotros sin creerlo nos convertimos en otra Cuba.
Es explicable que tanto sufrimiento real nos haya creado una hipersensibilidad hacía todo lo que suena a progresismo. Y que nos parezca una maravilla el monstruo de Trump y nos espeluzne nombrar a Obama. O creamos de verdad que Francisco es un infiltrado del PSUV en el Vaticano. O que Bolsonaro es nazi pero bueno. Y así sucesivamente. Una cosa es tener aliados circunstanciales malvivientes pero necesarios y otra hacernos malvivientes nosotros mismos.
2. Para algunos moralistas el valor, el coraje, es la primera virtud. En todo caso ingrediente esencial de todas las restantes que de alguna forma implican una relación con el otro. Y por ende, al no depender de nuestro arbitrio, pueden exponerme a carencias o respuestas indeseables. Si amo, a mi pareja y a mi amigo, existe la posibilidad de que estos se fuguen una noche en un arrebato de pasión y así. Amar es exponerse a no ser amado. Los estoicos recomendaban como primera regla de vida solo desear lo que podemos controlar. Aclaro que no es solo un problema moral, ya sabemos que para que haya valor moral tiene que haber miedo que hemos de superar. Y hay caracteres, psicología entonces, que vaya usted a saber la razón son poco dados a padecerlo (James Bond, por ejemplo) y otros que lo sufren en extremo. Bueno esto para decir que hay un coraje último, o primero, que es el de poner en algún nivel de riesgo nuestra vida misma.A lo mejor una buena dosis de esta vamos a necesitarla en estos días turbulentos venezolanos, ojalá sea lo menos posible. Pero quién quita que en muchos casos habrá que planteárselo en términos muy crudos. Por cierto, por esto o por lo otro, este tipo Guaidó parece tener un valor a prueba de plomo.