Vota a Venezuela, por Ariadna García
Hace mucho que perdí la confianza en las instituciones del Estado, ya ni siquiera recuerdo cuándo pasó, sin embargo, tengo muy claro que fue mucho antes de 2017 cuando una alta funcionaria del Gobierno se atrevió a admitir públicamente la “ruptura del orden constitucional” en Venezuela.
Desde ese momento el cual en mi cabeza no tiene fecha, una sola fuerza mueve mis convicciones: Venezuela. No espero nada del Gobierno porque este ha dejado claro que será implacable y que no tendrá ni un gesto de compasión por los niños, los ancianos o los presos políticos, esto me dejó en un limbo, me hizo entender que somos un país huérfano y que solo nosotros podremos componerlo.
El domingo salí a trabajar con la alegría que me produce hacerlo; ese día había que cubrir el evento electoral, los resultados ya eran sabidos así que no me generaban ninguna expectación, al contrario, mi ansiedad estaba en que debía ir al 23 de Enero a hacer un recorrido al final de la jornada. Era la primera vez que iba a esa parroquia y encima a reportear.
Mi temor era cruzarme con colectivos o con algún evento violento, no obstante, lo que recibimos fue la amabilidad y la educación de cada vecino con el que hablamos. Era una fiesta electoral extraña que, por supuesto, no tenía nada de fiesta, excepto el alcohol.
Haber logrado la meta fue más que suficiente para sentir que todo estaba completo, mi formación había pisado un escaloncito más que para mí era importante. Era un reto, era una muestra de valentía.
Al caer la noche y conocer los cinco millones de votos que obtuvo el mandatario Nicolás Maduro no sentí nada en lo absoluto, eso sí, leer la cantidad de memes que circularon después, me generaron cierto fresquito.
El día lunes arrancó para mí con ímpetu, con entusiasmo, con gallardía. Con la misma sensación que me produjo atravesar esa montaña el día anterior subida a una moto -sin miedo-.
Pensaba en los que habían votado, imaginaba que se sentirían una vez más estafados, pensaba también en los que se abstuvieron y que quizás sentirían algo de culpa; a todos ellos yo les vengo a decir una cosita.
Sepa que usted no es culpable de esta desgracia, le perdono su voto del 98 cuando empezó esta debacle. Sepa que solo dentro de usted está la fuerza que este país necesita para conseguir el sendero que perdimos hace tanto. Sepa que no debe permitir que la desesperanza lo embargue, al contrario, agarre todo eso que siente y súbase a esa moto con fuerza.
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Sepa también que nuestro voto siempre será a Venezuela y que cada una de nuestras acciones tiene un impacto significativo en ese país de contrastes, de gente buena, que aún te regala una tacita de café y te pide disculpas por no tener azúcar.
Sepa que no es momento para entristecerse, ni para sentirse sorprendidos, las trampas las conocemos desde mucho antes de ese 2017 que se llevó tantas vidas. Sepa también que Venezuela no se ha ido, sigue allí con una sonrisa cándida esperando por su voto
Vota a Venezuela.