Vivir de la política, por Miguel Aponte
Autor: Miguel Aponte | @DoublePlusUT
La política es el territorio de la creación colectiva y la democracia es la reflexión de la sociedad sobre su ley. Son máximas que se establecieron desde el comienzo de estas creaciones humanas que son instituciones colectivas. Definidas así, conservan la inspiración, amplitud y nobleza con las que fueron creadas, atributos que el cinismo moderno ha destruido a la sombra de las ideologías. De ninguna manera podía entenderse que fueran trabajo exclusivo de la ciencia y menos aún de profesionales, especialistas o “sabelotodo”, con que se pretende sustituir hoy en día la participación del ciudadano, al que se alienta primero para luego obligar a dejar todo en manos de burócratas.
No puede haber ciencia, decían, porque en la política no hay conocimiento positivo de las relaciones de causa y efecto discernibles y con la suficiente regularidad como para que fuera posible el establecimiento de leyes ni divinas ni naturales ni sociales ni históricas y tampoco las tradiciones son suficientes. La política se inventó precisamente para que los hombres se ocuparan ellos mismos de aquello que no concernía a los dioses. La reflexión los llevó a separar lo público de lo privado, como opuestos que se necesitan entre sí y en el que la destrucción de uno no puede sino acarrear la destrucción del otro.
Solo en el siglo xvii comenzaron los pensadores modernos a creer que la política era una ciencia y lo dijeron precisamente para quitar al ciudadano el derecho a su participación; fue el origen de una grave degradación, que estamos sufriendo hasta hoy. Vivir de la política es un exabrupto y es corrupción de la sociedad que pierde su músculo y cae luego en manos de irresponsables, delincuentes y enfermos obsesivos, como efectivamente ocurre en muchos países y no solo en Venezuela. Todo se convierte en negocio y acomodo, reparto de cuotas y cargos y los ciudadanos en zombis o idiotas que esperan que sea otro quien piense y resuelva por ellos, cuando se sabe que esto es imposible.
Vivir de la política es un exabrupto y es corrupción de la sociedad que pierde su músculo y cae luego en manos de irresponsables, delincuentes y enfermos obsesivos, como efectivamente ocurre en muchos países y no solo en Venezuela
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