Volver al oscurantismo, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Cuando uno cree que la capacidad de asombro no puede ser superada ante los desmanes cometidos por el gobierno, salen con alguna acción que, lejos de traducirse en avance y progreso para la sociedad, nos conduce de regreso en el tiempo y nos lleva al atraso.
Salvando las distancias y los actores que lo propiciaron, no se me ocurre pensar en otra cosa que en el oscurantismo. Esa práctica medieval del clero y de las altas jerarquías del Estado que evitaban a toda costa que determinados hechos y/o conocimientos fueran difundidos en la población –incluso sentenciando y ejecutando a quienes los contraviniera–.
En otras palabras, bloqueaban la difusión del conocimiento, del saber, de la razón y la cultura en la población para mantenerlos en la ignorancia, en la oscuridad.
La semana pasada salió publicado un decreto del Ministerio de Educación, en la Gaceta Oficial número 42.505 del martes 15 de noviembre, en el que establece nuevos horarios de clase en todas las instituciones educativas públicas y privadas del país. No creo que, para mejorar, sino para complicar aún más un panorama educativo que pinta de gris y amenaza con llegar a negro.
El decreto en cuestión, reduce las horas académicas de 45 a 35 minutos, en lo que respecta a Educación Básica, pero además impone otra vez el doble turno en aquellos planteles donde funciona el horario integral u horario corrido.
El mencionado decreto también establece que la Educación Media debe respetar el esquema de cinco horas académicas, pero divididas en bloques de 80 minutos de lunes a viernes, eliminando el día libre que gozaban los alumnos.
Mientras que las instituciones públicas que trabajan con horario de atención integral, deben ofrecer clases en doble turno, argumentando que hay que «atender a las comunidades que presenten nudos críticos en la inclusión del 100% de escolaridad o prosecución en el nivel de Educación Media».
Además, establece que los liceos donde no se necesite pasar al doble turno, tienen que brindar los espacios para actividades de «formación integral» de los estudiantes.
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El decreto apunta que cada escuela debe incorporar actividades de aprendizaje para «fortalecer valores de hermandad, solidaridad, cooperación y compañerismo» que les permita desarrollar «habilidades y destrezas para la vida”»
Toda esta modificación genera más dudas que certezas. Como todo lo que hace este gobierno, parece un ejercicio de dibujo libre.
El sistema educativo venezolano quedó herido de muerte con la pandemia de covid–19, que no solo profundizó la brecha de formación entre quienes estudian en escuelas y liceos públicos y en colegios e institutos privados; sino también la deserción escolar.
Hay muchas lagunas en esto. Como madre me preocupa el hecho de que las autoridades nacionales no vean el problema real que sufre la educación venezolana, que no se resuelve reduciendo las horas de clase sino haciendo una profunda reforma.
Tenemos un currículo obsoleto que debe ser adecuado a las exigencias nacional y mundiales, especialmente en lo que respecta a avances tecnológicos; la población en general atraviesa graves problemas socio-económicos que ha llevado a tantos niños y adolescentes a desertar del sistema educativo para ingresar al mercado laboral y apoyar a sus familias o, incluso, para emigrar con ellas; el gremio docente –específicamente del sector público–, afronta el maltrato generalizado del patrón Estado que acabó con el poder adquisitivo de sus salarios y de los beneficios sociales; existe una infraestructura física completamente deteriorada tras años de abandono; y ni hablar del colapso de los servicios básicos que muchas veces obliga a la suspensión de actividades, y de la ausencia del servicio de laboratorios que instruya a niños y adolescentes en el mundo tecnológico.
Me pregunto ¿qué harán tantos chamos en un liceo sin ver clases? ¿El Ministerio cree acaso que todos tienen vocación para el deporte o para el teatro, por mencionar dos ejemplos? ¿Dónde van a practicar deportes si no hay canchas y menos insumos deportivos? ¿Dónde van a estudiar teatro, si no hay escenarios destinados para tal fin?
No hay nada más peligroso que niños y adolescentes ociosos deambulando por los pasillos de planteles prácticamente vacíos, porque tampoco hay docentes suficientes para cubrir la matrícula. Ellos también han emigrado del país o se han dedicado a actividades económicas informales que les proporcionen ingresos para sobrevivir.
A la ministra de Educación le preguntó ¿dónde están los laboratorios de computación que se anunciaron con bombos y platillos cuando el gobierno regaló las Canaimita? ¿Cantv proporcionó, como se prometió, el Internet gratuito a los planteles educativos? ¿Por qué no se invirtió más en los laboratorios de ciencia, que por años despertaron el amor por la biología, la química, la física entre nuestros jóvenes?
Nuestro sistema educativo está atrasado en décadas, en comparación con el de países vecinos. Si no nos adaptamos a los nuevos tiempos, ¿cómo aspiramos a ser un país potencia? ¿Quién va a abrazar la pedagogía en un país cuyas autoridades desprecian a sus maestros y profesores?
La disminución del horario escolar implica menos horas de aprendizaje, y ello redundará en la calidad de la educación. Los currículos deben ser adaptados a las necesidades del país. Venezuela exige disposición gubernamental para hacerlo.
No quiero finalizar sin mencionar unas cifras ofrecidas por la profesora Luisa Pernalete, coordinadora de Educación para la Paz en Fe y Alegría: en el año escolar 2021–2022 se redujo la cobertura educativa en la población entre 3 y 17 años y 1.500.000 alumnos quedaron fuera de las aulas.
Si esto no dispara las alarmas en el Poder Ejecutivo, debe hacerlo en la población venezolana. La educación ha dejado de ser valor para los adolescentes y jóvenes. Y quienes dejan las aulas, están más expuestos a la influencia de las drogas, de bandas criminales y del embarazo precoz.
Venezuela, abre los ojos y no permitas que volvamos al oscurantismo.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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