Virutas, por Fernando Rodríguez
1-“Me permito hacer una acotación: una orquesta es un cuerpo de músicos que trabaja de manera disciplinada, por mucho tiempo hasta que consigue tener un sonido coherente, hermoso, satisfactorio.
Esto es un show de otro tipo. Reunir en un sitio a doce mil músicos no los convierte en una orquesta. Una orquesta no es una multitud.
Por otra parte, hay un gran número de problemas técnicos, de sincronía, coordinación, afinación, tempi, que hacen muy difícil que esa multitud pueda sonar medianamente decente.
No hay que confundir el deseo de que los venezolanos seamos capaces de hacer cosas buenas con cosas como éstas, que son una manipulación y dónde se usa a mucha gente de manera totalmente inmoral.
En un país normal esto sería anecdótico (como la paella o la tortilla más grande del mundo…); pero aquí está claro que se trata de otra cosa.
Todos estamos extenuados de tanto sufrimiento, pero no podemos confundirnos… Esta tarde no hemos tenido una tregua sino una nueva burla. La mayor es para los músicos, que deben –por necesidad– tocar al son que les imponen y no para hacer música, ni para hacer arte”.
Lo anterior es una cita de un amigo, inteligente musicólogo, Jaime Bello León, que me parece sintética y exacta, del despelote armado en la academia militar para que entremos en el Libro Guinness al demostrar que en esta patria se reunió la orquesta más grande del mundo. Y que realmente no es sino una muestra más de la concepción infradesarrollada que tiene el gobierno de la cultura. Agrego unas líneas mías, no vale la pena extenderse demasiado sobre ese monumento a la cursilería que habla solo.
Entre las proezas más recientes (2020) recogidas por el tal Libro, que siempre tuve como una suma de curiosidades, algunas divertidísimas, está la del loro más pesado del mundo y la edad del barbero más longevo. Como soy muy pero muy sordo un amigo muy versado me apuntó que la relación entre la música de Tchaikovski escogida para obtener el laurel y la orgía sonora que en el magno evento se oyó cualquier relación fue muy vaga.
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Por último que parece curioso que haya quejas de que “ahora” se ligue el sistema a lo militar, cuando desde hace más de dos décadas este vive y reina gracias a la reverencia de su Creador a un gobierno castrense como pocos, que aparte de sus virtudes, fue un maestro impar en los trajines de palacio.
2.-Es curioso que los observadores europeos se encuentren atenazados entre insultos del gobierno invitante a la Unión Europea y medidas sancionadoras de ésta a sus taras dictatoriales. Es un galimatías estridente. O es verdad que es una dictadura merecedora de castigos ejemplares y entonces porque enviaron una delegación que de alguna forma legítima su depravada existencia.
Y por qué el gobierno solicitó su compañía y vigilancia si la considera colonialista y racista y hasta siente pena ajena del servilismo de su canciller, que es el más involucrado en la transacción, por ser un lacayo de los gringos.
Incluso ya se les ha dicho a los solícitos acompañantes que poco importa su opinión, que somos soberanos y que no queremos depender sino de nosotros mismos. La verdad es que estos numerosos invitados deben sentirse algo coleados en la “fiesta” electoral de hoy.
3.-Soy de los que quisiésemos, de suyo exigimos, que los partidos de la oposición hablen. No digo líderes o candidatos o militantes. Me refiero a las estructuras de dirección. Primero justicia dice, VP dice, AD (Ramos Allup, claro) dice. Esos conglomerados de ciudadanos son para eso, para ser voces colectivas y actores colectivos. Y que hablen lo más fuerte posible para que los oigan los más. Es elemental. Y a lo mejor ese silencio es la causa mayor de su aislamiento y petrificación. Bueno son los chismes y rumores para la cena o el trago o para ciertos asuntos por naturaleza indecibles que en política abundan, no para tener una significativa presencia cívica, popular.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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