Vivir sin mayores miramientos, por Fernando Rodríguez
Por allí leí que si uno mantiene la boca un poco abierta, no demasiado porque nos da cara de idiotas, puede combatir el stress, en definitiva puede ser un poco más feliz. No recuerdo la fuente pero debe ser un profesor (a) de alguna universidad, seguramente inspirado en la psicología positiva o, mejor, en la neurociencia que supuestamente demuestra que así boquiabierto tal hormona o tales neuronas o tales conexiones funcionan con mayor entusiasmo.
Usted también habrá leído infinidad de cosas parecidas que hacen más leve su breve estancia en la tierra y que competen a la gastronomía, el sexo, el ejercicio corporal, la relación con los vecinos o compañeros de oficina, la educación de los hijos, los conflictos de pareja, cómo hacer billetes (condición de casi todas las demás, directa o indirectamente), la belleza física, la diversión y, síntesis de síntesis, la felicidad. Por supuesto hay muchos más renglones pero usted los ha transitado.
Yo no simplificaría demasiado reduciéndolo todo al concepto de “autoayuda”, aunque no deja de ser útil. También algunas páginas, a veces muchas, o todas, de diarios y revistas, por tanto también un problema mediático.
Hay algunos usos y abusos más serios que otros. Tanto por el tema como por el tratamiento. En general podemos decir que se trata de ordenarnos la cotidianeidad, la vida inmediata para sobrellevarla con entusiasmo y alegría. Y uno podría pensar que su crecimiento exponencial se debe al carácter extremadamente individualista de nuestras sociedades en que ese espacio suyo y solo suyo se torna tan importante. Pero no es cuestión de teorizar aquí. Solo quiero referirme a algunos rasgos muy pragmáticos del asunto que son preocupantes.
Por ejemplo, la credibilidad. En las publicaciones periódicas más serias (obviemos los libros, que también son legión) usted encuentra que su tensión arterial que usted creía no debía pasar de catorce la alta, para estar sano, ahora es de trece. Esto dicho después de un estudio sistemático de miles de experiencias y matemáticos resultados. Y leído que es ese periódico que usted lee en la web, El País, con respeto, y a ratos con admiración. Pues bien usted hace tema de conversación el asunto y pone en sobresalto a algunos de sus amigos, ya casi todos en edad de andar cavilando sobre su gastado organismo.
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Pero luego una amiga le envía otro diario no menos serio, el New York Times, que dice que esa es una investigación endeble, que no le pare, también dicho por un gran profesor, con brillantísimo currículo a pie de página. Usted le pregunta a su amigo médico, jefe de cátedra y alguna vez candidato a decano en la UCV, y el tipo se faja con el tema de una fabulosa guerra criminal de laboratorios médicos que termina en una andanada contra el asqueroso e inhumano capitalismo ( el tipo es marxista, pero no chavista). Total que usted se queda en las mismas.
Casi siempre es el reino de Perogrullo. Usted debe confiar en sí mismo si anhela tener éxito (es decir money). Usted debe ponderar la inteligencia de su pareja, más si la está conquistando, y no solo sus robustos senos. O no debe darle un carajazo al contertulio que lo adversa sino respirar hondo, contar hasta diez o cien, depende de lo dicho, y luego retirarse o responder con firmeza pero razonablemente, lo cual lo dejará más satisfecho y confiado en la nobleza de la humanidad (cosa difícil ésta, si uno oye a Maduro, a Trump o piensa en Siria). En realidad usted oyó esto de su abuelo y no necesita de razonamientos de la Universidad de Murcia y encuestas sobre centenares de sujetos, los que se contuvieron y los del carajazo, con ventajas psíquicas para los primeros.
Otras veces son resultados desconcertantes, por ejemplo, la penetración sexual, el eterno mete y saca, pareciera no estar muy de moda sino rascabucheos mezclados a alguna perversión practicada con moderación. Siguen cifras y dopaminas. Dios, que diría el abuelo de mi amiga, que no fallaba una, nueve hijos extramatrimoniales y cinco legítimos. Bueno, los tiempos cambian. Pero ya vendrán, vendrán con seguridad, mejores tiempos para eso que hace la diferencia.
Ni les cuento del comer. Verbigracia lo de que el huevo que era fatal para la salud y luego resultó que es de lo más sano y nutritivo. O que la carne roja es un nuevo enemigo y no me diga un jamón de jabugo o unos chorizos carupaneros, casi venenosos. ¿Será? Porque los españoles le meten con constancia y tienen una de las más altas expectativas de vida del planeta.
En fin que nos quieren arreglar hasta la manera de abrir la boca. O las diversas formas de sentarnos y caminar. Y uno se pregunta si no será más sano, y viviremos más felices, o menos infelices, siguiendo la sabiduría casi innata de nuestros instintos y deseos, condimentados con un poco de la moderación de Montaigne. Y ocupándonos más de los otros, sobre todo de los que la pasan mal por razones muy objetivas, como la pobreza digamos. ¿Será comunismo irredento? ¿Habrá que esperar otra indagación aritmética?