¿Vocación Autoritaria?, por Alejandro Oropeza G.
Twitter: @oropezag
«No podemos ignorar la vocación autoritaria de América Latina a lo largo de su historia». Eduardo Gamarra: palabras en el marco de la inauguración de la «Escuela de Valores Democráticos y Participación Ciudadana – Venemarica» 30 de marzo 2022
El fundamento que orientó la conformación de las naciones de América Latina lo ubicamos en dos eventos determinantes de la historia universal: la Revolución Americana, que conlleva la independencia del dominio de la corona inglesa; y, la Revolución Francesa, que da al traste con el absolutismo en Francia. Elementos como: la división de poderes, la soberanía del pueblo, el esquema de representación, provenientes de toda la filosofía política que se pretende sustente la nueva estructura del Estado francés, navega a través del Atlántico y señorea en el pensamiento independentista de nuestra Región.
La intención de los contrapesos y equilibrios se asimila en una hipótesis política que pretende dar viabilidad al futuro de las nuevas repúblicas. Un aderezo adicional es incorporado a la arquitectura operativa emergente, el cual es, la federación, proveniente del andamiaje operativo de los Estados Unidos de América.
Estas declaraciones de principios guías fueron el fundamento ideológico de muchas de las constituciones que se promulgarán en la Región. Aspecto que toma surco en nuestras realidades: el constitucionalismo, independientemente de la voluntad de sujeción, acatamiento o apreciación de las mismas por parte de los noveles dirigentes. Era necesaria, a efectos de vitrina republicana y libertaria, tener una constitución, así se crearon y promulgaron. También apreciamos cómo lidiaron algunos gobernantes con esa realidad; solo basta recordar aquella práctica alegoría del general Monagas: la Constitución sirve para todo.
Lo cierto es que la vocación republicana, constitucionalista y libertaria fue el modelo para la conformación de los nuevos países que comenzaron a surgir luego de los procesos independentistas de América Latina. Luego, entra en juego la realidad operativa del ejercicio del poder. De una parte, emergen los caudillos locales,regionales y nacionales, que titularizan la debacle de la pretensión libertaria para los pueblos; de otra, precisamente, los pueblos, ignorantes en su gran mayoría, sin formación ni posibilidades ciertas de tener criterios mínimos para exigir o reclamar derechos que tradujeran, en alguna medida, una idea de libertad mínima. Nada, la ignorancia da sustento al brote de una cultura política elitista, ajena en buena medida, a los principios que acompañaron las intenciones de la fundación. Son muy contadas las excepciones y, nuestra Tierra de Gracia, no es una de ellas.
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Eduardo Gamarra, en su válida provocación, citada en el epígrafe, toca un punto clave. Clave, por cuanto hoy, en esa historia que se está desarrollando ante nuestros ojos, un aspecto recorre de norte a sur la geografía del Continente, que toca dos dimensiones que es indispensable atender: ¿tiene América Latina una vocación libertaria, en el sentido de considerar un sistema de gobierno como ideal para su evolución? ¿la indiferencia y la apatía son elementos que justifican el abandono de las arenas de lo político, para garantizar o no comprometer la satisfacción de las necesidades inmediatas? La primera, alude a una concepción de libertad como base de la vocación que sirve de armazón a una cultura política a lo largo del tiempo; la segunda, la entrega de esa libertad a cambio de la promesa de satisfacción de necesidades.
El dedo en la llaga, traduce la realista afirmación de Gamarra. ¿Tenemos, como Región latinoamericana, una innegable vocación libertaria? o, ¿Tenemos, como Región latinoamericana, una innegable vocación autoritaria? El debate existe y existirá. Pero, vale la pena algunos comentarios. No es ajena a la realidad de la Región, sobre todo luego de superar el siglo XIX, que en algunos de los países penetró buena parte del XX, caso de la Venezuela gomecista, por ejemplo; no es ajena a la realidad, decíamos, el ejercicio de capítulos de libertad política a través de la convivencia nacional en regímenes abiertos.
Existen situaciones, periodos históricos los cuales se constituyen en idearios y modelos de construcción de realidades a alcanzar. En medio de las atroces dictaduras del siglo XX en el Cono Sur; en el desmontaje de democracias que se consideraban en vías de consolidación; y, apreciando el descalabro real de procesos de libertades ciudadanas en y el atornillamiento de regímenes negadores de libertades básicas: emerge un reclamo, una exigencia de libertad.
Aparece y reaparece una idea sobre la cual sustentar una posibilidad, que esta proceda de periodos históricos propios o sea la evocación de un ejemplo ajeno, poco importa. Lo que debemos apreciar como insoslayable es el reclamo y la exigencia misma, de parte de esa población, para avizorar la posibilidad de construir un futuro diverso sobre la realidad adversa que atenaza, persigue y combate la vocación libertaria de una parte de la sociedad.
Queda claro que, los liderazgos mesiánicos y redentores, de la mano de los populismos de mil apellidos, han impactado y definido la cultura política de la Región; que el facilismo y el acompañamiento inmediato para avalar la supervivencia primaria, han sido, en muchas oportunidades el abono de la ignorancia a través de la sujeción, dependencia y aplauso al hombre fuerte. Esa es la realidad y no la podemos ocultar ni, mucho menos, obviar.
Pero, he ahí entonces el reto, Eduardo Gamarra sobre el punzante reconocimiento efectuado, identifica el atrevimiento indispensable. Con todas las herramientas debemos, tenemos la obligación de identificar los valores que están engastados en la conciencia política de las sociedades de la Región, hoy en un proceso de dispersión en el mundo que debemos asumir como una posibilidad a favor.
No podemos negar que parte de la cultura política de nuestros pueblos está conformada pasivamente por una vocación entreguista de libertades y autoritaria; presente el mito del hombre fuerte, del mesías salvador. Tampoco podemos negar, que existe un fundamento de consciencia libertaria basado en una vocación (cuya impronta debemos determinar) que nos ha enseñado una ruta distinta, de responsabilidad ciudadana, de emergencia de representaciones políticas sustentadas en la opinión y el libre albedrío.
Dos dimensiones contrapuestas y un objetivo a alcanzar. ¿La estrategia indispensable para edificar una vocación sustentada en valores abiertos, compartidos y democráticos? Una por la cual debemos apostar: La Educación.
Recogemos el guante y presentamos la Escuela de Valores Democráticos y Participación
Ciudadana de Venamerica.
Alejandro Oropeza G. es Doctor en Ciencia Política. Escritor. CEO del Center for Democracy and Citizenship Studies – CEDES / USA. Dtor. Ejecutivo de la ONG VENAMERICA / Miami. Dtor. General del Observatorio Hannah Arendt / Caracas
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